Cuando bailar Elvis se convierte en terapia - Alfa y Omega

Cuando bailar Elvis se convierte en terapia

Inmaculada Díaz-Regañón Anechina y Belén Béjar son fisioterapeuta y terapeuta ocupacional. Han trabajado estos días luchando contra dos enemigos: el fantasma del COVID-19 y la inmovilidad de los mayores en el confinamiento. El aumento de su deterioro cognitivo y físico puede ser tan letal como el virus

Ana María Pérez Galán
Foto: Ana Pérez

¿Ha cambiado vuestra forma de trabajar en el confinamiento?
Inma: Yo he descubierto más aún al equipo que cuida a los mayores. El trato se ha estrechado, y puedo decir que es un equipo increíble, tanto en lo humano como en lo profesional. Estos días hemos trabajado codo con codo, también para descubrir los más leves síntomas de COVID-19, y esto ha sido clave, porque varios han podido recuperarse gracias a esta detección precoz.

Belén: El trato con el mayor normalmente, en el área de terapias, es ágil. Le tratas un tiempo concreto. Pero estos días no solo hemos trabajado la parte física y cognitiva, sino que hemos tenido más tiempo para acompañarlos, para conocerlos. Teníamos que suplir la falta de contacto personal con familiares y voluntarios. Hemos compartido intereses, miedos, inquietudes… y eso nos ha dado la oportunidad de tratarlos de manera más integral.

¿Cómo se suple precisamente esta falta de contacto humano y personal?
I.: Cuando no hay deterioro cognitivo son más conscientes de las carencias, de la falta de la familia y los voluntarios, se entristecen y preocupan más… Cuando hay deterioro, hay que preocuparse más por las movilizaciones, caminar, etcétera.

B.: La falta de contacto físico directo, de besos y abrazos, ha sido, y está siendo, un reto para ellos y para todo el personal. Las miradas, las palabras, los momentos de escucha, se han convertido en una forma de contacto muy poderosa. Se ha creado un vínculo especial con cada uno de los mayores, incluso con sus familias, a través de las videollamadas. Cuando la capacidad cognitiva lo permite, también nos esforzamos por hacer actividades que les gusten y en la que puedan participar. Se han aumentado las terapias y hemos hecho más actividades: bingo, reportajes del Madrid antiguo, actividades con música… El otro día, por ejemplo, una señora se puso a bailar una canción de Elvis. Alguna más se animó. Elvis, la música… pueden ser grandes terapias en el confinamiento: mueves el cuerpo y alegras el espíritu.

¿Y cómo se ha abordado el miedo de las familias?
B.: Con mucho trato diario con ellas. Había videoconferencias de los mayores a diario en unos casos, cada dos o tres días en otros. Además de llamadas constantes del equipo. La confianza es clave para luchar contra los miedos. Creo también que algunas noticias alarmantes no ayudaban, porque se ha informado de muchas actuaciones incorrectas en residencias, pero no del esfuerzo de muchos profesionales en otros centros, que se han volcado en cuidar de los mayores. No se hablaba del buen trato, solo se mostraban centros donde no se les ha atendido bien. Esa es una parte de la verdad que hay que denunciar, pero no toda, porque en muchos lugares se hacen las cosas bien.

I.: El miedo es lógico, porque influye mucho en la opinión de las personas. Pero recomendaría a la gente que vea dónde van a llevar a sus seres queridos y a los profesionales que les van a cuidar. Debe haber una confianza con el mayor que atiendes, pero también con la familia. Debe estar convencida. Un factor diferencial es la cualificación y la calidad humana de los profesionales, quiénes conforman esas residencias.

¿Y qué recomendaríais a las familias con mayores ante el desconfinamiento?
I.: Yo recomendaría mantener la movilidad y fomentarla, salir de paseo, con una buena hidratación y evitando los golpes de calor. El movimiento es vida, y hay que mantenerlos activos porque la mente también se activa. Eso sí, con todas las medidas de precaución e higiénicas que nos han recomendado, pero conviene salir y vencer el miedo después de tanto tiempo de encierro. Puede que cueste un poco, porque habrán perdido tono físico. Si se puede salir con ayuda de familiares o cuidadores, mejor. Si no pueden moverse, los acompañantes pueden ayudarles con ejercicios de piernas y brazos, flexionándolos, pero si pueden hacerlo solos, es muy oportuno. Conviene fomentar su autonomía.

B.: Es bueno que entiendan que hay que orientar al mayor, pero no generar miedo. Hay que conseguir que las medidas de seguridad se vuelvan rutinas, y acompañarles en el proceso. Un familiar nos decía que la persona a la que cuida no la entiende y muchas veces cuesta que haga caso. En ese caso, hay que buscar estrategias; no discutir con ella, sino encontrar recursos. Por ejemplo, para concienciar del uso de la mascarilla puede ser más eficaz algo simple y directo: «El médico te lo ha mandado», más que explicarle que hay una pandemia. Si están bien, sí es bueno hacerles partícipes.