Padre Piquer - Alfa y Omega

Padre Piquer

Joaquín Martín Abad
Estatua del Padre Piquer
Foto: Luis García.

Francisco Plácido Piquer Rudilla, sacerdote diocesano secular, turolense venido a Madrid, fundador del Monte de Piedad y precursor de las cajas de ahorros tenía estatua (bronce de J. Alverro 1889) en la plaza de Las Descalzas. Los montes de piedad habían surgido en Italia franciscanamente a comienzos del siglo XV para facilitar préstamos con espíritu cristiano. En España y en el XVI nacieron Pósitos y Arcas de Misericordia con préstamos agrarios en especie, generalmente de grano.

La innovación de Piquer consistió en que el crédito en metálico para los más necesitados no devengaría interés alguno y, si debía ser socorro para vivos, primero sufragio para difuntos. Además, la institución debía contar con una capilla en la que se celebraran diariamente Misas por las ánimas según regulaba la Hermandad de Nuestra Señora del Monte de Piedad. Solo en el siglo XVIII se celebraron medio millón de Misas y el monte contaba con dos millones y medio de reales de vellón de capital y otro tanto de préstamos. Era gobernado por un presidente nombrado por el rey —entre los ministros de su Consejo—, el capellán mayor de las Descalzas Reales, el vicario, el corregidor de Madrid y un administrador general.

El padre Piquer había nacido en Valbona (Teruel) en 1666. Su padre murió cuando él tenía un año, dejando a la madre con cuatro hijos. Ingresó en el seminario de Teruel y, una vez ordenado presbítero, ya en Madrid en 1694 fue capellán contralto en las Descalzas Reales y en la capilla Real. Falleció en Madrid en 1739.

El 3 de diciembre de 1702 (san Francisco Javier, de quien era muy devoto) Piquer llamó a familiares y amigos al hospital de la Misericordia, donde vivía, colocó la primera cajita de ánimas y les dijo: «Sean vuestras mercedes testigos de que este real de plata que echo en esta caja, á de ser el principio y fundamento de un Monte de Piedad, que Dios á de fundar para sufragio de las ánimas y socorro de los vivos».

De esa cajita vinieron cajas y bancos, con intereses en préstamos y sin socorro para esta vida ni sufragios para la eterna. Siguen en la plaza la famosa portada barroca y las Descalzas (donde volvieron en 2017 a reposar los restos de Piquer). Cambiaron monte a caja, a banco y a hotel. Sigue, pero cambia la historia. ¿Y qué será de la estatua?