Paradigma de teólogo medieval, san Pedro Damián estuvo a punto de no durar mucho en este mundo: cuando este retoño de familia humilde y numerosa nació en Rávena en el año 1007, su madre fue presionada para dejarle morir de hambre. Su salvación se debió a la generosidad de una amiga de la familia que se ofreció a adoptarle durante sus primeros años de vida. Ya adolescente, cayó bajo el cuidado de un hermano que le sometió a un trato vejatorio, obligándole por ejemplo a cuidar de una piara de cerdo.
Menos mal que otro hermano se apiadó de él, detectó su excepcional inteligencia y corrió con los gastos de sus estudios, primero en Rávena y después en Fiensa y en Rávena. Le agradecerá el esfuerzo agregando su nombre al suyo, firmando a partir de entonces Petrus Damiani. Erudito, San Pedro Damián abre cátedra en Parma y no tarda en atraer a discípulos. No obstante, el éxito terrenal no colma sus aspiraciones y opta por la vida de convento tras un encuentro casual con dos monjes.
San Pedro Damián aprovecha su nuevo estado para fundar nuevas comunidades monacales de acuerdo con la Regla de San Benito. Pero sobre todo, denuncia con rotundidad la corrupción moral que impera en la Italia altomedieval. Y no en vano: papas, obispos y gobernantes apelan a su competencia para reformar al clero y a las sociedades, al tiempo que le encargan misiones diplomáticas en Italia, Francia y Alemania. Esteban X le nombra cardenal-obispo de Ostia.
Aún tiene tiempo para escribir. Su primer gran trabajo fue Del desprecio del mundo, libro en el que arremete contra el lujo de los que «amontonan en su mesa los platos abundantes, donde huelen las especias de la India; usan vasos de cristal, en los que brilla el oro del vino, adobado con mieles: se adornan con collares de oro…». Nace de esta forma la doctrina del menosprecio de los bienes caducos, que tanta influencia tuvo en san Bernardo de Claraval y en san Francisco de Asís.
Su segunda gran obra es Del celibato sacerdotal, en la que defiende que Cristo virgen solo puede confiar su Cuerpo a sacerdotes vírgenes. Un libro póstumo que sirvió de referencia a Gregorio VII, para llevar a cabo las reforma cluniacense y combatir la relajación eclesiástica.
San Pedro Damián murió en Faenza el 22 de febrero de 1072 y fue canonizado en 1625.