El obispo de El Paso denuncia que hoy EE. UU. expulsa a los migrantes como en 1939 a los judíos
Monseñor Mark Seitz, obispo de El Paso, inauguró la semana pasada un centro para atender a migrantes embarazadas en Ciudad Juárez. Allí, denunció que con las nuevas medidas adoptadas por la Administración Trump, su país ha puesto fin «de forma efectiva» al «derecho fundamental a obtener asilo en la frontera»
El obispo de El Paso (Estados Unidos), monseñor Mark Seitz, denunció la semana pasada que Estados Unidos ha puesto fin «de forma efectiva» al «derecho fundamental a obtener asilo en la frontera». La situación en el norte de México, con entre 60.000 y 70.000 migrantes concentrados a lo largo de la frontera entre ambos países, es equiparable a cuando en 1939 el Gobierno estadounidense envió «un barco lleno de refugiados judíos de vuelta a los campos de exterminio de la Alemania nazi».
Aludía así el prelado al incidente del M. S. Saint Louis, en el que 900 judíos intentaron alcanzar Estados Unidos. Fueron rechazados. «Pensamos que habíamos aprendido después de sentir esa culpa». Pero 81 años después «enviamos de vuelta a quienes han escapado de las pandillas del narcotráfico».
Obligar a decenas de miles de personas a esperar en las puertas del país a que se tramiten sus solicitudes de asilo, como hace el plan Permanecer en México, ha causado «más de 1.000 casos denunciados públicamente de violación, asesinato, secuestro y tortura de migrantes», criticó el obispo de El Paso, citando datos de la organización Human Rights First.
Ansiosa por llegar a Estados Unidos… y por bautizar a sus hijos
Seitz pronunció estas duras palabras el 25 de junio, en Ciudad Juárez, donde inauguró un proyecto para mujeres embarazadas apoyado por el Fondo de Asistencia para Refugiados Fronterizos de su diócesis. En su discurso, difiundido por el Hope Border Institut el sábado, destacó que se trata de una «expresión de la solidaridad de la Iglesia».
Después de reunirse con migrantes embarazadas y con niños pequeños, puso como ejemplo a Clara, de la que por seguridad no pudo decir ni su verdadero nombre ni el país de origen o las causas de su huida. Sus dos hijos, uno de ellos recién nacido, fueron «concebidos de la manera más brutal». Y ella está «ansiosa» por que reciban el bautismo.
«Tejido moral deshilachado»
La entereza de esta mujer contrasta con la realidad social de Estados Unidos. Allí «el tejido moral está deshilachado, un país expuesto y desnudo ante el Señor», lamentó monseñor Seitz. «El compromiso estadounidense hacia los solicitantes de asilo y los refugiados se ha erosionado»; un proceso del que «todos somos responsables» y que hará avergonzarse a las generaciones futuras.
El obispo concentró sus críticas en los últimos pasos dados por la Administración Trump para endurecer aún más esta política amparándose en la crisis sanitaria. Así, invocando el Título 42 del Código de Estados Unidos, sobre «salud y bienestar públicos», se ha ordenado a los agentes fronterizos expulsar a todas las personas sorprendidas intentando entrar en el país, en vez de aplicarles la legislación migratoria. «Todos los días devuelven a la fuerza a los migrantes, brutalmente despojados de las protecciones de la ley, incluidas mujeres y niños, a Ciudad Juárez, considerada la segunda ciudad más peligrosa del mundo».
Conexión con el problema del racismo
Los que son arrestados, en vez de ser puestos en manos de entidades humanitarias que los atiendan, son enviados a centros de detención que «se han convertido en laboratorios del COVID-19». En los de El Paso, de hecho, «actualmente hay un brote importante y peligroso». Después, al expulsarlos, se está contribuyendo a la expansión del virus, recordó: «En Guatemala, casi el 20 % de los casos de coronavirus se pueden conectar con deportaciones».
La Iglesia teme que todas estas decisiones hayan llegado para quedarse. De hecho, «los nuevos reglamentos de asilo propuestos y publicados el 15 de junio, incorporarán muchos de estos abusos», recalcó el prelado. Hechos que, abundó, no están «desconectados» del problema de racismo que vive el país. Es precisamente esta actitud la que permite «apartar la vista de la masa de personas» que se agolpan en la frontera y a las que se niega «protección y el debido proceso» legal.
Espacio para la esperanza
«Levanto mi voz como cristiano, como pastor», para «arrodillarme y aprender de Cristo en el sufrimiento. Y he aprendido que somos nosotros los que le estamos causando sufrimiento», compartió Seitz. Y, sin embargo, quiso subrayar también que la odisea de Clara, como la de otros tantos, «es una historia de esperanza. A pesar de todo lo que soportó, está soportando y soportará, Clara es un signo inspirador de fortaleza, resistencia y esperanza».
También se mostró inspirado por la colaboración de las iglesias a ambos lados de la frontera para atender esta realidad. «Incluso en medio de toda la inhumanidad, el Señor está escribiendo un hermoso capítulo» de la historia de la frontera.
«Habrá un día en que todo este dolor ya no existirá, cuando las paredes del odio se derrumben y cuando la gracia transformará el oscuro presente en algo mejor. Pero eso es tarea nuestra», dejando actuar al Señor que «transforma el racismo y el odio en arrepentimiento y reconciliación».