Testimonios apostólicos - Alfa y Omega

Testimonios apostólicos

El Año Sacerdotal que Benedicto XVI acaba de clausurar solemnemente en Roma y la beatificación en Linares (Jaén) de Manuel Lozano Garrido (Lolo) son los temas de la conversación que Sandra Madrid ha mantenido, en la Cadena COPE, con nuestro cardenal arzobispo

Sandra Madrid
El cardenal Rouco, durante una ordenación, en la catedral de la Almudena.

El pasado viernes 11 de junio fue clausurado el Año Sacerdotal. ¿Qué balance puede hacerse?
El panorama de todo el Año Jubilar ha constituido lo que podríamos llamar el punto culminante y la celebración que resume pastoralmente todo lo que ha significado este Año para la Iglesia y sus sacerdotes. La Vigilia con el Santo Padre, el jueves por la noche, nos sirvió a todos para renovar la mejor doctrina sobre la identidad sacerdotal en este momento del mundo, con el estilo del Cura de Ars: de amor a Cristo, de entrega a los hombres a quienes hay que llevar la salvación de Cristo, sin ponerse nerviosos por los ataques y las circunstancias adversas, para hacerlo también en circunstancias de organizaciones pastorales a veces difíciles: comunidades cristianas que se descentran, zonas de Europa que se descristianizan, y vivir el celibato como una excelente fórmula de amor a Cristo, que te ha llamado y al que respondes dándole la vida; y también como una ocasión para despertar nuevas vocaciones. La respuesta de los más de 15.000 sacerdotes que había en la Plaza de San Pedro fue una acogida de las palabras del Papa con muchísima gratitud, afecto y entusiasmo. La solemne celebración de la Eucaristía supuso retomar la vocación sacerdotal como un don del Señor para uno mismo, pero sobre todo para la Iglesia; un don que recibes como instrumento para los demás. Fue una experiencia litúrgica de belleza espiritual, en la celebración, en los cantos, en la forma… Y hay que subrayar la homilía del Santo Padre, con esa fórmula de identificar lo que es el sacerdocio a lo largo del Año Sacerdotal. Y la explicación del salmo El Señor es mi pastor: el cayado que hay que llevar para conducir a los fieles, con amor que trata de llevar a las almas por los verdaderos caminos de respuesta cristiana. Y, finalmente, esa alusión del tú a tú con el corazón de Cristo, que también había subrayado el Papa en la homilía de la noche. Por lo tanto, una celebración que resume lo que hemos vivido a lo largo de todo el Año, como el don y la gracia del Señor para su Iglesia, en la medida en que los sacerdotes se han visto reforzados, teórica, espiritual y pastoralmente, en el valor de la vocación recibida, en la necesidad de una respuesta generosa, en el valor y en la necesidad de esa respuesta generosa para la Iglesia en tiempos difíciles, para llevar a los fieles por el camino de la fe en Cristo. Y que nos han animado a seguir en el empeño de la nueva evangelización, sobre todo a los europeos, para que los jóvenes puedan seguir preparándose para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, aquí en Madrid.

Periodismo para llevar a Cristo

Y Linares (Jaén) acogió el sábado la beatificación del periodista Manuel Lozano Garrido. ¿Qué nos puede decir de la personalidad de Lolo?
Fue más que un comunicador, un testigo de Cristo desde muy niño, por lo que su biografía pone de manifiesto: un enamorado de Cristo desde muy niño, un joven aspirante de Acción Católica, centrado en su formación del estudio, la piedad y la acción, que marcaban la vida y la actividad. Para él, el ejercicio del periodismo fue un instrumento vivo, fino y profundo para llevar a los jóvenes a Cristo, lo practicó como un incendio en el alma que nos impresiona a todos. Pero, sobre todo, porque ese testimonio apostólico de fe lo supo convertir en testimonio doloroso y sufriente, dependiendo de la gracia y el amor de Cristo cuando se queda paralítico y ciego, enfermo. Él decía que su profesión era la de paralítico; pero era paralítico físico y espiritualmente un gigante, un gigante de Cristo y un gigante de la Iglesia. Ahí tenemos a un gran joven, el estilo y el ejemplo de una biografía de un joven de Acción Católica, es decir, que profesa su fe y su amor a Cristo, con tal fervor y con tantas ganas de que otros lo conozcan, que toda su vida se convierte en acción. Y su acción se identifica con su vida, para que Cristo, en la comunión de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, la Una, la Santa y la Apostólica, salve su vida.