Los obispos gallegos recuerdan que los políticos no pueden «excluir a los cristianos» - Alfa y Omega

Los obispos gallegos recuerdan que los políticos no pueden «excluir a los cristianos»

Los obispos de Galicia recuerdan que los cargos públicos no acuden a los actos religiosos tradicionales «como persona privada, para expresar sus convicciones ideológicas personales», sino como representantes de todos los ciudadanos, después de que los nuevos alcaldes de Santiago, Ferrol y A Coruña se ausenten de una Ofrenda al Santísimo que hunde sus raíces en el antiguo reino de Galicia

José Antonio Méndez

El escudo que ondea en la badera de Galicia tiene en el centro un Cáliz y la Sagrada Forma de la Eucaristía. Rodeándolo, siete cruces blancas, símbolo de las siete ciudades del antiguo Reino de Galicia: Lugo, A Coruña, Santiago de Compostela, Ourense, Mondoñedo, Betanzos y Tui.

La catedral de Lugo ostenta, al menos desde el siglo XV, el privilegio papal de tener expuesto el Santísimo Sacramento las 24 horas del día. Algo que, en el momento de ser concedido, situaba a la ciudad gallega en una élite reservada para muy pocas de las grandes capitales de todo el mundo. Por ese motivo, en el blasón de Lugo puede leerse la leyenda «Hic hoc misterivm fidei firmiter prifitemvr», es decir, «Creemos con fidelidad en este misterio», en referencia a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Por estas fuertes raíces históricas de la fe cristiana del pueblo gallego, y sobre todo porque aún hoy muchos miles de ciudadanos de Galicia expresan sin rubor su condición de católicos, en Lugo se celebra cada año la tradicional Ofrenda de las siete ciudades del antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento de Lugo. Una ofrenda en la que, al menos desde 1669, y con la sola excepción de los días de la II República, han venido participando los diferentes alcaldes y represenantes políticos de las siete ciudades, no tanto para mostrar su devoción particular cuanto para responder al pueblo que representan.

Hasta hoy. Sólo 24 horas después de haber tomado posesión de sus cargos, los llamados «alcaldes de las mareas» han decidido no participar en este acto histórico, al que acuden cientos de gallegos. Los regidores de Santiago de Compostela, Martiño Noriega (Compostela Aberta), de A Coruña, Xulio Ferreiro (Marea Atlántica), y de Ferrol, Jorge Suárez (Ferrol en Común), han excusado su presencia aludiendo a uno de los argumentos más repetidos entre las nuevas plataformas de izquierdas durante la campaña electoral: la laicidad del Estado.

Su ausencia ha levantado las críticas del resto de regidores, tanto del Partido Popular como del PSOE, y ha supuesto el primer choque con los obispos de Galicia a la hora de entender la presencia de los poderes públicos en actos religiosos. Unos actos a los que «el representante político no acude como persona privada, para expresar sus convicciones ideológicas personales, sino en su específica función pública, precisamente a causa de la laicidad de las instituciones, que reconocen el valor de un gesto tan expresivo de nuestro pueblo», como han señalado los obispos gallegos en una carta conjunta, con la que salen al paso de esta primera polémica institucional.

En su carta, el arzobispo de Santiago de Compostela, los obispos de Lugo, Tui-Vigo, Ourense, el auxiliar de Santiago y el obispo emérito de Tui, recuerdan que «la laicidad del Estado significa que éste, en sus responsables e instituciones, no hace propia ninguna ideología (ateísmo, por ejemplo) o religión ni, por tanto, las impone a la sociedad; sino que, al contrario, afirma el respeto y la promoción de la libertad y de los derechos de los ciudadanos, tanto en su vida individual como comunitaria». Y señalan que, «por tanto, la laicidad del Estado respeta y promueve la variedad de convicciones existentes en la sociedad», que «por definición, no será nunca laica; pues las personas no pueden ser neutras, carentes de alguna forma de comprensión del mundo, de convicciones creyentes, ideológicas o religiosas».

Por eso, los obispos explican que «las instituciones del Estado, que no profesan una fe determinada, se saben en cambio al servicio de una sociedad que siempre profesa alguna», y por eso, «la laicidad del Estado sería destruída si se intentase hacer de las instituciones políticas instrumento para la imposición de la propia ideología o religión a la sociedad, al pueblo al que se ha de servir».

De ahí que alerten de que «la laicidad del Estado no puede consistir en negar la relevancia pública de este gesto tan propio de Galicia, sólo por el hecho de su forma cristiana» y que «no corresponde al Estado excluir a los cristianos y a sus celebraciones del ámbito público y reducirlos a lo privado».

