Salesianos, adoratrices, Manos Unidas… La Iglesia se vuelca con los refugiados - Alfa y Omega

Salesianos, adoratrices, Manos Unidas… La Iglesia se vuelca con los refugiados

En un momento en el que la cifra de desplazados forzosos es la más alta de la historia, con 79,5 millones de casos, entidades eclesiales como Manos Unidas, salesianos o adoratrices dedican una importante cantidad de recursos a atender a este colectivo de especial vulneración. «Es muy doloroso y muy duro observar la carga tan dura que traen aquellas mujeres que han sufrido, incluso desde que eran niñas, varias situaciones de violencia en su país de origen y, huyendo de esas situaciones, caen además en una red de trata que las trae a España para seguir explotándolas», confiesa Marta González, portavoz de las adoratrices

José Calderero de Aldecoa
Foto: REUTERS/Jean-Paul Pelissier

Este sábado se celebra El Día Mundial de las Personas Refugiadas, una jornada que en esta ocasión viene tristemente marcada por el crecimiento del número de personas que han tenido que abandonar forzosamente sus hogares.

Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), hasta diciembre de 2019 un total de 79,5 millones de personas se han visto obligadas a dejar sus hogares por culpa de la guerra, el hambre, las catástrofes naturales y un sinfín de conflictos y persecuciones. Esto representa un 12 % más que el año anterior y se trata de la cifra más alta jamás registrada por ACNUR.

La otra cara de la moneda es la ingente labor de ayuda a este colectivo de personas que realizan diferentes entidades eclesiales tanto en el extranjero como dentro del territorio nacional, donde hubo 118.264 solicitantes de protección internacional en 2019 según el Informe Anual 2020: Las personas refugiadas en España y Europa publicado por CEAR este viernes.

Se trata, por ejemplo, de Manos Unidas, que entre 2017 y 2020 ha aprobado cerca de 100 proyectos por importe de casi seis millones de euros con los que «se han podido mejorar las condiciones de vida de más de 600.000 personas desplazadas y refugiadas en África, Asia y América», aseguran.

Los salesianos también se encuentran involucrados, a través de sus plataformas sociales, en la asistencia a este colectivo de especial vulneración. En la actualidad, la orden religiosa fundada por don Bosco «atiende a más de 1.000 personas solicitantes de protección internacional o refugiadas, lo que supone el doble que el año pasado», explican. La congregación pone a su disposición una serie de «recursos residenciales de protección internacional», así como diferentes «programas de inserción sociolaboral, de aprendizaje de la lengua o acogida».

Víctimas de trata con necesidades de protección internacional

En el caso de la Congregación de Religiosas Adoratrices, a lo largo del año 2019 han acompañado a un total de 146 víctimas de trata con necesidades de protección internacional —diez de ellas obtuvieron el año pasado el estatuto de asilo— a través de su programa de asistencia social, jurídica y acogida temporal a mujeres víctimas de trata de seres humanos solicitantes de asilo y a sus hijos.

«El objetivo último es lograr su autonomía, pero para lograrlo se requiere de un apoyo jurídico, psicológico y social muy concreto», explica Marta González, portavoz de la entidad. Por eso, «una de las características de nuestra ayuda es la alta especialización. Por ejemplo, el apoyo psicológico tiene que ser muy específico, no cualquier psicólogo sabe manejar estas situaciones. En nuestro caso, contamos con un equipo multidisciplinar».

El programa surgió tras la constatación, durante años, «del creciente número de víctimas de trata que tenían la necesidad de obtener una protección internacional», explica la portavoz. Es el caso de las «mujeres que han sufrido en su país de origen una situación de persecución, no han obtenido protección por parte de las autoridades de su país y, al huir, caen en manos de redes de trata que las captan y engañan para explotarlas, prometiéndoles un futuro mejor en Europa». Las religiosas adoratrices también se han encontrado, y atendido, casos de mujeres que salen de su país como migrantes y son captadas y engañadas por redes de trata y sometidas a explotación y violaciones de sus derechos fundamentales.

Es muy doloroso y muy duro observar, concluye Marta González, «la carga tan dura que traen aquellas mujeres que han sufrido, incluso desde que eran niñas, varias situaciones de violencia en su país de origen y, huyendo de esas situaciones, caen además en una red de trata que las trae a España para seguir explotándolas».