«A los guardias civiles que sufrísteis a ETA, os pido que miréis a Cristo y digáis: Padre, perdónalos» - Alfa y Omega

«A los guardias civiles que sufrísteis a ETA, os pido que miréis a Cristo y digáis: Padre, perdónalos»

47 años después del asesinato del primer guardia civil asesinado por ETA, la Comandancia de Inchaurrondo celebró una Misa por todos los miembros del Cuerpo muertos a manos de los terroristas, y para pedir a Dios, en un gesto de hombría casi heroico, que conceda a la Benemérita la capacidad de perdonar de corazón a quienes tanto mal les han hecho

José Antonio Méndez

Pocos lugares en España se han visto tan sacudidos por la violencia de ETA como la Comandancia de la Guardia Civil del barrio de Inchaurrondo, en San Sebastián. A este cuartel pertenecían gran parte de los cien guardias civiles asesinados por la banda terrorista en esta región de Guipúzcoa, y a todos ellos han querido rendir homenaje sus compañeros del Cuerpo y el capellán castrense de la Comandancia.

Al conmemorarse los 47 años de la muerte del primer guardia civil asesinado por ETA, José Pardines Arcay, el 29 de mayo los miembros de la Benemérita destacados en San Sebastián celebraron una Misa de Acción de Gracias en Inchaurrondo, con la que querían sumarse también a otros dos aniversarios señalados: los 171 años de la fundación de la Benemérita, y el primer aniversario de la bendición del Cristo de la Serenidad que se venera en la capilla de la Casa Cuartel.

«Si el perdón no está en tu corazón, tampoco está Dios»

La Eucaristía fue presidida por el sacerdote castrense Carlos Manjón Requena, quien animó a los guardias civiles a ser «capaces de dar las gracias a Dios, y de perdonar a los demás, cada vez que miremos al Cristo de la Serenidad, a pesar de todo lo sufrido. Porque también el sufrimiento nos enseña a ser misericordiosos, nos enseña a aceptar el perdón y a quitar ofensas», según ha informado en una Nota el arzobispado castrense.

Pero, ¿puede un Guardia Civil que ha sufrido el zarpazo asesino de la ETA llegar a perdonar a los verdugos de sus compañeros y amigos? «A los que vivisteis la crueldad de ETA –afirmó el capellán Manjón–, no os pido que deis las gracias, no os pido que olvidéis, tan sólo os animo a que miréis al Cristo de la Serenidad y repitáis las palabras de Jesús en el madero de la Cruz: ¡Padre, perdónalos!» Porque «si el perdón no está en tu corazón, eso significa que tampoco está Dios; y cuando no está Dios, ni se sabe pedir perdón, ni se sabe perdonar a otros», aclaró el sacerdote castrense, alentando el espíritu de heroica magnanimidad que caracteriza a los guardias civiles.

El guardia civil José Pardines
El guardia civil José Pardines, primer miembro de la Benemérita asesinado por ETA

Cien gotas de sangre por los cien asesinados

El mensaje que el capellán lanzó a los miembros de la Benemérita no eludía la dura realidad que han atravesado los miembros del Cuerpo destacados en el País Vasco, y reconocía que «para muchos de vosotros, que habéis soportado la dureza del terrorismo, que habéis enterrado a compañeros, la palabra que menos os apetece pronunciar es la de gracias». Sin embargo, también aclaraba que «las gracias son para la Guardia Civil como Institución, porque gracias a ella vives y puedes vivir dignamente; son para tus compañeros, que muchas veces esperan de ti un simple gracias por el trabajo bien realizado; son para los que tienes en casa, que al amanecer o al anochecer te siguen aguantando sencillamente porque te quieren; son para los que se empeñan con ilusión en dejar esta Comandancia mejor de lo que se la encontraron» y son, naturalmente «para Dios», matizó.

Por cierto que la generosidad de espíritu a la que exhortó el capellán de la Guardia Civil tuvo también un reflejo en lo material: para responder al llamamiento de Cáritas Castrense, la colecta se realizó para los damnificados del terremoto de Nepal, con un montante superior a los 400 euros.

Con esta celebración, se venían a poner la rúbrica de los actos litúrgicos que habían comenzado unos días antes, con la conmemoración del primer aniversario de la bendición del Cristo de la Serenidad, una imagen que se venera en la capilla de Inchaurrondo, y está dedicada a rendir homenaje, desde la fe, a los cien guardias civiles asesinados por ETA en esta región de Guipúzcoa, con cada una de las cien gotas de sangre que están talladas brotando de su costado.