Dése una ducha..., y querrá que su hijo estudie de memoria - Alfa y Omega

Dése una ducha..., y querrá que su hijo estudie de memoria

Seguro que usted ha escuchado cosas como que «estudiar de memoria no sirve para nada»; «lo que aprendí de memoria en el cole ya se me ha olvidado»; o «si te enseñan a memorizar, no podrás ser creativo», ¿a que sí? Lo cierto es que esos tópicos de la pedagogía progresista no resisten la realidad: la psicología, la neurociencia y la experiencia docente muestran que ejercitar la memoria es clave para ser creativo, evitar el fracaso escolar y poder relacionar conocimientos

José Antonio Méndez

Imagine que se encuentra usted en un habitáculo pequeño y húmedo, en el que tiene que escoger entre un montón de productos químicos sin equivocarse, calcular el tiempo que pasa dentro de ese lugar, mantener el equilibrio en un suelo resbaladizo, contorsionar los brazos hasta la espalda, soportar un chorro de agua a presión, evitar que un producto irritante se le meta en los ojos, calibrar la temperatura que su cuerpo es capaz de soportar, y, además, pensar en algo que no tenga nada que ver con esas acciones que está llevando a cabo… ¿Le parece imposible? Pues eso es lo que hace usted…, ¡cada vez que se ducha! En efecto, parece increíble que, en ese entorno resbaladizo y complejo (piense, si no, entre cuántos botes de champú, gel, crema, aceite corporal y demás ungüentos que hay en la repisa de su baño es usted capaz de escoger casi a ciegas), una persona sea capaz de relajarse, planificar lo que tiene que hacer a lo largo del día e, incluso, tener ideas brillantes. La respuesta está en su cerebro: usted puede hacer esas acciones, por así decirlo, con el piloto automático, porque sus neuronas se las saben de memoria

Memorizar ayuda a ser creativo

Aunque hay que tener en cuenta otros factores que favorecen la relajación y el bienestar, el ejemplo de la ducha es paradigmático de todo lo que somos capaces de hacer cuando hemos memorizado ciertos aprendizajes, y ha dado pie a que psicólogos como el norteamericano R. Keith Sawyer, autor del libro Explicando la creatividad: la ciencia de la innovación humana, y uno de los más reputados teóricos sobre la ciencia de la creatividad, expliquen que, cuando una persona interioriza correctamente un conocimiento, puede automatizarlo y es capaz de ponerlo en juego mientras se concentra en otras tareas o pensamientos: gracias a que usted sabe qué champú elegir, puede, entretanto, programar una reunión de trabajo. Además, la seguridad que da el saber que uno sabe lo que tiene que hacer, permite un alto grado de relajación y hace que el cerebro libere dopamina, el neurotransmisor que genera la sensación felicidad, y que favorece los procesos creativos.

Entrenamiento para el cerebro

¿Puede esto aplicarse al aprendizaje de un niño? No sólo puede hacerse, sino que hay quien lo ha hecho…, ¡y con éxito! En Francia, un grupo de profesores, autores de libros muy críticos contra la pedagogía progresista que ha invadido las aulas y las casas occidentales, como Alain Bentolila, Liliane Luçart, Iannis Rodar o Marc Le Bris, han demostrado con estudios a pie de aula que, cuando un niño aprende de memoria las normas de ortografía y gramática, es capaz de redactar textos mucho más elaborados e ingeniosos que aquellos que tienen que concentrarse en distinguir la V de la B o en acentuar bien las vocales. Lo mismo ocurre con quienes han memorizado fechas de batallas, lugares geográficos o fórmulas matemáticas: pueden relacionar conceptos dispares y de materias distintas casi sin darse cuenta. Además, explican que, cuando un alumno conoce una asignatura, se siente más seguro al estudiarla, se le da mejor, y obtiene mejores resultados…, ¡incluso en otras materias!

Autopistas neuronales sin peaje

Eso sí, los autores señalan que el cerebro, como todos los músculos, requiere de un entrenamiento: no basta con darse el atracón de codos horas antes del examen (entonces sí que olvidará aquello unas pocas horas después de la prueba, si es que logra aprobarla): como en cualquier deporte, la memoria hay que ejercitarla poco a poco, a través de horas de estudio, deberes en casa y ejercicios en clase, para los que pueden ser útiles truquillos como reglas nemotécnicas con las iniciales de las palabras, entonar melodías con conceptos, o pedir que el alumno haga las veces de profesor y explique en alto, o con otras palabras, lo aprendido.

Si aún no se ha convencido de lo bueno que es entrenar la memoria, la neurocientífica Alice Flaherty, autora de El mal de medianoche: el cerebro creativo, señala otra de sus bondades: cada concepto que aprendemos ocupa una región del cerebro y activa un grupo de neuronas. La sinápsis neuronal hace que las neuronas limítrofes estén receptivas, listas para la acción; de ese modo, cuando dos o más grupos de neuronas están activas, los canales que las unen se abren como autopistas sin peaje y permiten que seamos capaces de relacionar rápidamente conocimientos dispares, recordar aprendizajes que creíamos olvidados o tener epifanías creativas. Algo que ayuda a mejorar la productividad, la autoestima e, incluso, ayuda a ser un poco más feliz. Además, claro, de evitar que usted se eche aceite corporal en el pelo cuando se duche…