El Papa invita a tender la mano al pobre frente a quien la tiene en el bolsillo y no se deja conmover por la pobreza - Alfa y Omega

El Papa invita a tender la mano al pobre frente a quien la tiene en el bolsillo y no se deja conmover por la pobreza

Durante la pandemia «hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua», escribe Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres

Juan Vicente Boo
Dos voluntarios de Caritas hablan con una persona sin hogar en un parque de Valencia
Dos voluntarios de Caritas hablan con una persona sin hogar en un parque de Valencia. Foto: Alberto Sáiz.

En una larga reflexión sobre la pandemia, publicada este sábado, el Papa Francisco advierte que «este momento que estamos viviendo ha puesto en crisis muchas certezas. Nos sentimos más pobres y débiles porque hemos experimentado el sentido del límite y la restricción de la libertad». Según Francisco, la pandemia de coronavirus «llegó de repente y nos pilló desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia».

Como consecuencia positiva, en cambio, el Papa menciona que «hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua. Este es un tiempo favorable para volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo».

En su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el 15 de noviembre, Francisco repite su alerta de 2013 frente a «la globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás».

Según el Papa, en estos momentos «las malas noticias son tan abundantes en las páginas de los periódicos, los sitios de internet y las pantallas de televisión, que nos convencen que el mal reina soberano», pero en realidad «no es así», pues podemos observar mucho bien.

El Santo Padre cita «la mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado» o «la mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá́ de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos».

También «la mano tendida del farmacéutico, expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida».

Igualmente, «la mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo».

Por desgracia, al mismo tiempo «hay manos tendidas para acumular dinero con la venta de armas» y «manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse. Hay manos tendidas que intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan».

El Papa invita a «reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios» y asegura que prestar ayuda trae consigo «el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre».

Francisco advierte que «el tiempo que se dedica a la oración nunca puede convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado. La bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres».