Los andamios de Dios - Alfa y Omega

Los andamios de Dios

El próximo domingo, en toda España, se celebra el Día de la Iglesia Diocesana. Pocas imágenes son tan gráficas para identificar a la Iglesia diocesana como la de nuestra parroquia; ésa en la que siempre somos bienvenidos para sostener sus actividades tanto física como económicamente. Pero a veces el tema no es sostenerla, sino levantarla, literalmente, de la nada… En realidad, el nacimiento de una parroquia implica a toda la diócesis, no está exento de problemas, y va mucho más allá de la mera construcción del templo. He aquí algunos ejemplos

José Antonio Méndez
La parroquia cordobesa de Santa Rafaela María, en su primera Misa

La expresión piedras vivas de la Iglesia, referida a los fieles, es una de esas frases que catequistas, sacerdotes y profesores de Religión suelen utilizar para hablar de nuestro compromiso eclesial. Una expresión que utilizan, de hecho, los apóstoles san Pedro y san Pablo en sus Cartas, y que Benedicto XVI ha manifestado en numerosas ocasiones. En 2006, por ejemplo, tras consagrar la parroquia romana de María, Estrella de la Evangelización, el Papa explicaba que «la iglesia-edificio es signo concreto de la Iglesia-comunidad, formada por las piedras vivas, que son los creyentes. San Pedro y san Pablo ponen de relieve cómo la piedra angular de este templo espiritual es Cristo y que, unidos a Él y bien compactos, también nosotros estamos llamados a participar en la edificación de este templo vivo». Pocas veces se hace tan evidente la realidad de esta cita como en el nacimiento de una nueva parroquia. Sobre todo, porque en los primeros pasos de una comunidad parroquial, lo que menos hay son piedras y materiales de construcción.

El Cristo del altar mayor, aún en obras

Un coste elevadísimo

Construir un templo nuevo puede costar, de media, entre uno y dos millones de euros. Y claro, alcanzar semejante cantidad puede demorarse durante años. Por eso, las diócesis tienen que buscar alternativas para que las zonas de nueva creación urbanística no se queden sin atención pastoral durante tanto tiempo. Una de las alternativas recurrentes en esos casos es utilizar módulos prefabricados, similares a un barracón, hasta poder construir el edificio.

Un sagrario en el prefabricado

Por esta opción se decantaron en La Garena, en la diócesis de Alcalá de Henares, una zona residencial que ha crecido a las afueras de Madrid y muy cerca de la ciudad complutense, y que en los últimos años ha experimentado un espectacular crecimiento. La mayoría de los vecinos son parejas jóvenes con niños, que tenían que desplazarse varios kilómetros hasta Alcalá de Henares para ir a misa a la parroquia que les pertenecía, la del Santo Ángel. Hace unos años, el obispo de Alcalá de Henares (primeramente, monseñor Jesús Catalá, y luego su sucesor, monseñor Juan Antonio Reig) quiso dotar a la zona de una nueva parroquia, y ante la falta de templos, se utilizó un módulo prefabricado que hasta ese momento hacía las veces de Centro de salud en un terreno de la diócesis.

Don Francisco Malo, párroco del Santo Ángel, explica que, «cuando se erige una parroquia, lo primero es localizar el lugar físico y, después, hay dos fórmulas: erigir la parroquia jurídicamente, nombrar un párroco y comenzar la andadura; o dividir una parroquia que ya está funcionando, para que sus agentes de pastoral ayuden a crear una comunidad de fieles donde nacerá la nueva». Ésa es la situación del Santo Ángel: una parroquia y dos centros pastorales.

Capilla del Santísimo en el módulo prefabricado de La Garena (Alcalá de Henares)

De misión en plena ciudad

Sin embargo, «dividir la parroquia supone multiplicar los esfuerzos para atender a la gente –explica don Francisco–. El trabajo es el doble, porque mantenemos una parroquia y tenemos que levantar otra de la nada: buscar albas, sagrarios, bancos, el altar, empezar a crear grupos de jóvenes, de oración, de catequesis, transmitir nuestra experiencia… Es como estar en una misión, pero en tiempos de la nueva evangelización: tenemos que hacer presencia de Dios y de la Iglesia donde no la hay».

Los feligreses cuentan, eso sí, con la mejor arma: «Tenemos muchísimo entusiasmo. Ha habido una participación desbordante, tanto de los nuevos feligreses como de los antiguos. Hay 82 niños en catequesis, siete catequistas, hemos empezado grupos de postcomunión, confirmación y formación de padres (que pronto tendrán guardería para los más pequeños)… Es algo milagroso», dice.

Movilizar a toda la diócesis

Y no sólo se ha movilizado a la comunidad parroquial: «Cuando se crea una nueva parroquia, toda la diócesis se pone en marcha: nueve parroquias nos han regalado ropa y vasos litúrgicos, bancos, la megafonía, las imágenes de la Virgen y el Cristo, los dos sagrarios…; el obispo nos ha regalado un altar y la sede; los fieles nos han dado ordenadores, impresoras, mesas y sillas para los despachos y las salas; una empresa nos dejó una furgoneta para transportarlo todo hasta el prefabricado. ¡Ya sólo nos falta un confesionario! Se ha creado una fraternidad preciosa en toda la diócesis: esto es la Iglesia viva», afirma.

Primera misa en el módulo prefabricado de La Garena (Alcalá de Henares)

Cuarenta años esperando

Pero aunque la parroquia de La Garena podrá independizarse en pocos años, el templo tardará más en construirse. Bien saben de estos plazos los fieles de la parroquia de Cristo, Buen Pastor, de Gijón, que han tardado 40 años en tener un templo como Dios manda. Como nació en los años 60, en un barrio de trabajadores llegados de toda Asturias, Castilla y Extremadura, «había que aprovechar el solar que se pudiera, que no fuera caro –explica hoy su párroco desde hace 7 años, don Juan Hevia–, y por eso se optó por los bajos de un local, con pisos en las plantas superiores. Vamos, que era muy complicado saber que eso era una iglesia, porque si alguien buscaba la espadaña del campanario, iba listo…».

Carcoma e inundaciones

Pero la falta de presupuesto hizo que no fuera hasta finales de los 90 cuando se encontró el solar para empezar a construir. Entretanto, la humedad oxidaba los muebles y potenciaba la carcoma, el difícil acceso a los salones donde se celebraba la Eucaristía (había que bajar escaleras) era una carrera de obstáculos para los mayores; sus reducidas dimensiones obligaban a los fieles a estar en la calle durante la Misa; y cuando la lluvia caía con fuerza, inundaba el local.

Tras una espera casi heroica, por fin han podido bendecir el nuevo templo. «Sin la Iglesia diocesana no habría sido posible tener este templo. Y, sobre todo, sin las aportaciones de los feligreses, que durante décadas han aportado lo que tenían. Emociona pensar que mucha gente no ha visto el fruto de sus aportaciones porque ya ha muerto. Es una buena imagen de la Iglesia: sembrar sin esperar ver frutos, y sostenerse en el esfuerzo de quienes te han precedido», explica don Juan.

Nuevo templo de Cristo, Buen Pastor, en Gijón

¿Un gasto inútil?

Dedicar tanto dinero a cualquier actividad de la Iglesia conlleva una ristra de tópicos y críticas, aunque las donaciones sean particulares y los regalos de otras parroquias reduzcan el gasto al mínimo. Don Juan Hevia responde con firmeza: «Con la construcción del templo se mantienen y crean puestos de trabajo, que es mejor que ayudar a quien está en paro, y, lejos de suspender la actividad caritativa, se incrementa. En el nuevo templo ampliamos la Cáritas parroquial, que es muy activa por el esfuerzo de las familias. Las ayudas se mantienen y se ha notado más generosidad en los fieles. Sorprende, por ejemplo, que en diciembre, cuando hay más gastos, la gente da más dinero. Y al construir el templo, pasa lo mismo».

Ser lo que se debe ser

Superada la fase del barracón, con el templo construido y las familias implicadas, a una parroquia naciente sólo le queda darse a conocer entre sus nuevos vecinos. En ese punto está la parroquia de Santa Rafaela María, en Córdoba. Su párroco, don Diego Coca, cuenta que, «aunque la construcción trae los problemas de cualquier obra, lo mío es ser sacerdote y, por tanto, celebrar la Eucaristía y atender a la gente. Lo más importante para construir una nueva parroquia es la ayuda del Señor; y después, orar y hacer llegar a Dios a la gente. Hay que tener paciencia y crear lazos para que la parroquia sea lugar de encuentro con Cristo y con los demás».

La parroquia Santa Rafaela María, en obras

Buzoneo para acercar a Dios

Para eso, el párroco y un grupo de fieles han recorrido los edificios colindantes «haciendo buzoneo, para dar a conocer los horarios e invitar a la gente a venir como a su casa. Yo voy saludando a quien me encuentro por la calle, porque es un barrio muy nuevo, y los vecinos no se conocen ni entre ellos. ¡Y se ven caras nuevas en misa! Pero queremos visitar casa por casa para saludar a todos los vecinos, saber dónde hay enfermos, quién necesita ayuda económica o del banco de alimentos, si hay mayores que quieren recibir la Comunión… Vamos, irnos conociendo, porque aquí hay gente muy apañá, y la Iglesia está al servicio de todos». Razón de más para que, en el Día de la Iglesia Diocesana, nos acordemos de sostenerla con nuestra oración y nuestra aportación económica.