La respuesta de Dios se llama Benedicto XVI - Alfa y Omega

La respuesta de Dios se llama Benedicto XVI

Lo dicen todos los que han seguido de cerca a Benedicto XVI en su Viaje a Portugal: pocas veces se le había visto tan contento. Cuando todos esperaban a un Papa con cara de circunstancias, en el que la marejada mediática de los últimos meses hubiera hecho mella, nos hemos encontrado con un rostro sonriente y un paso veloz, saludando a todos y correspondiendo con gesto amable a la abrumadora presencia de gente en las calles, en las plazas, en Lisboa, Fátima, Oporto…

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Le han dicho de todo desde fuera: encubridor y cómplice de los delitos de algunos miembros de la Iglesia…; y también desde dentro: que si sus encíclicas sociales son socialistas, que si es soso y poco simpático, que si tiene una espiritualidad luterana… Con la explosión de las telecomunicaciones y el despegue de Internet, Benedicto XVI se ha convertido en la diana del mundo contemporáneo, uno de los Papas más perseguidos de la Historia, objeto de un sufrimiento moral e interior que es imposible imaginar –El Papa sufre mucho, decía Jacinta, la menor de los tres pastorcillos de Fátima-.

Sin embargo, nos ha vuelto a confirmar en la fe. Hemos ido a apoyarle, hemos rezado por él, y él nos ha dado, de vuelta mucho más. De nuevo, como siempre, nos ha vuelto a decir la verdad. Nos ha dicho que el enemigo no está fuera, sino que «procede precisamente del interior de la Iglesia, del pecado que se da en la Iglesia». Y ha ido más allá, ya que no se ha detenido en el escándalo ante el pecado, sino que nos ha recordado que el amor de Dios es aún más grande: «El Señor es más fuerte que el mal y la Virgen es la garantía de la bondad de Dios». También nos ha vuelto a afirmar, en la línea del mensaje de Fátima, la «profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación». Y eso nos toca ahora a nosotros.

Todo ha sido providencial en este Viaje, como todo es providencial en el mundo y en la Iglesia. Nada sucede por casualidad, y el Papa de la verdad lo sabe. Por eso, los ataques a los sacerdotes en todo este Año Sacerdotal tampoco han sido casuales. Todo contribuye a esa purificación de la Iglesia en la que tanto ha insistido durante todo su pontificado. En Benedicto XVI hemos visto el ejemplo del mismo Cristo rezando por los enemigos, orando por los pecadores, pidiendo por los que os persiguen. De ahí la sonrisa y la dulzura en la mirada que se ha podido ver en este Viaje a Portugal. La fe y la santidad no se improvisan.

A los jóvenes y a todos nos ha dicho: «Sigo contando con vosotros y con vuestras oraciones». De momento, ahí lo tenemos, de rodillas -¡qué difícil es ponerse de rodillas!-, delante de la Virgen, rezando el Rosario. De verdad que todo el sufrimiento del Papa ha dado su fruto en este Viaje apostólico a Portugal. La respuesta de Dios a toda la marejada que la Iglesia ha sufrido en los últimos meses se llama Benedicto XVI.