El dogma, necesario para la catequesis - Alfa y Omega

El dogma, necesario para la catequesis

El Papa Juan Pablo II ha encargado al cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la elaboración de un Compendio del Catecismo de la Iglesia católica que constituya «una síntesis, en una forma breve, sencilla y clara, de lo que es esencial en la fe y la moral católica». El cardenal alemán defiende, en esta entrevista concedida a Zenit, la necesidad de una cristalización de la doctrina católica como medio para reforzar la catequesis: «Para dialogar adecuadamente es necesario saber de qué tenemos que hablar»

Zenit

¿Por qué un Compendio del Catecismo? El texto publicado en 1992, ¿es demasiado pesado?
El deseo de un Catecismo breve nació inmediatamente después de la publicación del extenso. La edición de 1992 es un punto de referencia importante para saber qué enseña la Iglesia, y por esto es útil también para los no católicos. Por otro lado, sin embargo, resulta demasiado voluminoso, especialmente para el simple uso catequístico. De aquí la necesidad de una síntesis —en una forma breve, sencilla y clara— de lo que es esencial y fundamental en la fe y la moral católica. Mientras, se han publicado diferentes intentos en este sentido. Diría que ninguno lo ha conseguido. Finalmente, en el Congreso internacional celebrado en el Vaticano el pasado octubre —con ocasión de los diez años del Catecismo—, fue expresado este deseo al Santo Padre. Y el Papa dio su consentimiento.

El Compendio no será un compendio de la fe católica, sino el compendio del Catecismo de 1992, al que deberá ser fiel. Al mismo tiempo, el Compendio deberá tener características de legibilidad que lo hagan verdaderamente accesible a muchos.

Sin embargo, como afirmó el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, la propia idea de catecismo se rechaza con mucha frecuencia, «al menos en los países germanófonos y, sobre todo, en el ambiente oficial de la catequesis»…
Es cierto; existe cierta aversión hacia cualquier intento de cristalizar en palabras una doctrina, en nombre de una flexibilidad, y hay cierto antidogmatismo que está vivo en muchos corazones; y especialmente el movimiento catequístico post-conciliar acentuó el aspecto antropológico de la cuestión, y creyó que un catecismo, siendo demasiado doctrinal, sería un impedimento al necesario diálogo con el hombre de hoy. Nosotros estamos convencidos de lo contrario. Para dialogar adecuadamente es necesario saber de qué tenemos que hablar. Es necesario conocer la sustancia de nuestra fe. Por ello, un catecismo es actualmente más necesario que nunca.

¿Incluso a la luz del «resultado catastrófico de la catequesis moderna», que usted denunció hace algunos años?
Es un hecho. Sin ánimo de condenar a nadie, es evidente que hoy la ignorancia religiosa es tremenda; basta con hablar con las nuevas generaciones… En el post-Concilio, evidentemente, no se consiguió transmitir concretamente los contenidos de la fe cristiana.

¿Cuándo podría estar listo?
Es difícil preverlo. Tenemos que preparar un texto, que después habrá que someter a la valoración de todos los cardenales del Sacro Colegio y de todos los Presidentes de las Conferencias Episcopales. En cualquier caso, si todo va bien, el Compendio debería estar preparado en dos años.

Una vez publicado, ¿deberá ser normativo para todos los catecismos de las Conferencias Episcopales?
El texto será normativo en lo relativo a los contenidos doctrinales, que son los del Catecismo de 1992, mientras que ofrecerá sugerencias en cuanto al método, visto que en este campo hay que dejar una gran libertad, porque los contextos sociales y culturales en la esfera católica son muy diferentes entre sí. Respetando los contenidos esenciales de la fe, cierta flexibilidad metodológica siempre es necesaria en la catequesis.

En cuanto a dos temas, pena de muerte y guerra justa, ¿es posible que haya evolución respecto a como fueron tratados en 1992?
En efecto, sobre la cuestión de la pena de muerte, entre la primera edición del Catecismo de 1992 y su edición típica en latín —publicada en 1997—, hubo una notable evolución. La sustancia permaneció idéntica, pero la estructuración de los argumentos se desarrolló en sentido restrictivo. No excluyo que sobre estos temas pueda haber variaciones en el tipo de argumentaciones, y que en las proporciones de diferentes aspectos de los problemas pueda haber variaciones. Excluiría cambios radicales.

Una pregunta de actualidad, en cierto modo inherente al Catecismo: ¿La guerra angloamericana contra Irak entra en los cánones de la guerra justa?
El Papa expresó con gran claridad su pensamiento, no sólo como pensamiento individual, sino como pensamiento de un hombre de conocimiento en las funciones más elevadas de la Iglesia católica. Ciertamente, no impuso esta postura como doctrina de la Iglesia, sino como llamamiento de una conciencia iluminada por la fe. Este juicio del Santo Padre es convincente también desde un punto de vista racional: no había motivos suficientes para desencadenar una guerra contra Irak. Sin contar, además, con que tendríamos que comenzar por preguntarnos si al día de hoy, con las nuevas armas que permiten destrucciones que van mucho más allá de los grupos combatientes, es aún lícito admitir la existencia misma de una guerra justa.