«No llevo demasiado bien eso de cantar en Misa»
El padre Damián es la última sensación de la televisión en España. Este joven sacerdote redentorista ha cantado al amor delante de más de 4 millones de personas. «Si la gente se queda con que la Iglesia tiene un rostro amable, cercano y normal, me doy por satisfecho»
«Padre, ¿me puedo confesar?», preguntó el cantante Alejandro Sanz. «Cuando quieras», respondió Damián con una sonrisa en la cara. Esta conversación no se produjo en ninguna iglesia, sino en un plató y de ella fueron testigos más de 4 millones de personas que seguían el programa La Voz, de Telecinco, a través de la televisión.
El joven sacerdote redentorista, de 28 años, acababa de superar la audición previo, y, por lo tanto, entraba a formar parte del popular reality. Dos de los cuatro miembros del jurado, formado por los cantantes Alejandro Sanz, Laura Pausini, Malú y Antonio Orozco, pujaron porque el sacerdote participara en el programa desde sus equipos.
El padre Damián eligió el equipo de Orozco después de escucharle: «Yo te puedo ayudar a ganar La Voz si tú me puedes ayudar a entrar en el cielo, porque no me quedan puntos», dijo Orozco.
En la misma gala, también la artista italiana Laura Pausini le dedicó unas palabras al redentorista: «Si estás aquí porque quieres profesar la palabra de Dios a través de la música durante el concurso, te agradezco por haber hecho esto».
«Mi objetivo siempre estuvo claro, por eso la elección de ponerme un corazón en la solapa. Creo que Dios es amor y tenemos que gritarlo al mundo, en medio de cualquier situación. Quería que lo que recordara la gente no fuera mi nombre, sino una presencia de la Iglesia en medio del mundo», cuenta el sacerdote a Alfa y Omega.
Elisa la del horno
La música llegó a la vida de Damián siendo un niño. Su abuela, Elisa la del horno, cantante de flamenco, fue la primera que le subió a un escenario. El hoy sacerdote tenía entonces 4 años y se puso a cantar unos fandangos. «Ahí arrancó mi historia con la música, que me ha acompañado toda mi vida». Con 16 años, comenzó su otra vocación, la de misionero, que al principio sorprendió mucho en su familia. «No éramos una familia muy religiosa. Pero cuando vieron que seguía siendo normal, que podía poner mis dones al servido de la gente y que yo era feliz, dijeron que adelante», recuerda.
¿Y yo por qué no?
Desde entonces, Damián tiene el don de la música, y siendo religioso surgió la oportunidad de ponerlo a fructificar. «Tuve tentación de presentarme a otros concursos como Operación Triunfo o el Número 1», pero «consideré en su momento que no era el formato adecuado. Se exigía vivir en una academia y eso suponía que tenía que abandonar mi vida de religioso». Después apareció La Voz, un programa en el que «no vendes tu intimidad, ni tu día a día. Vas, concursas y te vuelves a la comunidad», explica. Pero para la primera edición del programa no estaba preparado. «Todavía no era sacerdote, estaba en período de formación, y ese año me iba de misionero a la India». Después llegó sor Cristina Scuccia, la monja italiana que hace un año ganó La Voz Italia, tras lo cual, al recoger el Premio, puso a todos los presentes a rezar un Padrenuestro. «Al llegar de Calcuta, vi el éxito de sor Cristina. Me di cuenta de que yo podría hacer lo mismo. Y pensé: ¿Y yo por qué no? Hasta el Papa recibió su disco y la felicitó en público». Entonces se presentó a La Voz, consiguió entrar, conquistó a los espectadores, y después le eliminaron.
Un don hecho frutos
A pesar de caer eliminado antes de tiempo, el don ha dado fruto. «Basta leer tuits como éste de personas alejadas de la Iglesia: Me gustaría ir a la Misa del padre Damián, ¿alguien sabe cuál es su parroquia?», asegura el sacerdote. De hecho, desde que participó en el programa, el padre Damián, que a diario celebra la misa de 21 h. en la madrileña parroquia del Perpetuo Socorro, ha visto aumentar sus feligreses, «hasta el punto de que ahora hay gente de pie». Entre los nuevos feligreses, hay también algunos de sus compañeros, «que me dijeron que iban a ir a Misa y, de hecho, han venido».
Durante el programa también fueron muchos los participantes que le decían que sus misas tenían que ser una pasada. Pero nada más lejos de la realidad. «Cuando celebro Misa no me gusta la extravagancia. Por muy cercano que sea, y yo suelo buscar el camino medio, no me gusta que se pierda elegancia. Estoy celebrando algo precioso, pero además profundo, con cierto misterio: el misterio del Señor que se nos entrega». Y, ¡sorpresa!, «no llevo demasiado bien eso de cantar en Misa. Yo cuando celebro, celebro, y cuando canto, canto. Además, en la parroquia hay un coro juvenil muy bueno que es un referente dentro de la celebración».
El padre Damián cayó eliminado en su batalla contra José Antonio. Era la última ronda antes de la fase final del programa. Cuando Jesús Vázquez levantó la mano de su contrincante, símbolo de que se acababa la aventura del sacerdote en La Voz, en seguida, el padre Damián comenzó a alabar a su compañero: «Si yo hubiera sido coach [jurado] también lo habría elegido a él». Los halagos a sus compañeros fueron constantes durante el programa. Ahora, ya fuera, asegura quedarse «con todo lo vivido con ellos. He hecho el esfuerzo y he tenido la oportunidad de hablar y coincidir con todos los compañeros, aunque fueran de otros equipos». Y eso le ha llevado a vivir «experiencias maravillosas». Por ejemplo, «he quedado aquí dos veces en la parroquia, con amigos y compañeros de La Voz, para ver el programa». Después de la primera gala, que el sacerdote estaba viendo junto a miembros de su comunidad y algunos de sus compañeros del programa televisivo, el padre Damián invitó a todos a dar una vuelta por la comunidad para conocerla. «Les enseñé la biblioteca, que es la joya de la comunidad. Les gustó mucho». Después, acudieron a la iglesia. «El templo, a oscuras, estaba sólo para nosotros. Ellos alucinaban», explica. Y allí, en medio de la oscuridad, ante la presencia del Señor, «nos pusimos a cantar gospel juntos y fue precioso».
Rostro amable
Damián se queda con la relación con sus compañeros. ¿Pero qué se han quedado sus compañeros de él? «Que soy una figura tierna. Que la Iglesia también tiene un rostro amable, un rostro cercano y normal. Si se han quedado con eso, yo me doy por satisfecho», confiesa el sacerdote a Alfa y Omega. Y luego dirige una petición al resto de sacerdotes, a los que invita a «que se planteen cómo ser misioneros. Ser misionero es lo que yo he aprendido y, además, es el modelo de Iglesia en el que creo y en el que confío. Una Iglesia que se remanga las faldas para salir al encuentro de la gente, allá donde está la gente. En mi caso, a través de La Voz, otros dando de comer a los que lo necesitan. Tenemos que ser una Iglesia en salida en la línea del Papa Francisco».