Así combate el racismo la archidiócesis de Saint Louis: todo empezó escuchando - Alfa y Omega

Así combate el racismo la archidiócesis de Saint Louis: todo empezó escuchando

«Los anglos no nos hablaban», «decían que mis hijos no debían estar en un colegio de mayoría blanca»… La primera sesión de escucha sobre racismo organizada por la Iglesia en Estados Unidos tuvo lugar en Saint Louis en 2018. Marcó un antes y un después, pues dio lugar a varias iniciativas para lograr comunidades más inclusivas

María Martínez López
El arzobispo Robert J. Carlson agradece a los ponentes, su intervención en una sesión de escucha de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, contra el racismo celebrada en la Universidad de Saint Louis el 17 de agosto de 2018
El arzobispo Robert J. Carlson agradece a los ponentes, su intervención en una sesión de escucha de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, contra el racismo celebrada en la Universidad de Saint Louis el 17 de agosto de 2018. Foto: Lisa Johnston.

«A mi padre, de piel más clara, le invitaban a pasar a los primeros bancos, mientras mi madre y mis hermanos se sentaban atrás». En Estados Unidos, los católicos no son ajenos al racismo. Lo saben bien en la archidiócesis de Saint Louis, en el estado de Missouri. Un trabajador de una parroquia tuvo que escuchar una vez cómo «un feligrés blanco describía el linchamiento de un negro, del que había sido testigo una vez. Contó cómo “sonreía”: al quemarle, el fuego llegó al bigote, y al arder este se le vieron los dientes. Pensaba que era divertido». A otra persona, mulata, le decían en el colegio que «mi inteligencia venía de mi parte europea y mi [mala] actitud, de la africana, y que mis trencitas eran “salvajes”».

Son solo tres de los 44 folios de testimonios que se recogieron en la primera sesión de escucha sobre el racismo que convocó el obispo, en agosto de 2018. Fue la primera diócesis estadounidense en hacerlo. «Desde entonces, esta diócesis dio un paso al frente y está trabajando mucho», alababa en entrevista con Alfa y Omega monseñor Shelton Fabre, presidente del Comité Ad Hoc contra el Racismo de la conferencia episcopal del país.

La idea de organizar este encuentro partió de Marie Kenyon, directora de la comisión diocesana de Justicia y Paz. Cuando tuvo noticia de que el comité contra el racismo quería ponerlos en marcha, no dudó en proponérselo a su obispo, monseñor Robert Carlson. Su respuesta fue: «¡Claro!». «Creo que fue particularmente valiente por su parte, porque no teníamos ni idea de qué esperar y él iba a tener que estar sentado en el escenario todo el tiempo».

A raíz de otro George Floyd

La labor de Kenyon en Justicia y Paz está estrechamente vinculada a la lucha contra el racismo. De hecho, «todo lo que hacemos es consecuencia de Ferguson», los incidentes que tuvieron lugar en esa localidad de Missouri en agosto de 2014. El día 9, el joven negro Michael Brown, de 18 años, murió tras recibir seis disparos del policía Darren Wilson. Brown no estaba armado ni tenía antecedentes penales. «Ferguson está a menos de 16 kilómetros del Obispado y en esa zona hay tres parroquias», explica Kenyon. Fue entonces cuando monseñor Carlson decidió instituir la comisión.

En una región en la que los afroamericanos son el 25 % de la población, entre los católicos son solo el 2 %, frente a un 85 % de blancos y un 11 % de hispanos. Solo 20 de 310 sacerdotes son hispanos o negros. Sin embargo, tanto sus colegios como sus entidades caritativas están en contacto con bastantes más. «La mayoría de las 179 parroquias son mayoritariamente de una raza. Diría que el 20 % o menos son mixtas», explica la directora de Justicia y Paz.

«Nadie nos hablaba»

Gran parte de los problemas relacionados con el racismo se pudieron detectar en la sesión de escucha de agosto de 2018, en la que participaron 500 personas, entre ellas seis obispos. 25 afroamericanos ofrecieron sus testimonios de viva voz, pero muchos asistentes también los compartieron por escrito.

