Se busca oficina - Alfa y Omega

Se nos ha quedado pequeña. En la sede de la JMJ, en los locales que generosamente nos ha cedido la parroquia de San Juan de la Cruz, ya no cabemos. Practicamos con las mesas y los ordenadores el sistema de los submarinos, de mesa caliente.

A grandes males, grandes remedios. Dos personas salieron a buscar oficinas en la zona. Localizaron una que cumplía con todos los requisitos de amplitud y localización, y pidieron cita con el propietario. Le explicaron lo que necesitábamos: lugar de trabajo, de aquí a agosto, para 30 personas de la JMJ, una gran fiesta de fe convocada por Benedicto XVI y que traería a Madrid a centenares de miles de jóvenes de todo el mundo.

Y que la queríamos gratis. Gratis total. Me dicen que su cara fue, al principio, de sorpresa. De sorpresa total. Pero que se recuperó enseguida del susto, y respondió: «Si Caritas da de comer a 800.000 personas al día en España, yo también tengo que hacer algo por los demás, por la Iglesia».

Quienes pedían eran dos chicas jóvenes, como la inmensa mayoría de los que trabajan en la JMJ. Su rostro se iluminó, y les faltó tiempo para mandarme un sms: «¡Hemos encontrado oficina!», decía el mensaje. Respondí enseguida que aceptaran, y, como si no hubiera pasado nada, continué trabajando. A veces nos acostumbramos a todo.

Un rato más tarde volvieron de la visita con rostro emocionado: «No te lo vas a creer. Cuando ya nos íbamos, el dueño del local nos dijo que no podíamos marcharnos sin explicarle antes cómo queríamos la sala: cuántas mesas, sillas, armarios, ordenadores, impresoras, líneas de teléfono, conexiones de Internet… Nos ha dicho que sí a todo, y en quince días la oficina estará lista». Así ha sido. Un departamento de la JMJ se trasladó allí la semana pasada.

Pienso que el título de esta columna, buena gente, se aplica de lleno a los protagonistas de esta historia. En primer lugar, a tanta buena gente que colabora con Cáritas, y que es capaz de aliviar las necesidades de tantas personas, en estos momentos y siempre. Cáritas es el corazón de la Iglesia. En segundo lugar, a quienes les importó poco pasar un poco de vergüenza y pedir para la Iglesia. A veces preferimos dar nosotros a pedir a otros, y esa aparente generosidad corta las alas de la de otros. Y en tercer lugar, al propietario, que no se resistió ni un minuto, y que es (no será, es) el primer beneficiario de ese gesto.

Ojala la JMJ sirva para despertar a tanta buena gente que querría hacer algo por los demás pero no se les ocurre cómo, o no tienen tiempo de ofrecerse.

Yago de la Cierva es Director de Comunicación de la JMJ