Los electores del Papa - Alfa y Omega

Los electores del Papa

¿Quiénes eligen al nuevo Romano Pontífice? Son los cardenales electores, –hoy 117, más uno in pectore, cuyo nombre, al cierre de esta edición, todavía no ha sido revelado– aquellos miembros del Colegio Cardenalicio que aún no han alcanzado los 80 años. He aquí los artículos del Código de Derecho Canónico relativos al Colegio Cardenalicio

Redacción

He aquí los artículos más significativos del Código de Derecho Canónico, promulgado por Juan Pablo II en 1983, sobre los cardenales de la Santa Iglesia Romana, a quienes les queda asignada una iglesia de la ciudad de Roma:

349–Los cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice, según la norma del Derecho peculiar; asimismo, los cardenales asisten al Romano Pontífice tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan ayudando sobre todo al Papa en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal.

350–1. El Colegio cardenalicio se divide en tres órdenes: el episcopal -al que pertenecen los cardenales a quienes el Romano Pontífice asigna como título una iglesia suburbicaria, así como los Patriarcas orientales adscritos al Colegio cardenalicio-, el presbiteral y el diaconal.

–2. A cada cardenal del orden presbiteral y diaconal el Romano Pontífice asigna un título o diaconía de la urbe.

–3. Los Patriarcas orientales que forman parte del Colegio de los cardenales tienen como título su sede patriarcal.

–4. El cardenal Decano ostenta como título la diócesis de Ostia, a la vez que la otra iglesia de la que ya era titular.

–5. Respetando la prioridad de orden y de promoción, mediante opción hecha en Consistorio y aprobada por el Sumo Pontífice, los cardenales del orden presbiteral pueden acceder a otro título y los del orden diaconal a otra diaconía, y, después de un decenio completo en el orden diaconal, pueden también acceder al orden presbiteral.

–6. El cardenal del orden diaconal que accede por opción al orden presbiteral precede a los demás cardenales presbíteros elevados al cardenalato después de él.

351–1. Para ser promovidos a cardenales, el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos; pero los que aún no son obispos deben recibir la consagración episcopal.

–2. Los cardenales son creados por Decreto del Romano Pontífice, que se hace público en presencia del Colegio cardenalicio; a partir del momento de la publicación tienen los deberes y derechos determinados por la ley.

–3. Sin embargo, quien ha sido promovido a la dignidad cardenalicia, anunciando el Romano Pontífice su creación pero reservándose su nombre in pectore, no tiene entretanto ninguno de los deberes o derechos de los cardenales; adquiere esos deberes y esos derechos cuando el Romano Pontífice haga público su nombre, pero, a efectos de precedencia, se atiende al día en el que su nombre fue reservado in pectore.

352–1. El Decano preside el Colegio cardenalicio y, cuando está impedido, hace sus veces el Subdecano; sin embargo, ni el Decano ni el Subdecano tienen potestad alguna de régimen sobre los demás cardenales, sino que se les considera como primero entre sus iguales.

Un momento del cónclave de 1978 en el que salió elegido Karol Wojtyla.

–2. Al quedar vacante el oficio de Decano, los cardenales que tienen en título una iglesia suburbicaria, y sólo ellos, bajo la presidencia del Subdecano, si está presente, o del más antiguo de ellos, deben elegir uno dentro del grupo que sea Decano del Colegio; presentarán su nombre al Romano Pontífice, a quien compete aprobar al elegido.

–3. De la misma manera establecida en el * 2, bajo la presidencia del Decano se elige el Subdecano; también compete al Romano Pontífice aprobar la elección del Subdecano.

–4. El Decano y el Subdecano, si no tuvieren domicilio en la urbe, lo adquirirán en la misma.

353–1. Los cardenales ayudan todos ellos colegialmente al Pastor supremo de la Iglesia, sobre todo en los Consistorios, en los que se reúnen por mandato del Romano Pontífice y bajo su presidencia; hay Consistorios ordinarios y extraordinarios.

–2. Al Consistorio ordinario se convoca al menos a todos los cardenales presentes en la urbe, para consultarles sobre algunas cuestiones graves, pero que se presentan sin embargo más comúnmente, o para realizar ciertos actos de máxima solemnidad.

–3. Al Consistorio extraordinario, que se celebra cuando lo aconsejan especiales necesidades de la Iglesia o la gravedad de los asuntos que han de tratarse, se convoca a todos los cardenales.

–4. Sólo el Consistorio ordinario en el que se celebran ciertas solemnidades puede ser público, es decir, cuando, además de los cardenales, son admitidos prelados, representantes diplomáticos de las sociedades civiles y otros invitados al acto.

354–A los Padres cardenales que están al frente de dicasterios u otros institutos permanentes de la Curia Romana y de la Ciudad del Vaticano se les ruega que, al cumplir setenta y cinco años de edad, presenten la renuncia de su oficio al Romano Pontífice, el cual proveerá, teniendo en cuenta todas las circunstancias.