Nota de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Santiago de Compostela con ocasión de la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento

La antigua tradición de la Ofrenda de las siete ciudades del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento en Lugo ha sido puesta en cuestión radicalmente en estos días. Se ha generado un debate sobre la legitimidad de esta tradición en una sociedad democrática en nombre de la «laicidad» del Estado, tal como la entienden algunos grupos o partidos políticos.

La objeción no afecta sólo al sentido de este gesto concreto, tan significativo en nuestra tierra, sino que se refiere a la relación entre nuestras instituciones políticas y la vida de una sociedad libre, de la que forma parte y es también expresión la Iglesia.

Por ello, parece muy conveniente tomar en consideración con calma estos argumentos, en primer lugar para intentar comprender mejor el sentido de este gesto que se celebra en Lugo, y luego para evitar extraer conclusiones que podrían ser erróneas.

La «laicidad» del Estado significa que éste, en sus responsables e instituciones, no hace propia ninguna ideología (ateísmo, por ejemplo) o religión ni, por tanto, las impone a la sociedad; sino que, al contrario, afirma el respeto y la promoción de la libertad y de los derechos de los ciudadanos, tanto en su vida individual como comunitaria.

Por tanto, la «laicidad» del Estado respeta y promueve la variedad de convicciones existentes en la sociedad. Ésta, por definición, no será nunca «laica»; pues las personas no pueden ser neutras, carentes de alguna forma de comprensión del mundo, de convicciones creyentes, ideológicas o religiosas.

En otros términos, las instituciones del Estado, que no profesan una fe determinada, se saben en cambio al servicio de una sociedad que siempre profesa alguna. Esto fue bien expresado en el art. 16 de nuestra Constitución, que defiende la libertad de todos afirmando la no confesionalidad del Estado e, igualmente, comprende el valor de la relación con una parte tan significativa en nuestra sociedad como es la Iglesia católica.

La «laicidad» del Estado sería destruída, sin embargo, si se intentase hacer de las instituciones políticas instrumento para la imposición de la propia ideología o religión a la sociedad, al pueblo al que se ha de servir.

El caso de la Ofrenda nos pone ante una tradición con muy profundas raíces en la historia de nuestro pueblo; más aún, es el único gesto público que todavía se refiere al Antiguo Reino de Galicia. Responde evidentemente a nuestra cultura y religión de siglos, que hoy sigue viva en muchísimos gallegos.

La «laicidad» del Estado no puede consistir en negar la relevancia pública de este gesto tan propio de Galicia, sólo por el hecho de su forma cristiana. No corresponde al Estado excluir a los cristianos y a sus celebraciones del ámbito público y reducirlos a lo privado.

En efecto, la Ofrenda no es una parte de la «vida de las instituciones políticas», sino de la vida pública de nuestra sociedad, sin duda mucho más amplia que la puramente política. Por ello, esta Ofrenda podría no celebrarse, si perdiese su humus vital en la sociedad gallega. Pero hoy día, sin embargo, la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia es un gesto cargado de significado; sigue viva, como la tradición cristiana en Galicia.

El representante político no acude a un acto semejante como persona privada, para expresar sus convicciones ideológicas personales, sino en su específica función pública, precisamente a causa de la «laicidad» de las instituciones, que reconocen el valor de un gesto tan expresivo de la vida de nuestro pueblo.

Por otra parte, esta Ofrenda tiene la peculiaridad de que se realiza en Lugo; y ello contribuye de modo muy significativo a la percepción de la historia de la Galicia real, plural, con varios centros de referencia, que es muy necesario tener en cuenta hoy.

La Ofrenda pone de manifiesto el significado en la historia gallega de las siete ciudades del Antiguo Reino, Lugo, A Coruña, Santiago de Compostela, Ourense, Mondoñedo, Betanzos y Tui. Por lo que, para la ciudad lucense, y en medidas diversas para las otras, la puesta en cuestión de la Ofrenda supone un menoscabo importante de su identidad misma.

Más allá de las circunstancias particulares de este año, confiamos en que esta tradición de la Ofrenda al Santísimo seguirá estando viva, haciendo palpable la identidad que expresa el escudo gallego mismo: la pluralidad de las siete cruces que rodean el símbolo de aquella fe con la que nuestros padres construyeron Galicia durante muchas generaciones.

La «laicidad» que caracteriza a nuestro Estado no lo impedirá, porque está destinada precisamente a garantizar el respeto y la promoción de la libertad de su pueblo, y, en primer lugar, el respeto a sus convicciones más hondas, a su fe, expresada privada o públicamente.

Todos los gallegos pueden sentirse invitados a participar en esta celebración, en la que se expresa su historia y su identidad, y en la que cada uno y cada ciudad tienen un lugar propio.

+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo
+ Luis Quinteiro Fiuza, Obispo de Tui-Vigo
+ Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Orense
+ Jesús Fernández González, Obispo Auxiliar de Santiago
+ José Diéguez Reboredo, Obispo Emérito de Tui-Vigo