«La gran tarea es la misión» - Alfa y Omega

«La gran tarea es la misión»

«La gran tarea pendiente es la misión, la tarea de la nueva evangelización, a la que nos invita con tanta convicción y capacidad de movilización del Papa Francisco», dijo el cardenal Rouco, en su último discurso al frente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). «La situación no es fácil», como advirtió el Pontífice a los obispos españoles, pero «hay muchos signos para la esperanza: una Iglesia que cuenta con una nueva generación de sacerdotes y de laicos, en los nuevos movimientos eclesiales y en la vida consagrada, dispuestos al testimonio y a la evangelización, con humildad y sin complejos». Para ayudar a la CEE a abordar sus retos presentes y futuros, el arzobispo de Madrid hizo memoria de los casi 50 años de rica historia de la institución, que son ya parte esencial de la historia reciente de España

Ricardo Benjumea
Discurso de inauguración de la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado español

Era su último discurso como presidente de la CEE (al cierre de esta edición, aún no se había elegido a su sucesor). Era —es— también una Plenaria marcada no sólo por la renovación de todos los cargos (salvo el del secretario general), sino también por cierto aire de renovación generacional en el Episcopado español, y por las expectativas que suscitan las reformas impulsadas por el Papa en la Iglesia, que, con el objetivo de impulsar la evangelización, quiere fortalecer la sinodalidad y actualizar la función de las Conferencias Episcopales. Con ese trasfondo, el cardenal Rouco —presidente de la CEE durante dos mandatos entre 1999 y 2005, y durante otros dos desde 2008 hasta 2014— ofreció un extenso y muy documentado balance, en el que hizo memoria de los cerca de 50 años de vida de la institución para, desde la experiencia histórica, iluminar el presente y el futuro de la institución.

Según la doctrina del Concilio —dijo el arzobispo de Madrid—, «los obispos no han de entender su servicio aisladamente, ni como vinculado sólo al ministerio de Pedro, sino también al conjunto del Colegio episcopal, que tiene al Papa como cabeza». Pero este deseo de un mayor «afecto colegial» aún no ha encontrado una suficiente «aplicación concreta», según expone el Papa Francisco en su exhortación Evangelii gaudium. Por tanto, aunque «se ha hecho mucho», todavía «queda mucho más por hacer. La propia Conferencia Episcopal habrá de avanzar en su organización interna y en la eficacia del servicio que presta y que está llamada a prestar. ¿Será conveniente renovar de nuevo los Estatutos en la línea de una mayor participación de todos sus miembros?», se preguntó el cardenal Rouco.

Evangelizar en la España actual

Ahora bien, «la gran tarea pendiente —resaltó— es la tarea de la misión, la tarea de la nueva evangelización, a la que nos invita con tanta convicción y capacidad de movilización el Papa Francisco. ¿Cómo hacerlo en la España actual? El Papa nos ha dado pistas sugerentes y valiosas en su discurso del pasado día 3, con motivo de nuestra visita ad limina. La situación no es fácil. Nos encontramos (como nos recordaba el Papa) ante una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público. Por eso, sufrimos el envejecimiento alarmante de nuestra sociedad, con el matrimonio y la familia atravesando una crisis profunda; la cultura disgregadora y materialista del tener y disfrutar se percibe en muchos campos, en particular, respecto de los inmigrantes, afectados, como también las clases medias, por la crisis cultural y económica; la misma nación española se encuentra con graves problemas de identidad, amenazada por posibles rupturas insolidarias; el nivel intelectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo. Todo ello configura una situación cultural que bien podemos calificar de postcristiana».

Al mismo tiempo, «sabemos que hay muchos signos para la esperanza: una Iglesia que cuenta con una nueva generación de sacerdotes y de laicos, en los nuevos movimientos eclesiales y en la vida consagrada, dispuestos al testimonio y a la evangelización, con humildad y sin complejos; familias y jóvenes cristianos comprometidos apostólicamente con su vocación; muchos abuelos que son verdaderos apóstoles y evangelizadores; una fe que mantiene sus hondas raíces en la conciencia popular, alimentada por la piedad del pueblo y por el ejercicio de la caridad con los más necesitados, aquí y en los países más pobres».

Y, sobre todo, «los obispos españoles, según nos ha recordado el Santo Padre, sabemos que no estamos solos, que el Espíritu de Jesucristo y el santo pueblo de Dios nos acompaña. Por eso, no ahorraremos esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, como quiere el Papa, en un verdadero estado de misión permanente. Queremos ser hombres no condicionados por el miedo de aquí abajo, sino pastores dotados de parresía (de valentía espiritual), capaces de garantizar que hay en el mundo un sacramento de unidad (la Santa Iglesia) y que, por eso, la Humanidad no está destinada a la disgregación ni al desconcierto. Estamos agradecidos y contentos de nuestra misión de mártires (testigos) del Resucitado», concluyó el arzobispo de Madrid, citando palabras del Pontífice a la Congregación para los Obispos.