355–1. Corresponde al cardenal Decano ordenar de obispo a quien ha sido elegido Romano Pontífice, si el elegido careciera de esa ordenación; en caso de estar impedido el Decano, compete este derecho al Subdecano, e impedido éste, al cardenal más antiguo del orden episcopal.

–2. El cardenal Protodiácono anuncia al pueblo el nombre del nuevo Sumo Pontífice elegido; y asimismo, en representación del Romano Pontífice, impone el palio a los Metropolitanos o lo entrega a sus procuradores.

356–Los cardenales tienen el deber de cooperar diligentemente con el Romano Pontífice; por tanto, los cardenales que desempeñen cualquier oficio en la Curia y no sean obispos diocesanos, están obligados a residir en la urbe, los cardenales a quienes se ha confiado una diócesis en calidad de obispo diocesano, han de acudir a Roma cuantas veces sean convocados por el Romano Pontífice.

357–1. Los cardenales a quienes se ha asignado como título una iglesia suburbicaria o una iglesia en la urbe, una vez que hayan tomado posesión de la misma, han de promover el bien de esas diócesis e iglesias con su consejo y patrocinio, pero no gozan de potestad alguna de régimen sobre ellas, y de ningún modo deben inmiscuirse en lo que se refiere a la administración de sus bienes, disciplina o servicio de las iglesias.

–2. Por lo que se refiere a su propia persona, los cardenales que se encuentran fuera de Roma y de la propia diócesis están exentos de la potestad de régimen del obispo de la diócesis en la que se hallan.

358–Al cardenal a quien el Romano Pontífice encomienda el encargo de que le represente en alguna celebración solemne o reunión como Legatus a latere, es decir, como si fuera él mismo, y también a aquel a quien encarga el cumplimiento de una determinada tarea pastoral como enviado especial suyo, compete únicamente aquello que el mismo Romano Pontífice le haya encargado.

359–Al quedar vacante la Sede Apostólica, el Colegio cardenalicio sólo tiene en la Iglesia aquella potestad que se le atribuye en la ley peculiar.

El Colegio cardenalicio

Los cardenales, surgidos de los presbíteros de los 25 títulos o iglesias cuasiparroquiales de Roma, de los 7 (luego 14) diáconos regionales y 6 diáconos palatinos, y de los 7 (en el siglo XII, 6) obispos suburbicarios, fueron consejeros y colaboradores del Papa. A partir del año 1150 formaron el Colegio cardenalicio con un Decano, que es el obispo de Ostia, y un Camarlengo en calidad de administrador de los bienes. Desde el año 1059 son electores exclusivos del Papa.

En el siglo XII se comenzaron a nombrar cardenales también a los prelados que residían fuera de Roma. Desde el siglo XII, preceden a los obispos y arzobispos; desde el siglo XV también a los Patriarcas (Bula Non mediocri, de Eugenio IV, año 1439); y, aun siendo simples sacerdotes, tienen voto en los Concilios. El número de los cardenales, en los siglos XIII-XV, ordinariamente no superior a 30, fue fijado por Sixto V en 70: 6 cardenales obispos, 50 cardenales presbíteros, 14 cardenales diáconos (Constitución Postquam verus, del 3 de diciembre de 1586). En el Consistorio secreto del 15 de diciembre de 1958, Juan XXIII derogó el número de cardenales establecido por Sixto V y confirmado por el Código de Derecho Canónico de 1917. También Juan XXIII, con el Motu Proprio Cum gravissima, del 15 de abril de 1962, estableció que todos los cardenales fueran honrados con la dignidad episcopal.

Pablo VI, con el Motu Proprio Ad Purpuratorum Patrum, del 11 de febrero de 1965, determinó el lugar de los Patriarcas Orientales en el Colegio cardenalicio. El mismo Sumo Pontífice, con el Motu Proprio Ingravescentem aetatem, del 21 de noviembre de 1970, dispuso que, con el cumplimiento de los 80 años de edad, los cardenales: cesan de ser miembros de los Dicasterios de la Curia romana y de todos los organismos permanentes de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano; y pierden el derecho de elegir al Romano Pontífice y, por ende, también el derecho de entrar en Cónclave. En el Consistorio secreto del 5 de noviembre de 1973, el mismo Pablo VI estableció que el número máximo de cardenales que tienen la facultad de elegir al Romano Pontífice se fijara en 120. Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Universi Dominici gregis, del 22 de febrero de 1996, ha reiterado dichas disposiciones.

Los cardenales pertenecen a las distintas Congregaciones romanas: se les considera Príncipes de la sangre -«Recibid el birrete rojo, les dice el Papa en el momento de crearlos cardenales, como signo de la dignidad cardenalicia, para mostrar que sois capaces de estar dispuestos a comportaros con fortaleza hasta el derramamiento de la sangre, para el crecimiento de la fe cristiana»-, con el título de Eminencia; los que residan en Roma, incluso fuera de la Ciudad del Vaticano, son ciudadanos de la misma para todos los efectos.

Fuente: Juan Pablo II, el Papa que traspasa fronteras. Reuters.