El permanente escándalo de la Cruz - Alfa y Omega

El permanente escándalo de la Cruz

En la festividad de La exaltación de la Santa Cruz, el cardenal Rouco presidió la Vigilia de oración y el comienzo de la peregrinación con la Cruz de los jóvenes de las Jornadas Mundiales de la Juventud. En la homilía, dijo:

Antonio María Rouco Varela
Los jóvenes madrileños se disponen a portar la Cruz para iniciar su peregrinación.

Hemos comenzado el itinerario de la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, que, por benévola y paternal decisión del Santo Padre, se celebrará, Dios mediante, en Madrid en la tercera semana de agosto de 2011. Lo viviremos como una peregrinación presidida por la Cruz gloriosa de Jesucristo, acompañada por el Icono de su bendita Madre, la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, a lo largo y a lo ancho de nuestra archidiócesis de Madrid, de las diócesis hermanas de Alcalá y de Getafe y, luego, de todas las diócesis de España. Nuestro propósito es muy claro, sencillo y audaz a la vez: queremos llegar al final de nuestro camino como peregrinos que han buscado y encontrado a Cristo crucificado. Nos sentimos como interiormente impulsados a descubrirlo con una fe purificada y renovada, y a experimentarlo como la fuente del perdón misericordioso que nos salva y nos da la vida que no perece. Sí, queremos llegar a la meta de nuestro caminar espiritual, la JMJ 2011, arraigados y edificados en Él, ¡firmes en la fe!, para celebrar con todos los jóvenes del mundo en torno al Santo Padre y a los pastores de la Iglesia, extendida por toda la tierra, el triunfo del amor de Dios, ¡su triunfo en nuestras vidas, en la vida y en la historia de los jóvenes de nuestro tiempo!, ¡su triunfo, queridos jóvenes de Madrid y de España, aquí, entre nuestros compañeros y amigos y entre todos los jóvenes del mundo que, conscientemente, o atisbándolo solamente, buscan el rostro de Jesucristo para que ilumine y transforme sus vidas! No será fácil conseguirlo; pero sí inmensamente gratificador y gozoso.

Más clamoroso, hoy

El escándalo de Jesucristo crucificado sigue produciéndose, incluso más clamorosamente ahora, en nuestro tiempo, dentro y fuera de los ambientes sociales y culturales más o menos influidos o tocados por la herencia de la fe cristiana. Es un escándalo que se presenta de modo distinto que el de los judíos contemporáneos de Jesús, pero que desemboca en el mismo resultado práctico. ¿Pero cómo es posible pensar en serio -dicen- que la solución de los grandes y gravísimos problemas de las injusticias del mundo, del dolor y los sufrimientos de los más débiles, de la enfermedad y de la muerte, que acecha a todo hombre nacido de mujer, pueda venir de un judío, de origen galileo por más señas, con pretensiones de profeta, crucificado hace casi dos mil años? Los problemas del hombre necesitan respuestas realistas y eficaces para su solución en este mundo. Lo que se impone y hay que hacer es un uso constante, diligente y esforzado del poder que el hombre tiene. Hay que dejarse de ensoñaciones ilusas y poner manos a la obra -afirman-.

No son menos los que consideran hoy el anuncio de Jesucristo crucificado, Salvador del hombre, una necedad. Su razonamiento coincide en su punto de partida intelectual, pero sobre todo en la perspectiva última, vital y existencial, con el de los anteriores; es decir, con la autovaloración del ser humano, como super-hombre, que ni necesita ni depende de Dios. El hombre se explica y se basta a sí mismo frente al mundo y a su Historia. Los que se escandalizan de Cristo crucificado y los que lo declaran una necedad, lo hacen hoy, además, muy frecuentemente de forma militante. Les cuesta soportar el hecho de que para otros, ¡para nosotros!, sea la fuerza y la sabiduría de Dios que salva al mundo y que guía irreversible y gloriosamente la Historia. Pero ha sido la misma Historia la que nos enseña a qué abismos de destrucción de lo humano conducen esos proyectos de autodivinización personal y colectiva del hombre. Las tragedias del siglo XX -las dos Guerras Mundiales, los terribles totalitarismos que lo dominaron en amplias zonas de mundo…-, frescas en nuestra memoria, nos lo recuerdan inequívocamente. El contraste, también real, actual e inequívoco, al rechazo de Cristo crucificado lo representan esos jóvenes que, con sus vidas, vacías tantas veces y rotas no pocas, esperan a Cristo en lo más íntimo de su corazón. Más aún, los que se escandalizan y burlan de la Cruz de Cristo esconden, muchas veces, detrás de la fachada de su incredulidad, un interior inquieto y perturbado: ¡un alma desasosegada y herida que ansía secretamente la presencia y la cercanía de Dios!

Entender la sabiduría divina de la Cruz de Cristo, vivirla con fidelidad creciente y generosa, es sólo cosa de los sencillos de corazón. Es a los pequeños a quienes se les revela. La Madre del Señor, la Virgen María, es y será siempre la primera, de entre los sencillos y humildes de corazón, a quien se le ha revelado el misterio de su Hijo crucificado y resucitado. Más aún, ella es la Madre imprescindible para aprender la lección de la humildad y de la sencillez que se necesita para que se nos revele el misterio del amor de Dios.