Así se está viviendo la fiesta de san Pantaleón, un santo que «hace mucho caso» en asuntos de salud - Alfa y Omega

Así se está viviendo la fiesta de san Pantaleón, un santo que «hace mucho caso» en asuntos de salud

Begoña Aragoneses

Desde que la sangre de san Pantaleón llegó al monasterio de la Encarnación al poco de su fundación en 1616, hay constancia de que todos los años se ha licuado. «Esto es importante —explica el padre Joaquín Martín Abad, uno de los capellanes— porque incluso durante los años de la guerra civil, cuando el edificio estuvo custodiado por guardias de la República, estos pudieron comprobar que se seguía licuando». Y en este 2020, inmersos en una pandemia que ha azotado especialmente a la ciudad de Madrid, se ha vuelto a obrar el prodigio.

El sacerdote cuenta que el pasado viernes, cuando se probó el circuito cerrado de imagen para que los fieles pudieran ver ampliada, en televisores instalados dentro del templo, la ampolla con la sangre del santo, esta estaba en estado sólido. «Ayer por la tarde ya se movía con una densidad similar a la del aceite». Y este lunes, 27 de julio, cuando se celebra el día del martirio de san Pantaleón, se puede apreciar su fluidez propia de la licuación: «Adquiere mayor volumen y pasa de un color marrón oscuro a un rojo más vivo». A partir de mañana, volverá a solidificarse poco a poco: «La superficie se queda cóncava y coge un color más parduzco».

San Pantaleón, médico del siglo III que sufrió el martirio durante la persecución de Diocleciano, cuando contaba con 29 años, es especial para la concesión de favores relacionados con la salud. «Hace mucho caso», asegura el capellán. Así le sucedió a María del Val, que acude a verle todos los 27 de julio desde el año 1993, cuando de jovencita se curó de una meningitis. «No conocía a san Pantaleón, pero una vecina me dio una estampa y le recé», cuenta. O a Lola, que también es devota habitual y que acude a pedir salud, «hoy no puedes pedir otra cosa».

De Linares (Jaén), en el tren de las 7:00 horas, han llegado Magda y su hija, también Magda, venezolanas que aterrizaron en España hace 18 meses huyendo de la situación en su país, y que han acudido de propio en el día para cumplir una promesa. «Tengo una hija enferma –cuenta Magda madre–; vengo porque se lo prometí el año pasado, para que la siga ayudando». Oyó hablar de san Pantaleón recién llegada a nuestro país, en una escapada que hicieron a Madrid hace un año, subidas en uno de los autobuses turísticos que recorren la ciudad. «Al pasar por delante del monasterio algo nos comentaron y vinimos».

Exhaustivos controles de seguridad

Este año ha cambiado todo mucho. Los que acuden echan de menos que no haya Eucaristías en el templo y que no puedan sentarse a rezar. El capellán indica que es complicado mantener el aforo con las cinco Misas habituales y la entrada de personas a venerar las reliquias. Pero todos lo asumen porque la seguridad está por encima de todo. El control es exhaustivo y los fieles tienen que mantener la distancia dentro del templo, haciendo un recorrido circular para poder acercarse a las reliquias del santo: la ampolla con la sangre y un trozo de hueso que en esta ocasión no se puede besar. A diferencia de otros años, la imagen de san Pantaleón, una talla del siglo XIX elaborada por Francisco Font, se ha colocado encima del altar, junto al relicario con la ampolla.

Consuelo es una de las devotas que lamenta no haber podido sentarse a rezar dentro del templo. A sus 81 años muy bien conservados, quizá de tanto pedirle salud al santo –«nos tiene jóvenes»–, le ha invocado este año también «para que se acabe el coronavirus, como era médico…». Ha venido desde Vicálvaro con dos hermanos más, Demetrio y Antonina, a honrar al que también es el patrón de su pueblo, Porzuna, en Ciudad Real. «Cuando no estamos en el pueblo, venimos aquí. Yo le he pedido muchas cosas y me las ha concedido. Por ejemplo, una operación de vista que tuvo mi yerno. Y como salió bien, le puse un castillo». Esto es, el día de la fiesta se paga unos fuegos artificiales y «cuando entra el santo en la iglesia, se enciende para que lo vea».

Regalo del Papa Pablo V

Cuando no está expuesta, la sangre de san Pantaleón se mantiene en la capilla relicario que hay a la espalda del retablo y que alberga también otras 2.000 reliquias de santos. Esta sangre vino a España de la mano de don Juan de Zúñiga, virrey de Nápoles, que la había recibido como regalo del Papa Pablo V. A su vez, se la entregó a su hija, doña Aldonza, una de las primeras monjas del convento. La sangre es parte de la que se conserva en una ampolla mucho mayor en la catedral de Ravello (Italia), y que, tal y como explica Martín Abad, «bulle» como si el corazón del santo estuviera aún latiendo y bombeándola.

Precisamente de Italia han acudido una pareja de turistas que pasaban por allí y que, al ver que era la sangre de san Pantaleón, han entrado a venerarla: «¡Qué bien, porque en Italia también lo tenemos!». Y también ha llegado Lola, que acude por primera vez en su vida «para conocer la tradición», animada por un amigo ya jubilado que ha trabajado siempre en Patrimonio Nacional –entidad que gestiona el monasterio de la Encarnación– y que conoce muy bien todo lo que rodea a san Pantaleón.

El templo permanecerá abierto hasta las 14:00 horas y de 17:00 a 21:00 horas para todo el que quiera, como indica el capellán, «pueda agradecerle al santo los favores recibidos por su intercesión y pedirle por los enfermos». Un joven médico, san Pantaleón que cura cuerpos y almas, como canta su himno, y cuya sangre licuada, sin explicación médica y científica posible, es sin duda, como la Iglesia dice de la sangre de los mártires, semilla de nuevos cristianos.