Invitados de honor a la JMJ - Alfa y Omega

A un sacerdote amigo, al que suelen invitar a participar en programas de televisión, le tocó en una ocasión compartir tertulia con una joven actriz, que aprovechó para desahogarse de lo lindo con el cura. Sin embargo, cuando mi amigo le preguntó a cuántos curas conocía, la joven contestó con sinceridad: «Creo que tú eres el primero».

Me parece que esta anécdota representa la situación de muchos miles de jóvenes en España, la mayoría de los cuales sólo tiene noticias confusas del sacerdocio, de la fe y de la Iglesia, recibidas casi siempre a través de las fuentes menos adecuadas.

La juventud no ha sido ajena a las consecuencias del proceso de secularización que padecemos todos, pero cuyas dimensiones tenemos que ajustar al pequeño ámbito familiar para comprender mejor lo que ha sucedido. Desde los años 70, muchos padres consideraron que transmitir la fe a sus hijos era algo del pasado. Sin embargo, la pérdida del sentido de la vida, la falta de entusiasmo por el trabajo o el estudio, la vivencia de relaciones sentimentales débiles y frustrantes… han corrido de forma paralela a la ausencia de los valores que fomenta la religión. Y, ahora, los padres se lamentan, mientras ven a sus hijos perdidos y sin una orientación clara para moverse en el proceloso mar de la vida.

Ante la caricatura de la religión basada en tópicos repetidos hasta la saciedad (La Iglesia te machaca; Los creyentes son unos intolerantes; Los curas viven como reyes…), no es de extrañar que los jóvenes se hayan declarado en rebeldía.

Esto demuestra que, gracias a Dios, siguen siendo capaces de reconocer que sólo la verdad es atrayente. Por eso, veo en la Jornada Mundial de la Juventud una ocasión de oro para dar la bienvenida con los brazos abiertos a todos estos chavales, que nos piden a gritos que les mostremos qué es lo que puede hacerles felices.

Estos chicos están deseando que les digamos de dónde pueden sacar la fuerza para remar contracorriente y embarcarse mar adentro con esperanza en todo lo que la vida les vaya presentando cada día. No podemos dejar de entablar un diálogo abierto con ellos, ni juzgarles precipitadamente por un piercing, subestimando sus deseos de encontrar la fe, sólo por su aspecto. No tenemos derecho a ocultarles el verdadero rostro del Amigo que no falla: Jesucristo.

Para mí, una de las mejores noticias de la JMJ sería que los organizadores se vieran desbordados no sólo por las inscripciones que les lleguen desde ámbitos católicos (que damos por descontadas), sino por un aluvión incontable de aquellos que respondieron a la invitación que les hicimos en los cruces de los caminos, aunque no fueran vestidos con el traje de fiesta.