La reislamización de Santa Sofía (Turquía) genera tensión en el mundo musulmán
La Casa de la Fatua de Egipto ha acusado al presidente Recep Tayyip Erdogan de utilizar el hecho religioso «para instalar la tiranía en su país en el nombre de la religión y para justificar sus ambiciones exteriores en el nombre de un supuesto califato» e imponerlas a los países árabes. El Consejo de Estado se pronunciará sobre la reapertura de Santa Sofía al culto islámico el 2 de julio
El intento del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, de reinstaurar el culto islámico en la basílica de Santa Sofía está suscitando nuevas tensiones dentro del mundo musulmán; en concreto entre el antiguo país otomano y Egipto. Una de las principales autoridades religiosas de este país, la Dar al Ifta o Casa de la Fatua, ha aprovechado esta decisión para acusar una vez más a Erdogan de manipular la religión para sus propios intereses políticos. Pero sus afirmaciones más polémicas son las que se referían a la toma otomana de Constantinopla como «ocupación».
Dentro del proceso de fortalecimiento del papel social del islam en el país, el presidente se comprometió el año pasado a que Santa Sofía volviera a ser una mezquita. La decisión final vendrá en gran medida determinada por el pronunciamiento del Consejo de Estado del país, previsto para el 2 de julio.
En las últimas semanas, según informaba Fides, el presidente ha estado presionando y dando instrucciones para que el proceso siguiera adelante. Y el 5 de junio, dentro de la misma campaña, el Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía organizó en Santa Sofía la Fiesta de la Conquista en el aniversario de la caída de la ciudad. Durante el acto, se leyeron pasajes del Corán.
Basílica, mezquita, museo
Fue este evento el que suscitó la protesta de la Dar al Ifta, observatorio presidido por el gran muftí para el asesoramiento sobre los preceptos coránicos. El domingo, publicó en su perfil de Facebook un comunicado en el que recordaba que «Santa Sofía se construyó como iglesia en el año 537, durante la época bizantina, y siguió siéndolo 916 años hasta que los otomanos ocuparon Estambul en 1453 y la convirtieron en mezquita».
En 1934, el Gobierno de Kemal Ataturk, padre de la República de Turquía, decidió superar el conflicto religioso sobre la propiedad del edificio convirtiendo la antigua basílica en un museo.
El comentario relativo a la «ocupación» causó gran revuelo en redes sociales y una airada protesta por parte del Gobierno turco. Ali Erbas, presidente de la Dirección de Asuntos Religiosos, lo calificó de «desafortunado y feo».
«Erdogan no es el sultán»
Como consecuencia, la Dar al Ifta se retractó de sus palabras un día después, por el mismo medio. Desdiciéndose del relato del día anterior, definían el hecho histórico como «una gran conquista islámica que fue predicada por el Profeta» y llevada a cabo por el sultán Mehmed II. «Pero Erdogan ni es ni tiene relación» con él, matizaban.
En efecto, este comunicado no retira las acusaciones previas contra el presidente, del que afirman que sigue «usando las fatuas como arma para instalar la tiranía en su país en el nombre de la religión y para justificar sus ambiciones exteriores en el nombre de un supuesto califato» e imponerlas a los países árabes.
Tensión con Egipto
Son acusaciones que repiten otras realizadas en el pasado reciente. En febrero, por ejemplo, la Dar al Ifta afirmó que «el presidente turco y sus seguidores no son inmunes de usar el discurso religioso en general, y las fatuas en particular, como cobertura a sus operaciones militares».
En el fondo de la cuestión subyace también el enfrentamiento entre Turquía y Egipto a causa del golpe de Estado que derrocó a Mohamed Morsi, cercano a Erdogan, y dio lugar a la formación del Gobierno de Abdel-Fattah al Sisi. Desde entonces, la embajada de Turquía en el país está vacante. Los países también están enfrentados por la jurisdicción marítima en el Mediterráneo oriental y por el conflicto libio.
Apoyo popular
La pretensión de Erdogan de compatibilizar el culto islámico en Santa Sofía con las visitas turísticas cuenta con un amplio respaldo popular. Según una encuesta realizada por la entidad Areda Survey que recoge AsiaNews, el 73 % de los turcos están a favor.
Pero tampoco está exenta de polémica. Como cita Fides, el analista político Orhan Bursal, en un artículo en el periódico Cumhuriyet, ha afirmado que el asunto está siendo utilizado por el Gobierno como «un instrumento electoral» destinado también a señalar a «enemigos externos» a los que exponer el resentimiento de la opinión pública.
También el metropolita ruso Hilarion Alfeyev, responsable de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, se ha pronunciado sobre la cuestión de forma crítica, a pesar de la ruptura del año pasado entre Moscú y Constantinopla. «Los intentos de cambiar el estatus de Santa Sofía podrían llevar a un cambio y a la violación del equilibrio entre las religiones» en el país.
Vuelta al uso religioso
No es la primera vez que el Gobierno turco convierte en mezquitas antiguos templos cristianos. Ya pasó con la iglesia de Akdamar y el monasterio de Sümela, que pasaron de museos a mezquitas a todos los efectos. Por otro lado, se ha permitido también a otras religiones rezar en edificios en los que hasta recientemente estaba prohibido el culto, como la iglesia armena de Surp Giragos en Diyarbakir, la gran sinagoga de Edirne y el monasterio de Aho en Gercüs.
En entrevista con Alfa y Omega, el hasta ahora consejero de la Nunciatura en Turquía, el español Luis-Miguel Muñoz Cárdaba, explicaba que en los últimos años, «el papel desempeñado por la religión en general y por el islam en particular es mucho más visible e influyente en la sociedad». Algo que «en cierto modo» ha beneficiado a los cristianos. «El año pasado, con gran publicidad por parte de las autoridades, se iniciaron las obras de la primera iglesia construida tras la caída del Imperio otomano», un templo siro-ortodoxo.
Fuerza de seguridad paralela
Sin embargo, la deriva autoritaria de Erdogan sigue suscitando preocupación. Mientras la crisis provocada por la pandemia ha causado una caída en su popularidad, el Parlamento turco acaba de aprobar una controvertida ley que refuerza las competencias de los «vigilantes de barrio».
Esta fuerza de seguridad paralela está formada por 28.000 efectivos, que ahora podrá registrar a conductores y coches, identificar a las personas y usar sus armas. Al mismo tiempo, se está tramitando otra ley que obligaría a los internautas a identificarse con un número personal para acceder a las redes sociales y programas de mensajería.
En su comunicado de febrero, la Dar al Ifta recordaba además que el Ejecutivo ha dado permiso a las fuerzas de seguridad para considerar a los grupos de oposición como «infieles y enemigos del islam». Una muestra más de que «el presidente utiliza las mezquitas como medios de fortalecer su popularidad». De hecho, revelaban que el 92 % del discurso y de las fatuas de las autoridades religiosas en Turquía apoyaban sus políticas.