Miradlo, recibid su amor, Él os habla - Alfa y Omega

Al acercarse esta fiesta tan entrañable para todos nosotros los cristianos, de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, me dirijo a vosotros con una expresión muy bella de santa Teresa de Jesús, que manifiesta la estima, la fe, la hondura con que la Santa de Ávila contemplaba el misterio de la Eucaristía: «No os pido más que le miréis». El próximo día 7 de junio, en todos los lugares de España (en Madrid, a las 18:00 horas, celebraremos la Eucaristía en la catedral y habrá la procesión solemne del Santísimo Sacramento por el corazón de Madrid, desde la catedral hasta la Puerta del Sol). Estéis en el lugar que fuere, os invito a participar. Solamente os pido que lo miréis y contempléis. Acompañadme. Es un regalo para todos los hombres el que nos hace el Señor en esta fiesta, pues al contemplarle, al mirarle, cambian nuestros planteamientos y, sobre todo, cambia el corazón, si dejamos que entre su mirada en nosotros y su corazón. Trasplantar los ojos y el corazón, y dejarnos poner los ojos y el corazón de Jesucristo es una necesidad. Este mirar y dejarnos mirar es urgente, para que todos los hombres y mujeres nos encontremos, y descubramos, con quien nos lo ha revelado: que somos hijos de Dios, que somos hermanos y que lo nuestro en este mundo es hacer la cultura del encuentro, que solamente entiende de inclusión y no de exclusión.

Os hago esta invitación en este Año en que celebramos los 500 años del nacimiento de santa Teresa de Jesús. Sí, hace tantos años que ya esta mujer de Dios, que vivía muy cerca de las situaciones de los hombres, nos decía esto: No os pido más que lo miréis. Eso mismo os digo a todos vosotros, los cristianos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad: Mirad al Señor y dejaos mirar por Él. Él nada os quita y, sin embargo, nos da todo. Mirándole a Él, contemplando el misterio de la Eucaristía, vemos a Quien vivió y murió por amor a los hombres, a Quien nos dio la certeza de que el ser humano está y es el centro de todo lo que existe, pues así lo quiso Dios. Y Dios mismo se hizo hombre para hacernos descubrir quién es el hombre y hacernos ver el rostro de Dios. No os pido más que lo miréis, es Dios y hombre verdadero. Es el mismo que nació en Belén, que vivió entre nosotros, que murió en la Cruz y que ha resucitado. Gracias, por mirar al Señor: nos da todo sin pedirnos nada, nos ama sin condiciones. Es cierto que, al experimentar tal amor, necesariamente decimos: ¿Qué quieres que haga, Señor?

El Día de la Caridad

En la fiesta del Corpus Christi, celebramos el Día de la Caridad. Y es que, al contemplar y mirar a Jesucristo, presente realmente en el misterio de la Eucaristía, dejemos que nos haga esta pregunta: ¿Dónde está tu hermano? Nos hace ver que, solamente pasando por la vida como samaritanos, es decir, poniendo lo que somos y tenemos al servicio de los que más necesitan, hacemos verdad aquello que nos pide el Señor en la parábola del Buen Samaritano: Vete y haz tú lo mismo.

Queridos hermanos sacerdotes: No os pido más que lo miréis. Encontraréis aliento, confianza, esperanza y creatividad para vivir el regalo de nuestro ministerio en medio de los hombres. Queridos miembros de la vida consagrada: No os pido más que lo miréis. Vuestra riqueza es Jesucristo. Pertenecéis al Señor; vivir como amigos fuertes suyos es vuestra misión y vuestra pasión: ser totalmente de Cristo para transformaros, manteniendo ardiendo en el corazón esa llama viva de amor que se alimenta de la adhesión total a Cristo. Queridos fieles laicos: No os pido más que lo miréis. Encontraréis que Él os planteará muchos retos para estar presentes en medio del mundo como discípulos creíbles de Jesucristo, en la familia, en la cultura, en la economía, en la política, en todos los lugares donde se juega que el ser humano sea centro, y todo esté al servicio de quien es imagen y semejanza de Dios. Queridos jóvenes: No os pido más que lo miréis; eso es lo que todos los primeros viernes de cada mes estamos viviendo: mirarle y dejar que nos mire. Estoy seguro de que, en lo más profundo de nuestro corazón, Él suscitará en nosotros preguntas, respuestas, compromisos, que en muchos casos supondrá entregar toda la vida para dedicarnos a la tarea más noble, dar todo para que Jesucristo se manifieste como lo que realmente es: Camino, Verdad y Vida. A quienes no os habéis encontrado aún con Jesucristo –o, quizás, quienes hablamos de Él no damos ese testimonio que hace que quienes se encuentren con nosotros miren al Señor– os pido que lo miréis a Él. Ésta fue la recomendación de Pedro cuando quedó curado el paralítico y se arrodilló ante él; enseguida le dijo: «Levántate, soy un hombre como tú, quien te ha curado es Jesucristo». Todos podemos ser curados. Por eso: No os pido más que lo miréis.

Miradle y dejaos mirar por Él. Cristo revela a Dios que es Padre, que es amor, tal y como nos lo explica el apóstol san Juan en su Carta primera (cfr. 1 Jn 4, 16). Se nos muestra a Dios rico en misericordia. Es la realidad que Jesucristo nos hace presente, no es un tema de enseñanza; por ello, os ruego que lo miréis y contempléis, pues hacer presente a Dios en cuanto amor y misericordia es la prueba más grande de su misión como Mesías. El tema clave y principal de su predicación es la misericordia, hacer presente a Dios que es padre, amor y misericordia. Cuando lo miréis, recordad dos parábolas: la del Hijo pródigo y la del Buen samaritano. Miradle, contempladle, es el Buen Pastor que busca a las ovejas y nos dice que Él, al revelarnos el amor-misericordia de Dios, exigía al mismo tiempo a los hombres que se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Cristo es modelo de amor misericordioso a los demás. Con sus obras proclama esa misericordia. No so pido más que lo miréis.

Acompañadme en esta solemnidad del Corpus Christi. Miradle. Estoy seguro que obrará maravillas en vosotros. Esto es lo que os ofrezco: a Jesucristo, dador de todo bien, que mira a todos los hombres sin excepción y obra maravillas en nuestros corazones.