Tutela de los derechos humanos

Para comprender la función y misión de las Conferencias Episcopales, el cardenal Rouco comenzó remitiendo a los antecedentes lejanos de las Conferencias Episcopales en España y Europa, cuando —sobre todo a partir de a Revolución Francesa— grupos de obispos empezaron en el siglo XIX a presentar documentos y otras acciones de forma conjunta, por la necesidad de unirse «con más eficacia entre ellos y con el Romano Pontífice en orden a responder de modo más adecuado a los desafíos planteados por el Estado laico y por un orden sociopolítico frecuentemente perturbado».

Juan Pablo II, en la Nunciatura, durante su primer Viaje a España, en 1982

En España, la Conferencia Episcopal se creó en 1966, y uno de sus primeros retos consistió en promover «la recepción de la doctrina conciliar sobre la libertad religiosa, así como la doctrina pontificia sobre la familia y la transmisión de la vida», en sintonía con la encíclica Humanae vitae, que décadas más tarde, en 1992, el episcopado español calificó de profética. «Lo que hemos vivido y estamos viviendo con el envejecimiento alarmante de nuestra sociedad y sus implicaciones humanas, éticas y económicas, corrobora el sentido profético de la visión católica del matrimonio y de la familia que los Papas y nuestra Conferencia han sabido proponer sin desmayo», añadió el arzobispo de Madrid.

Tras la aprobación de la Constitución de 1978, los obispos perciben que «no iban a resultar fáciles» los desarrollos legales para la protección de algunos derechos fundamentales, en particular «el derecho de todos a la vida, la estabilidad del matrimonio y la educación según el principio de subsidiariedad». Y «la Conferencia Episcopal, sin entrar nunca en debates de política de partido, defendió siempre la adecuada tutela de los derechos humanos, no confundiendo el orden moral con el orden legal, pero denunciando, a favor de la dignidad humana, que ambos órdenes transitaran por caminos divergentes».

En otro punto del discurso, el cardenal Rouco resaltó que, «cuando la Iglesia interviene públicamente» en asuntos de este tipo, «no lo hace para reivindicar ningún privilegio para ella misma. Lo hace más bien para colaborar a la justa ordenación de la vida social y a la tutela adecuada de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos». Cuando, por ejemplo, el matrimonio y la familia «no son reconocidos ni protegidos por la sociedad ni por las leyes de modo adecuado a su naturaleza propia y a su relevancia humana, la Iglesia ha de prestar su ayuda, con su palabra y con su vida, al camino del hombre».

Respuesta al terrorismo

El Presidente saliente de la CEE se detuvo en diversos documentos del episcopado español sobre éstas y otras cuestiones de relevancia pública, como la atención a las víctimas de la crisis económica, o el terrorismo, abordado en la Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de 2002, siendo el propio purpurado Presidente. «Es verdad que el problema había sido tocado ya en varios documentos anteriores, pero teníamos una especie de deuda pastoral que era necesario saldar ante nuestra sociedad, que con razón pedía a los pastores de la Iglesia una mayor clarificación acerca del fenómeno del terrorismo, como ineludible aportación a la paz y a la justicia para con las víctimas», aclaró.

Cuatro años más tarde, el asunto vuelve a aparecer en la Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España. «Era necesario volver sobre el tema, dado el agravamiento del problema de la posible ruptura de la unidad de España en los últimos tiempos», explicó el cardenal. «Reconociendo, en principio, la legitimidad de las posturas nacionalistas verdaderamente respetuosas del bien común», dijo el arzobispo de Madrid, citando el documento, «se advertía de nuevo frente a propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de la unidad cultural y política de esa antigua nación que es España. Tales propuestas causan una grave inquietud y, de acuerdo con la doctrina social católica acerca de la secesión, no son moralmente aceptables».

La defensa de la fe de los sencillos

Pero por importante que haya sido la labor de la CEE acompañando «el paso de la vida social y política» en España, «como es natural, su atención más constante, aunque tal vez menos llamativa para el gran público ha estado dedicada a responder a las necesidades propias de la vida interna de la Iglesia, a orientar las actividades diocesanas con criterios compartidos y a los servicios que nuestras diócesis reclaman de un organismo de coordinación y orientación como es la Conferencia Episcopal».

El cardenal Rouco citó la reforma litúrgica postconciliar, la elaboración de la Sagrada Escritura. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, o la preparación de diversos catecismos. Pero, sobre todo, destacó «el sostenido empeño que la Conferencia Episcopal ha mantenido en velar por la fe de los sencillos y por la tutela de la doctrina católica». Según el arzobispo de Madrid, «la crisis doctrinal es un componente fundamental de la crisis de la fe y de la secularización interna de la vida de la Iglesia. Por eso, es tan de agradecer el servicio prestado por la Conferencia Episcopal en este campo».