En búsqueda de la Belleza - Alfa y Omega

En búsqueda de la Belleza

Fernando de Navascués
Cristo despidiéndose de su Madre (detalle), de Albrecht Altdorfer

Para responder a la pregunta sobre la belleza a través del Renacimiento alemán, se han escogido pinturas como Los Embajadores, de Holbein; Cristo despidiéndose de su Madre, de Albrecht Altdorfer; Cupido quejándose a Venus, de Lucas Cranach; Retrato de un hombre, de Hans Baldung Grien; y La Virgen y el Niño en el jardín, de Martin Schongauer, entre otras. Todas ellas son obras de los siglos XV y XVI, muy valoradas en su momento, pero que siglos después, en el XIX y el XX, algunos críticos las consideraron mediocres cuando las comparaban con las del Renacimiento italiano. Éste es el motivo por el que la National Gallery, de Londres, se cuestiona qué es lo que hace bella a una obra en un momento determinado y, pasado el tiempo, ya no lo sea.

La Virgen y el Niño en el jardín, de Martin Schongauer

Las obras que se someten al juicio del público en este momento histórico, ya entrados en el siglo XXI, son un total de 30 piezas procedentes de colecciones británicas. La exposición, titulada Strange BeautyBelleza sorprendente, podríamos traducir—, aspira a ser interactiva, por lo que dedica la última sala a solicitar a los visitantes que describan sus impresiones y valoren las obras que acaban de contemplar.

San Jerónimo, de Alberto Durero

El Renacimiento alemán se expresa, en gran medida, en una pintura religiosa con una fuerte carga de patetismo y violencia. La Reforma protestante influye decisivamente en algunos autores, por lo que la fe luterana se plasma también en imagen religiosa. Sin embargo, a diferencia del gusto italiano de volver al arte clásico, los alemanes buscan renovar el espíritu germánico, motivado por esta etapa religiosa que se abre en Europa.

Caridad, de Lucas Cranach el Viejo

Tres son los autores más significativos de este período. El primero es Hans Holbein el Joven, quien desarrolló gran parte de su vida en la Corte de Enrique VIII y fue autor de retratos inmortales como el de este mismo rey, el de Erasmo o el de Tomás Moro. En esta exposición, podemos contemplar, además de Los Embajadores, el Retrato de una dama con ardilla y un estornino.

Adán y Eva, de Alberto Durero

Lucas Cranach el viejo es conocido por ser el retratista de la Reforma. Los retratos más populares de Martin Lutero, por ejemplo, son suyos. Personal y pictóricamente, evolucionó del catolicismo al protestantismo, y muestras de una u otra época en esta exposición son Santas Genoveva y Apolonia y Santas Cristina y Otilia, por un lado, y la alegoría Caridad, por otro. En cualquier caso, la exposición muestra claramente el delicadísimo y fino gusto de Cranach por las figuras esbeltas y elegantes.

Descendimiento, del Maestro del Altar de San Bartolomé

Y, sobre todo, Alberto Durero. Éste, más allá de ser un magnífico pintor y grabador, fue todo un estudioso de arte, poseedor de una técnica extraordinaria y una capacidad única para la perspectiva. Su estancia en Italia habría de enseñarle gran parte de los conocimientos que posteriormente volcaría en sus pinturas. Sus autorretratos, por ejemplo, son difíciles de olvidar y superar. En la exposición londinense se nos muestra como grabador, gracias a un Adán y Eva, y como pintor, con un San Jerónimo.

Presentación de Jesús en el Templo, del Maestro del Retablo de la abadía benedictina de Liesborn, en Westfalia (Alemania)

Recuperando la Historia

Todavía queda una virtud más en esta exposición. Se trata de un momento único y quizá, lamentablemente, irrepetible: después de dos siglos, se va a poder contemplar completo el retablo Liesborn. Una obra que fue creada en torno a 1465 para ser el retablo mayor de la Abadía benedictina de Liesborn, en Alemania. En 1803 desapareció la Abadía, y el retablo fue desmembrado, vendido en partes y dispersado por el mundo. Ahora, por primera vez desde entonces, se va a reconstruir la obra completa, tal y como fue concebida en su momento.

Anunciación, del Maestro del Retablo de la abadía benedictina de Liesborn, en Westfalia (Alemania)

Después de este repaso, sin tener que ir necesariamente a Londres, pero contemplando las pinturas que la National Gallery expone, también tenemos el legítimo derecho a preguntarnos: ¿Qué es lo que hace hermosa a una obra de arte?