Una cantidad significativa de ellos se centraban en la falta de apertura de las comunidades mayoritariamente blancas. «Al mudarnos, pronto nos dimos cuenta de que éramos los únicos afroamericanos. Nadie nos hablaba. Solo recibíamos miradas y susurros a nuestro alrededor. Nos apuntábamos a cosas y nunca nos llamaban. Al final mi marido, que no es católico, dejó de ir», narraba una madre de familia.

En muchos casos, el predominio de la cultura anglosajona llevaba a ignorar y querer eliminar otras formas de vivir la liturgia, especialmente en la música. Como en la parroquia en la que «pidieron al coro de música afroamericana se disolviera o se fusionara con los otros»; o en otras muchas en las que nunca se admitió ese tipo de cantos.

El problema en los colegios

Otras veces, el racismo se daba en los colegios. El padre de cuatro jóvenes negros denunció que en dos colegios católicos masculinos mayoritariamente blancos «me dijeron que mis hijos no deberían estar allí». En otro, estaba generalizado llamarlos nigger, negraca. En los de alumnado de color, el problema es otro: «La mayoría vienen de familias de bajos ingresos y con un nivel por debajo de su curso, pero no había ningún servicio extra» para ayudarles, compartía un extrabajador.

Una religiosa y enfermera explicó cómo muchos problemas de salud «afectan desproporcionadamente a los afroamericanos»; otra monja, única latina en su comunidad, compartió los prejuicios que sufría. Varios feligreses subrayaron el problema de la indiferencia: «Rezamos por la paz en la ciudad, en el país, pero sin concretar. ¡Ni siquiera se menciona la palabra racismo!», lamentaba uno, y varios criticaban la ausencia del clero católico en manifestaciones contra esta lacra.

Una mujer habla con el obispo Shelton J. Fabre de Houma-Thibodaux, La., después de una reunión del comité de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en contra del racismo celebrada en la Universidad de Saint Louis el 17 de agosto de 2018. Foto: Lisa Johnston

«La Iglesia se marchaba con los blancos»

También se prestó atención a uno de los factores del racismo sistémico: la segregación. «Desgraciadamente, Saint Louis es una de las ciudades del país donde más se da» este fenómeno, explica Kenyon. «Los sacerdotes callaban cuando los feligreses blancos huían a las afueras, creando en la ciudad guetos negros de pobreza», criticó uno en la sesión de escucha.

De hecho, la segregación llegó a afectar a la organización de la diócesis. Como explicó un sacerdote, «cuando en el norte cambió la población y pasó de ser mayoritariamente blanca con muchos católicos a mayoritariamente negra con pocos católicos», colegios y parroquias vieron gravemente mermados sus recursos económicos. Entonces, se tomó la decisión de «empezar a fusionarlos y cerrarlos. Daba la impresión de que la Iglesia se marchaba junto con los blancos».

«Doloroso pero necesario»

«Escuchar todos estos comentarios fue doloroso, pero necesario», reconoce Kenyon. «No hay nada más poderoso que escuchar las historias de la gente. Sé que todos los blancos que había entre el público, incluyendo a los obispos, se fueron profundamente impactados por las palabras de sus hermanos».

Poco después, monseñor Carlson presidió una Misa pidiendo por la sanación del pecado de racismo. Y, desde entonces, las sesiones de escucha se repiten de forma periódica a menor escala por todo el territorio de la diócesis. «Desde la muerte de George Floyd varias parroquias las han organizado por videoconferencia».

Asesoramiento a las parroquias

Además, se pusieron en marcha iniciativas más pragmáticas, como formar a todos los trabajadores en buenas prácticas de diversidad e inclusión. También los colegios católicos están desarrollando políticas y formación para combatir estas actitudes. «El obispo ha organizado sesiones formativas para los sacerdotes sobre el pecado de racismo, y les ha pedido que prediquen sobre él en Cuaresma». En las conferencias diocesanas sobre justicia social, «siempre hay al menos un taller sobre el racismo».

No se trata solo de iniciativas organizadas desde el Arzobispado. El debate llega también a los fieles, con debates sobre libros, sesiones de escucha y conferencias sobre el racismo sistémico y cómo combatirlo. También se ha puesto en marcha un programa de Armonía Racial, cuya responsable «trabaja con las parroquias para ayudarlas a establecer relación con personas de distintos orígenes étnicos». «Hemos trabajado pero queda mucho más trabajo por hacer», concluye Kenyon. «¡El trágico asesinato de George Floyd nos lo muestra!».