22 de julio: santa María Magdalena, la mujer que hacía sombra a los discípulos
María de Magdala fue la gran evangelizadora de la primera comunidad cristiana, «apóstol de los apóstoles» la llamó Juan Pablo II. Dotada de una personalidad arrolladora, no dudó en dejarlo todo para seguir a Jesús hasta la cruz, y fue la primera en verle resucitado y contárselo al mundo
Considerada santa por todas las confesiones cristianas, san Juan Pablo II llamó a María Magdalena «apóstol de los apóstoles», y el Papa Francisco incluyó su fiesta en el santoral. Los cuatro Evangelios la sitúan como la primera testigo de la Resurrección, y quizá fue la persona más decisiva en los pasos iniciales de la primera comunidad cristiana.
«Debió de ser una mujer de muchísima personalidad, porque los evangelistas la mencionan más que a muchos de los apóstoles», señala el cineasta y escritor Jesús García, que rastreó las huellas de la Magdalena en su libro El proyecto Magdala. «De lo que podemos estar seguros es de que era una mujer que no pasaba desapercibida. Carismática y con una personalidad arrebatadora, tiraba del grupo y sentía una gran pasión por seguir al Señor. Fue una líder indiscutible. Y a los discípulos les hacía sombra, estoy convencido», añade García.
Los Evangelios la incluyen en el grupo de mujeres que acompañaban a Jesús en su predicación por Israel, apoyándole con sus bienes. «Sin duda poseía cierta capacidad económica; si no fuera así, no podría haber pertenecido a esa comunidad itinerante. Por el mismo motivo, era soltera o viuda, porque los evangelistas no citan a su marido, como sí hacen con otras mujeres», cuenta.
Por las mismas fuentes sabemos que era de Magdala y que el Señor expulsó de ella siete demonios. «Es evidente que este milagro le cambió la vida. Que Dios se hiciera hombre para salvarte era algo que ella sabía por experiencia propia, nadie tenía que explicarle nada. Eso hizo que fuera una mujer apasionada por Él y por su mensaje, que dejó todo para seguirle por los caminos», señala el escritor. De hecho, el que Jesús se rodeara de mujeres «debió de ser algo revolucionario en aquel tiempo, en una época en que la mujer no contaba para nada. El Señor rompió barreras, y María Magdalena fue una de las primeras protagonistas».
Aquí, Jesús García recoge el momento de la aparición del Señor resucitado a María: «Esa noche, o no había dormido, o habría dormido poco. Se ve que necesitaba ir a la tumba, y estoy seguro de que encontrarla vacía fue un shock para ella. Pero una vez que reconoció a Jesucristo se llevó la alegría de su vida. De hecho la expresión que utiliza en ese encuentro dice mucho de ella, porque le llama Rabboni, que significa algo así como mi Maestro, señalando un vínculo y una pertenencia muy fuertes».
De ese episodio de la vida de María Magdalena salió una mujer distinta, porque «el Señor le dio el privilegio de llevar el anuncio de su Resurrección a los apóstoles. Jesús vio en ella una gran evangelizadora, y ella vivió con pasión esa misión», dice García.
De lo que pasó después con la Magdalena poco se sabe. En la tradición ortodoxa griega se sostiene que, tras la persecución a los cristianos desatada en Jerusalén, se marchó a Éfeso junto a la Virgen María, donde murió, conservándose sus reliquias hasta el día de hoy en Constantinopla. La tradición occidental la sitúa en la Provenza francesa acompañando a Lázaro y a María de Betania. En cualquier caso, la evangelización debió formar parte de su vida, como afirma Jesús García: «Para ser valientes y predicar el Evangelio, los apóstoles necesitaron Pentecostés, pero a ella no le hizo falta. Ella estuvo al pie de la cruz, y ellos no. Y por eso pudo llevar a todas partes el anuncio de Dios con nosotros».
Por eso, 2.000 años después, María Magdalena es para nosotros un modelo de «cómo llevar a nuestra vida la pasión por evangelizar a todo hijo de vecino, que Dios se ha hecho hombre para darnos la vida eterna. Para anunciar eso, el modelo de apóstol, incluso por encima de los apóstoles, es ella, que no debía de callarse ni debajo del agua».
En la mentalidad popular, a María Magdalena se la suele confundir con María de Betania, con la prostituta que ungió los pies a Jesús con sus cabellos o con la adúltera a la que iban a lapidar. «Eso es injusto para con ella». señala Jesús García.
Esta confusión procede de una tergiversación de su figura que nació en el siglo XI y que la identifica sin más con una pecadora, representándola desnuda –como una prostituta– y penitente –con la cruz y la calavera–, «pero en realidad no hay motivos históricos ni bíblicos para pensar que fuera así».