Una ley amortizada - Alfa y Omega

Una ley amortizada

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A pesar de todos los interrogantes que se ciernen sobre la escuela tras la pandemia del coronavirus, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido proseguir a toda costa con la tramitación de la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE). El objetivo es que la conocida como ley Celaá esté aprobada a finales de año, según ha anunciado la propia ministra, aun con la oposición de buena parte de la comunidad educativa y del arco parlamentario.

En una nota publicada la semana pasada, al hilo del rechazo del Congreso a las enmiendas a la totalidad presentadas por PP, Ciudadanos y Vox, la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura pedía «diálogo» e incidía en la necesidad de «proteger y promover el derecho a la educación y la libertad de enseñanza» en los términos que recoge la Constitución. Así, reclamaba que la norma incluya la demanda social en todas las etapas del proceso educativo y recordaba que la dimensión moral y religiosa de la persona «no puede excluirse del ámbito escolar», con la vista puesta en la degradación de la asignatura de Religión.

Desde Reli es +, un movimiento promovido por las delegaciones diocesanas de Enseñanza, grupos de profesores, padres y otros colectivos sociales, hicieron notar en redes sociales su enfado por «la recurrente práctica política de revisar el modelo educativo estatal cada vez que se produce un cambio de gobierno» y reiteraron su apuesta por una asignatura de Religión «con una carga lectiva suficiente, con alternativa curricular y con plena evaluabilidad académica». Como advierten, «esta ley nacerá amortizada porque se diseñó en un contexto pre-COVID que ya nada tiene que ver con el paradigma escolar del futuro» y «se verá irremediablemente condenada a la judicialización por incumplimiento de la legislación vigente».

La sociedad española debería plantearse cómo puede ser que vaya camino de aprobar la octava ley educativa en 40 años y que no solo no haya ninguna voluntad de construir consensos de futuro –ahora que tanta falta hacen–, sino que encima se quieran cercenar parte de las dimensiones educativas. El panorama es desolador y no tiene visos de mejora.