Fray Leopoldo y José Tous, dos capuchinos españoles - Alfa y Omega

Fray Leopoldo y José Tous, dos capuchinos españoles

Redacción

Aún queda mucha gente en Granada que conoció a fray Leopoldo, ya con fama de santidad, aún en vida. Fray Leopoldo, o Francisco Tomás Márquez, como se llamaba antes de hacerse hermano (lego, nunca fue sacerdote), nació en un pueblecito de Málaga llamado Alpandeire, pero vivió en Granada desde 1903 hasta su muerte, en 1956. Trabajó en la huerta, después como sacristán y también como limosnero, trabajos que le permitieron tener contacto con la gente, hasta el punto de hacerse conocido y querido, con su costumbre de interesarse por todos y de rezar con cada uno tres Avemarías. La noticia que dio el arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, de la próxima beatificación de fray Leopoldo, el 12 de septiembre de 2010, ha sido acogida con mucho cariño. El milagro atribuido a su intercesión ha sido corroborado por Benedicto XVI en la misma ocasión que el del periodista Lolo, y el del sacerdote José Tous y Soler, franciscano capuchino y fundador, en el año 1850, de la Congregación de Franciscanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor.

Pasos hacia la santidad

Cuando una persona ha sido proclamada santa, detrás de esta conclusión hay años de investigación, y un camino lleno de pruebas, análisis y pasos que se dan religiosamente, de modo que, ante cualquier duda, el Proceso puede pararse en seco e indefinidamente. En primer lugar, al abrirse un Proceso, la persona es declarada Siervo de Dios. En el momento en que el Papa firma los Decretos que reconocen las Virtudes Heroicas de la persona, ésta pasa a ser Venerable. A partir de aquí, es necesario un milagro para que pueda pasar al siguiente paso, la beatificación. Primero lo analiza una Comisión científica, luego una Comisión teológica y, después, la Comisión de cardenales; por último, ha de ser el propio Papa quien lo reconozca. Quien tiene el reconocimiento de martirio pasa a ser beatificado, sin necesidad de Decreto de Virtudes Heróicas ni de milagro: necesario, en cambio, para la canonización, como en el caso de los demás beatificados. La canonización, último paso para que un Beato sea declarado santo, necesita de otro milagro atribuido a su intercesión.