Pilar y Julio, en sus 50 años de matrimonio: «Hay que dejarse sorprender» - Alfa y Omega

Pilar y Julio, en sus 50 años de matrimonio: «Hay que dejarse sorprender»

«Vamos a hacer las bodas de oro y, chicos, ¡se puede! ¡Somos un ejemplo vivo de que se puede!». Julio Barerra y Pilar Cruz se casaron el 11 de junio de 1970 en la madrileña iglesia de San Ginés. Tienen cuatro hijos y cuatro nietos, «la familia que ha surgido, gracias a Dios, de aquella decisión». Con ellos habían pensado celebrar su aniversario disfrutando de un viaje a una zona de playa que, de momento, tendrá que esperar

Begoña Aragoneses

Por prudencia, y porque Pilar tiene mal una rodilla además de que «me da mucho miedo salir», han decidido no acudir a la celebración que el cardenal Carlos Osoro presidirá el próximo domingo en la catedral de la Almudena con aquellos que este año cumplen sus bodas de oro y plata. Pero el matrimonio sí seguirá el encuentro de la catedral por televisión «¡allí estaremos!», y también celebrará una Misa oficiada por un sacerdote amigo, que será retransmitida por internet para que uno de sus hijos y su mujer, que viven en India, puedan estar también presentes.

El «¡se puede!» se lo dicen siempre a los novios a los que acompañan en los cursillos prematrimoniales que imparten desde hace 25 años. «Esto merece la pena –les cuenta Julio-, es una gracia de Dios. Y los que más ganamos de este cursillo somos nosotros, porque el salir a contaros nos obliga a vivir de acuerdo con ello». «Y se quedan boquiabiertos», añade Pilar.

Una argentina de vacaciones en España

Julio de 1968. En el Vaticano, el Papa Pablo VI publica la encíclica Humanae vitae. El mundo sigue conmocionado por el asesinato de Martin Luther King tres meses antes, lo que había provocado multitudinarias manifestaciones, y también disturbios, a cuenta de la discriminación racial en Estados Unidos. Y en Hong Kong (China) aparece una nueva gripe que se hará pandémica y que dejará un millón de muertos.

En ese mundo de aquel mes de hace más de 50 años, con tantas resonancias al de ahora, es cuando se conocieron Pilar y Julio. Fue en Segovia, donde ella pasaba unos días de vacaciones con una prima que tenía unas amigas que tenían unos amigos entre los que estaba Julio. Fue «de telenovela», cuenta Pilar con un fino sentido del humor. Por la forma en que se encontraron –«estaba escrito»–, y porque además ella es argentina, de padre navarro y madre argentina, que a su vez es hija de italiana y catalán.

«Aquel día fuimos con los amigos al baile», comenta Julio, y según Pilar, «ligaron con nosotras; como venía una chica nueva pues vinieron a conocer a la chica nueva… Que era yo, la argentina». «Nos conocimos, ¡y hasta hoy!», y además sin regreso a Argentina porque ella, que iba a estar en España solo diez días, decidió no volver a su país por si la «agarraban», dice divertida, aunque «no me iban a convencer porque yo ya estaba convencida». Dos años después, estaban casados. «Esto estaba previsto así en nuestra vida por el Señor», asevera Julio.

Frescura, sencillez y amor

A veces se preguntan «con lo distintos que somos, ¿cómo hemos podido estar 50 años juntos?». Pero es una ventaja, «nos vamos complementando y el matrimonio es más rico», destaca Julio. «Yo –incide Pilar–, como éramos ocho hermanos, estoy más acostumbrada al jaleo, y Julio, hijo único, es el orden personificado, estricto. Si hubiera sido todo como decía yo, nuestros hijos hubieran sido un desastre; si hubiera sido como decía Julio, se hubieran ido rápido. Y así todo queda en mitad, y tenemos una tribu fenomenal».

50 años en los que han ido introduciendo en el día a día grandes dosis de frescura y sencillez. «Hay que dejarse sorprender –cuenta Julio–, porque nunca acaba uno de conocer al otro. Hay circunstancias distintas, todos vamos cambiando…». El problema viene cuando aparece una nueva faceta en la pareja, «no te gusta» y te quedas en el sentimiento de ese momento, sin ser «capaz de ver realmente lo bueno que tiene tu pareja, por eso hay que sentarse de vez en cuando y repasarlo». Porque esto «es una cuestión de amor, de cariño; aquí está la clave».

Más allá de los sentimientos

«En el fondo –señala Julio– estamos hablando de una actitud ante la vida. El matrimonio son dos en torno al amor del Señor, y esta Él allí, y es ese amor el que une. Y es un amor que va más allá de los sentimientos y de las pequeñas realidades de la vida. Yo quiero llegar al amor total, y Dios me ha colocado a mi esposo o a mi esposa a través del cual yo puedo llegar a ese amor. Es un espíritu de servicio, no es que yo no siento nada porque tú ya no me das, sino que yo te doy todo lo que puedo, y tú me das todo lo que puedes. Ante la generosidad, uno se rinde».

Por eso, Julio no entiende las exigencias ni las tablas de tareas en las casas: «Si hay amor, eso sale espontáneamente, no se puede basar en unas fórmulas, cada uno aporta lo que puede». «Yo, por ejemplo, recojo el lavavajillas, que es lo que sé», dice jocoso, a lo que Pilar responde, también bromeando: «¡Ahora, de jubilado!».

Pilar indica otra de las claves: «El egoísmo hay que dejarlo en la puerta de la calle. Y el pedir perdón, siempre lo primero». «Aunque hayan sido cosas sin querer –añade Julio–; como decía el consiliario de nuestra Congregación Mariana, no irnos a dormir ningún día sin habernos perdonado. Cuando ya estás en la cama, estiras la pierna y dices «¿estás ahí? perdón…». Esas reconciliaciones son maravillosas».

Ahora, después de toda la vida juntos, este matrimonio se siente muy agradecido a Dios primero por haberles permitido vivir para celebrar sus bodas de oro. Y también porque, como asegura Julio emocionado, «la mayor satisfacción del mundo es sentarnos con nuestros hijos y nuestros nietos a rezar todos juntos».