700 años de la primera procesión del Corpus Christi en Barcelona - Alfa y Omega

700 años de la primera procesión del Corpus Christi en Barcelona

Este año se cumplen 700 años de la primera procesión del Corpus Christi en Barcelona, una de las primeras en Europa y pionera en España

Fran Otero
Custodia de la catedral de Barcelona durante una procesión de Corpus. Foto: Arzobispado de Barcelona

¡Barcelona celebra este año un Corpus Christi muy especial. Esta fiesta religiosa, que tendrá lugar este 14 de junio, coincide con el 700 aniversario de la primera procesión de Corpus que tuvo lugar por las calles de esta ciudad. Antigüedad que hace que sea una de las primeras de toda Europa y pionera en España. Así lo confirman fuentes documentales escritas como el primer pregón, de 1320; un texto –el original– que se recoge en el libro del Consell de la ciudad, el libro de actas de lo que hoy sería el Ayuntamiento. En él se invita a todos los fieles a participar en la Misa del Corpus y en la procesión. No dice por dónde, pero sí que hubo procesión.

«En ese documento se muestra un Corpus que tiene muchas caras. Una más devota, de fe y de adoración al Cristo Sacramentado que sale en la custodia, pero también una civil, en la que participan todos los estamentos de la ciudad». Quien afirma esto es Amadeu Carbó, folclorista y coordinador del inventario de patrimonio inmaterial del Arzobispado de Barcelona, además de autor de Corpus. La fiesta de las fiestas, editado en catalán por Edicions Morera, que se presenta este jueves en la capital catalana.

Carbó cuenta en entrevista con Alfa y Omega que ese texto recoge numerosos aspectos de la procesión: la organización y el orden, la invitación del Papa a celebrar la fiesta a través de una bula e incluso sanciones si ese día se trabajaba o se recogía leña.

En posteriores documentos ya se define la disposición del desfile, donde se sitúa toda la ciudad de menor a mayor según la escala social: «La procesión la abren los huérfanos, los tullidos y toda la gente que socialmente no contaba, y termina con la custodia, donde se encuentra Jesús sacramentado, el summum, la apoteosis final». Esto tiene varias lecturas, explica. «La primera, cuanto más atrás ibas, más poderoso eras; y la segunda, que todo estaba sometido al poder divino». En estos primeros siglos, la procesión «es enorme, tal y como se desprende de la lista de gastos del pintor de la ciudad, que tenía que recrear todas las representaciones, a finales del siglo XIV». En el XV se hacen las primeras descripciones. En concreto, en 1424, Amadeu Carbó sostiene que se documentan más de 100 representaciones de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento o vidas de santos… como «una catequesis ambulante». Pasajes como el nacimiento de Jesús o la Epifanía con los Reyes Magos. «Precisamente, en un Corpus, se produce la primera entrada de los Reyes Magos en Barcelona de la que se tiene constancia. O la participación de un rey David y Goliat. Este último se convierte en el primer gigante procesional documentado en Europa», añade. Son representaciones parateatrales y entremeses en escenarios sobre ruedas como carros y plataformas, precursores de los pasos procesionales barrocos.

A partir del siglo XVI –«el Concilio de Trento intenta poner orden en las manifestaciones eclesiásticas y recomienda la eliminación de los elementos populares»–, desaparecen las representaciones litúrgicas citadas, pero gana fuerza la representación social con el poder político, las congregaciones religiosas, las cofradías y los gremios, entre otros. En el siglo XVIII, con la Ilustración, llegan las prohibiciones, que no tienen motivaciones religiosas, sino ilustradas. En un primer momento, la procesión se divide en dos bloques –el religioso y el festivo–, pero luego se hacen desaparecer las representaciones: «Se cree que hay elementos que, además de no ser ortodoxos, están fuera de lugar», añade Carbó. Y en el XIX, con la dominación francesa, el Corpus se restringe todavía más y queda recluido en el interior del templo durante algunos años, hasta la Restauración.

En el siglo XX

La historia en el siglo XX es intermitente. La guerra y la persecución en las primeras décadas hace que pierda continuidad, luego la recupera la dictadura de Franco y desaparece en 1979, tras interpretar que el Concilio Vaticano II pide que no se haga una excesiva ostentación pública de la fe. Y ya, en 1992, el cardenal Ricard Maria Carles y el alcalde, Pasqual Maragall, la recuperan para la ciudad, de nuevo con dos espacios bien diferenciados: el popular y el religioso.

—¿Y qué queda de toda esta tradición de siglos?

—Las procesiones del Corpus siguen vivas, pero el contenido ha cambiado. Ya no es una acto para ver y ser visto, donde iba todo el mundo. Ahora son actos devotos y de fe, donde la gente acude libremente y expresa su espiritualidad. Esto es importante. Luego hay una serie de elementos de patrimonio inmaterial que siguen vivos y que vienen de esta tradición. Los gigantes, por ejemplo. También los pasacalles, ahora desvestidos de la parte religiosa, vienen de esta procesión, al igual que los cortejos. Y muchos de los protocolos municipales que existen tienen arraigo en las formas de celebrar esta fiesta.

—Y el Ou com balla, el huevo que baila sobre un chorro de agua…

—Es una expresión del Corpus y un icono de la ciudad. Si el Corpus hubiese desaparecido, el Ou com balla también lo habría hecho. Esta manifestación nos identifica tanto como la Sagrada Familia o La Pedrera.

Y, sin embargo, añade Carbó, no hay una explicación clara de dónde viene esta tradición, que este jueves volverá a la fuente del claustro de la catedral barcelonesa. Hay teorías que sostienen que es un simple juego de influencia árabe o una actividad lúdica que hacían las escolanías… Una de ellas, quizá la más hermosa, es a la vez simbólica. «La decoración floral es la reproducción de una custodia vegetal que, además, hace referencia a la primavera, a la efervescencia de la naturaleza, al buen tiempo… El chorro de agua sería el ostensorio que hace girar al huevo, que representa la Eucaristía. Debajo, unas cerezas podrían representar bien la Sangre de Cristo, bien piedras preciosas», concluye.