No somos meras piezas - Alfa y Omega

No somos meras piezas

Javier Alonso Sandoica

Me he leído recientemente un artículo de Giuseppe Richieri, uno de los grandes especialistas europeos sobre la sociedad de la información, a propósito del término calidad en televisión. Al releerlo, me he afirmado en el principio de que la lucidez siempre se apoya sobre un terreno de sencillez extrema. Richieri dice que todo espectador no debe engañarse, porque existe una divergencia capital entre la función social y cultural de la televisión, por un lado, y la naturaleza económica de la empresa televisiva por otro. Es decir, al espectador se le maneja exclusivamente como consumidor, no como candidato a una vida excelsa. Existe un anuncio institucional que puebla las calles de la capital de España, en el que se hace alusión a nuestra condición de ciudadanos, en él se nos dice que no somos más que una pieza dentro del puzzle global. Es así; para las instituciones políticas somos una pieza cívica, para la televisión somos una pieza de consumo. Pero hay algo dentro de nosotros que pugna por despiezarnos, y eso sólo ocurre cuando nos ponemos delante de alguien que nos quiere. Si converso con mi abuelo, jamás me va a tratar como un fragmento dentro de un engranaje cívico, sino como al nieto que soy, del que se muere por oír que le cuente el relato cotidiano de lo que me pasa.

La televisión no es mi abuelo, la tele viene a negociar conmigo y me planta su stand, con azafatas, cartelería, degustaciones, lucecitas placenteras, risas precocinadas, etc. Y esto se agudiza en verano, cuando lo único que cuenta para el programador es producir en el espectador el mismo impacto del chapuzón en la piscina, una sensación de colisión blanda y emocional. El comercio de la televisión en verano es más de baratillo que de tienda de la Quinta Avenida neoyorquina. La televisión de verano tiene las mismas armas del candidato político en plena vorágine promocional. Lo digo porque, en la televisión nacional de México, un periodista le hizo una pregunta a López Obrador, candidato a la presidencia del país, a propósito de cuál era su religión, y él contestó: «Yo soy católico, la vida y el trabajo de Jesús me llena de pasión. Él también fue espiado por los poderosos de su era. Yo soy muy democrático y muy místico». Con lo cual, comparando su vida con la del Hijo de Dios, mostró abiertamente que sus comentarios apelaban cínicamente al corazón religioso de los ciudadanos, como piezas para el voto favorable. Pues ni somos meras piezas cívicas, ni económicas, ni carne de cañón de votantes, sino otra realidad.