Y México era una fiesta... - Alfa y Omega

Y México era una fiesta...

Se trataba de pasarlo bien y reivindicar, con la alegría y el testimonio, que es posible vivir el plan de Dios en familia. Y, a pesar de la lluvia, se logró el objetivo, durante el Encuentro Festivo y Testimonial del sábado. Por la familia, México fue una fiesta

José Antonio Méndez
Un grupo de mariachis amenizó el Evento.

Caía la tarde en México D. F., y miles de familias de los cinco continentes empezaban a abarrotar la explanada de la basílica de Guadalupe, en el monte del Tepeyac. Una intensa luz azulada empapaba el cielo, y se fundía y confundía con el manto de la imagen de la Guadalupana, que presidía el escenario. «¡Órale!, si parece que nos tapa la capa de la Morenita», se escuchaba entre las gradas. Unas gradas en las que, por cierto, se apelotonaban religiosas, niños, ancianos, sacerdotes, extranjeros, indígenas y criollos. Todo estaba listo para celebrar el Encuentro Festivo y Testimonial, con el que los participantes en el VI Encuentro Mundial de las Familias pretendían mostrar al mundo que el plan de Dios puede vivirse en familia.

Presididos por los cardenales Bertone, legado pontificio de Benedicto XVI y su Secretario de Estado; Antonelli, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia; y Rivera, arzobispo de México, los asistentes alternaban las oraciones con los cantos, las plegarias con los bailes, y las peticiones a la Virgen con los vivas al Papa. Y no por una anarquía espiritual, sino por la propia estructura del evento, que intercaló los testimonios de familias de todo el mundo con actuaciones musicales y el rezo del Santo Rosario. Eso sí, como ni siquiera la lluvia quiso perderse el final de la fiesta, el videomensaje del Papa que estaba previsto para clausurar el acto, hubo de esperar al domingo.

Familia de familias

Fue el cardenal Antonnelli el primero en dirigirse a los asistentes, a quienes recordó que «la Iglesia es una familia de familias». Y, en verdad, no era difícil sentirlo así, habida cuenta de que en el evento había una representación de 94 países. Semejante crisol de culturas quedó patente en los testimonios: Panamá, Italia, Pakistán, Malawi, Estados Unidos… Mil y un acentos para afirmar, como hizo la familia mexicana Vázquez Mena (que durante años perdió la fe después de perder antes a dos de sus hijos, por una enfermedad), que «la fe también ilumina los túneles oscuros de la vida. La Iglesia es experta en familia, porque es una gran familia que sabe de las alegrías y de los gozos, al igual que de las tristezas y de las infelicidades que viven las familias del mundo».

Bertone y Cielito lindo

La emoción podía respirarse en el ambiente, cada vez más frío según avanzaba la noche. Así, para mantener el calor, los participantes no dudaron en cantar y bailar al son de las actuaciones musicales. Los italianos Gen Rosso; José Cantoral, autor del himno del EMF, Familia, cimiento de la Humanidad; o artistas de gran éxito en México, como Alexander Acha y su padre Emmanuel -que actuaron juntos-, pusieron en pie incluso a los obispos. Eso sí, todo fue poco comparado con el mariachi Pedro Fernández: tras dar testimonio de su fe, logró que el mismísimo cardenal Bertone se animase a cantar Cielito lindo.

Sin embargo, lo que más emocionó a la concurrencia fue el rezo del Santo Rosario, con el que se puso a las familias del mundo entero bajo la protección de María, Virgen de Guadalupe. Cierto que en el cuarto misterio se puso a llover, y a cántaros, pero numerosos fieles permanecieron bajo el aguacero y otros tantos se resguardaron en la basílica para no interrumpir su oración. Con los fuegos artificiales de la clausura como telón de fondo, un indígena resumía el Encuentro con sencillez: «Dios es mi Padre, María es mi Madre y así soy feliz. Así que es cierto que la familia cristiana le hace a uno feliz». Incuestionable silogismo.