En muchos lugares, a quien mata a un cristiano se le considera un héroe - Alfa y Omega

En muchos lugares, a quien mata a un cristiano se le considera un héroe

Hay más mártires en estos tiempos que en los primeros siglos del cristianismo, según ha recordado el periodista Fernando de Haro en la 66 Semana de Misionología, que se celebra en la Facultad de Teología de Burgos. Durante este encuentro, que se celebra de lunes a jueves, se han presentado diversos testimonios de martirio y persecución, como la del diácono chino Tomás Mi o las agustinas españolas Caridad Álvarez y Esther Paniagua, asesinadas en 1994 en Argelia

OMP
Foto cedida por Fernando Redondo

«Yo soy testigo de la fe». Así se presentaba Tomás Mi (nombre falso), diácono chino de la Iglesia clandestina, a la que él denomina Iglesia fiel, ante los participantes en la 66 Semana Española de Misionología. La vocación de Tomás Mi es fruto de la oración de su madre, que le despertaba de niño a las 4 de la mañana para ir a rezar ante el Santísimo, junto con un grupo de mujeres del pueblo. Después de pasar cuatro años escondido mientras se formaba, ha venido a España para estudiar. Cuando termine, volverá a su país.

«Nadie puede quitarnos la vida, la hemos entregado ya». Así escribía la agustina española Esther Paniagua, asesinada en 1994 en Argelia, el Día del Domund, junto con la también española Esther Paniagua. Mari Paz Martín, entonces provincial de las agustinas, contó durante su testimonio en la Semana de Misionología que sus compañeras murieron por la paz y la fe, y que no se frenaron ante el miedo.

Luis Pérez, misionero javeriano en Sierra Leona durante más de 25 años, fue secuestrado durante 10 días por los rebeldes, y vivió la muerte de cuatro Hijas de la Caridad que habían sido capturadas con él. Ante un primer momento de miedo y fracaso, el misionero explicó que el secuestro le ayudó a encontrar a Cristo real, presente en el sufrimiento. Ahora califica el secuestro de «un don», eso sí, amargo.

Para clausurar la mesa redonda de misioneros, Juan Cruz Juaristi, actual delegado de misiones de San Sebastián, explicó cómo fue asesinado su compañero Isidro Uzkqudun en Ruanda, fruto de la violencia y de la venganza posterior al genocidio de 1994. El misionero, que siempre habían trabajado con hutus y tutsis indistintamente, denunció las injusticias que estaba viviendo la gente del pueblo, lo que le llevó a la muerte.

El radicalismo, cáncer del Islam

La Semana de Misionología acogió también una mesa redonda sobre La libertad religiosa en un mundo globalizado. Una de las participantes fue Sohha Abboud, egipcia y Doctora en Estudios Árabes por la Universidad Complutense de Madrid. Abboud recordó que, con la conquista musulmana del siglo VII, los cristianos pasaron a ser un pueblo de segundo rango. Sucede así hasta hoy. Por ejemplo, un cristiano no puede acceder a un puesto en la Administración. La profesora mostró también su preocupación por el auge del radicalismo, al que denomina cáncer del Islam. «Los fundamentalistas están haciendo un daño enorme a los cristianos. Si alguien mata a un cristiano puede llegar a ser considerado héroe», señaló.

Para Daniel Arasa, periodista y escritor de Cristianos, entre la persecución y el mobbing, en Occidente el cristianismo está sometido a burla y ridiculización continua, algo que sería inconcebible contra cualquier otra religión o grupo social. «Nos hemos acostumbrado a agresiones continuadas», recalcó, tras enumerar ejemplos múltiples de esta realidad en el teatro y el cine, en las manifestaciones sociales y en los medios de comunicación. «Las persecuciones son como torrentes desbocados», afirmó Arasa. «Sin embargo, el mobbing es como las humedades de una casa: parece que no importan, pero pueden derrumbar una casa», concluyó.

En 2011 murieron más de 100.000 cristianos por su fe

El periodista Fernando de Haro, autor del libro Cristianos y Leones (Planeta), también presente en la 66 Semana Española de Misionología, denunció que la persecución religiosa es un hecho ignorado en la opinión pública. El periodista subrayó que el martirio recorre la historia de la Iglesia, porque los cristianos testimonian una Verdad superior a los gobiernos de turno, y se convierten así en minorías incómodas. De Haro denunció que, a pesar de que el martirio es una realidad actual -en 2001 fueron asesinados 100.000 cristianos-, es silenciado por prejuicios ideológicos. Y también destacó que la fe, si es vivida como encuentro con Cristo, vale más que la vida.

Como ejemplo, aludió a varias historias, como la de Asia Bibi, mujer pakistaní que está en la cárcel desde hace 4 años por haber reconocido ante las mujeres de su pueblo en Pakistán que Cristo había muerto por ella. El ministro de minorías cristianas de ese mismo país, el cristiano Shahbaz Bhatti, declaró que no tenía miedo de entregar su vida por Jesucristo justo antes de ser ejecutado. Otro caso al que aludió fue al del sacerdote sirio Rayid, secuestrado y asesinado por no querer cerrar su parroquia. Son ejemplos de mártires que, viviendo el cristianismo en un ambiente hostil, no se han amedrentado ante las amenazas, sino que han testimoniado su fe.

Según recordó el periodista de COPE, en términos absolutos hay más mártires hoy que en los primeros siglos de la Iglesia. E hizo un recorrido por China, India y los países árabes mostrando que los cristianos son incómodos, porque señalan algo más allá del poder estatal y la religión oficial. Incluso, en América Latina, los cristianos ponen en evidencia el populismo que reivindica toda la verdad en sus culturas particulares. «Los cristianos muestran que existe una ciudadanía en la que imperio y religión no van unidos», explicó.

El periodista y escritor subrayó, también, la importancia de la transmisión de la fe, una fe que no es abstracción ni sentimentalismo. «El mártir muestra un apego a Cristo presente y real, que es más importante que la vida, y por eso transmite la fe», afirmó. Como ejemplo, habló de Li Dao Min, sacerdote católico en un campo de concentración de China, que sólo con su forma de vivir -no podía decir que era sacerdote-, convirtió a un compañero de celda.