El cardenal Sebastián sobre Casaldáliga: «Toda su vida es un ejemplo» - Alfa y Omega

El cardenal Sebastián sobre Casaldáliga: «Toda su vida es un ejemplo»

«Su entrega religiosa y misionera a favor de los pobres le llevaron a posturas difíciles de comprender en el terreno de la política. Yo siempre pensé que sus actitudes y su comportamiento estaban inspirados por su voluntad radical de seguir a Jesús en su amor a los pobres y en la defensa de la justicia», dejó escrito el fallecido cardenal Fernando Sebastián sobre Pedro Casaldáliga

Fernando Sebastián Aguilar
Pedro Casaldáliga, a la derecha
Pedro Casaldáliga, a la derecha. Foto: Claretianos.

Me encontré con Pedro Casaldáliga por primera vez en el Noviciado de Vic, cuando yo ingresé en la Congregación de los Misioneros Claretianos en julio de 1945. Él terminaba su Noviciado cuando yo lo comenzaba, así que vivimos juntos todos los años de carrera eclesiástica.

Él iba siempre un curso por delante de mí. Yo me ordené en 1953 y a él lo ordenaron en 1952, en el Congreso Eucarístico de Barcelona. Casaldáliga fue siempre un religioso ejemplar, fervoroso, amable, servicial, exquisito en el cumplimiento de las Constituciones y de todas sus obligaciones. Vino a la congregación desde el seminario de Vic con la idea y el propósito muy claro de ir a las misiones. Me dijo que pedía cada día al Señor la gracia de ser misionero y de ser mártir. Lo primero lo ha conseguido ampliamente. Lo segundo, casi casi.

Tenía cualidades humanas extraordinarias. Era inteligente, rápido, y ha tenido siempre una extraordinaria facilidad para escribir y para componer poesía. Ha sido un excelente poeta, tanto en catalán como en castellano. En su vida espiritual se distinguía por su espíritu de mortificación y su fervorosa devoción a la Virgen María. Los primeros años de sacerdocio los dedicó intensamente al apostolado con los más pobres, los abandonados. Él estaba encargado del apostolado juvenil, primero en Sabadell y luego en Barcelona, en el barrio de Gràcia. Sus preferencias eran siempre para con los más desgraciados. A veces los acogía en los salones destinados a los jóvenes y esto le trajo algunos disgustos en la comunidad.

Estando en Barcelona participó también muy intensamente en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Era optimista, fervoroso, entusiasta, sacrificado. Llevaba una vida muy ocupada y muy intensa. Me consta que alguna vez se quedó dormido en la capilla de Sabadell y también en la de Barcelona por querer rezar el Breviario a última hora de la noche.

Al ser enviado a Brasil cumplió el propósito central de su vida. Allí entregó su vida plenamente y estuvo a punto de perderla en varias ocasiones. En una de mis visitas a la misión me contaron cómo unos días atrás, de madrugada, un hombre confesó que había recibido dinero para matar al obispo Casaldáliga. Estaba arrepentido y Pedro se las arregló para que uno de los misioneros que estaba con él lo sacara de allí inmediatamente, por el río Araguaia, y lo acompañara hasta Goiânia. Temía que quienes habían pagado por verle muerto ahora matasen a quien no había cumplido su encargo.

Su entrega religiosa y misionera a favor de los pobres le llevaron a posturas difíciles de comprender en el terreno de la política. Yo siempre pensé que sus actitudes y su comportamiento estaban inspirados por su voluntad radical de seguir a Jesús en su amor a los pobres y en la defensa de la justicia. Para comprender su actuación hay que conocer de cerca las situaciones de injusticia y de explotación que tenía a su alrededor. Él me dijo una vez: «Aquí no se puede ser cristiano sin defender los derechos de los pobres, pase lo que pase». Y tenía razón. Además de razón, tenía el valor de cumplirlo arriesgando continuamente su vida. Toda su vida es un ejemplo para los misioneros, los sacerdotes y los cristianos.