La parroquia que ayuda a superar las consecuencias de la pandemia con microcréditos - Alfa y Omega

La parroquia que ayuda a superar las consecuencias de la pandemia con microcréditos

Su párroco, Fulgencio Espa, encontró en Cáritas el apoyo económico para lanzar esta propuesta. Se trata de ayudar en las necesidades más urgentes a personas que se han quedado sin ingresos y darles, a la vez, un impulso a su carrera profesional

Fran Otero
El párroco de Santa María de Nazaret, Fulgencio Espa, durante la Eucaristía del pasado sábado
El párroco de Santa María de Nazaret, Fulgencio Espa, durante la Eucaristía del pasado sábado.

Santa María de Nazaret es una joven parroquia que se encuentra en una de las zonas más jóvenes de la ciudad de Madrid, el ensanche de Vallecas. Tan prematura que todavía no tiene templo propio y vive y celebra la fe en una serie de pequeños barracones que hacen las veces de templo y locales. Una parroquia, como tantas otras, que han dado lo mejor de sí para responder a las necesidades de las personas por las consecuencias de la pandemia.

Su párroco, Fulgencio Espa, lo vio claro desde el primer momento y, en los últimos meses, tiró de ingenio y ya ha puesto en marcha una serie de iniciativas para ayudar a los más vulnerables y a aquellos que han sido golpeados por esta situación. En concreto, ha promovido diversas iniciativas para el reparto de alimentos y ha lanzado un programa de microcréditos para las personas que se han quedado sin ingresos y no pueden pagar sus gastos más básicos.

Estos microcréditos están condicionados a que el beneficiario se deje acompañar durante un tiempo para que pueda alcanzar un trabajo en su sector profesional y ser autónomo. El párroco lo explica en conversación con Alfa y Omega con un ejemplo: «Una mujer migrante médico que trabaja en el sector de los cuidados y del empleo doméstico porque nadie la ayudó al llegar a España a prepararse el MIR. Su vida hubiese sido muy distintas. Habrá otras personas cuya meta será alcanzar el Ingreso Mínimo Vital. Eso es lo que queremos hacer nosotros: llevar a la gente hasta donde pueda llegar. Porque hay gente con dos carreras, varios idiomas y limpiando en casas».

La clave del proyecto no es el microcrédito que se otorga a las personas que lo necesitan y cumplen unos requisitos, sino el acompañamiento. «Es lo capital y lo novedoso. Y para ello necesitamos voluntarios muy cualificados, con formación universitaria y tiempo. Y eso no es fácil», añade Espa.

La idea es que el presupuesto del proyecto, que ha aportado Cáritas a fondo perdido, se vayan reinvirtiendo a medida que los beneficiarios vayan devolviendo los microcréditos, una vez ya puedan trabajar y tengan ingresos suficientes. Hasta el momento, se han concedido cuatro.

De vecino a vecino

El otro programa estrella que ha nacido en estos meses en esta parroquia se llama De vecino a vecino. También fue una idea del párroco para acompañar a las personas solas que necesitan alimentos. A estas se les ha sacado del programa de reparto y se les entrega una tarjeta de 30 o 60 euros de Carrefour para que ellas se administren, e incluye un acompañamiento personalizado.

Y mientras atiende las necesidades actuales, con un número de voluntarios que se ha duplicado, Fulgencio Espa ya ha pensado en proyectos para el año que viene, concretamente para dos colectivos: los que puede salir de su situación, a los que se ofrecerá capacitación laboral; y aquellos que pueden pero no saben, esto es, que se les va el dinero porque no saben comprar o administrarse… «Vamos a intentar sacar al mayor número de gente posible, porque queremos que vuele sola y, si quiere, se integre en la parroquia», añade.

En este sentido, recuerda que a todos los beneficiarios que llegan a la parroquia se les recuerda que allí se busca «la progresión humana que anunció Jesucristo, que consiste en la mayor dignidad para el hombre y, eventualmente y si la persona quiere, la transmisión de la fe». «Yo no quiero dar cosas, sino dignidad. Por eso no debe extrañar que la fe esté inherente, porque sino parecemos los ricos del barrio y somos igual de pobres que el resto. Solo hay que ver nuestras instalaciones, que son paupérrimas», concluye.