Amistad cívica - Alfa y Omega

«Consiste la convivencia en contar con los demás, en oír a los demás, en colaborar con los demás». Esta cita, sacada de una de las últimas páginas de la gran obra Historia política de las dos Españas que el injustamente olvidado José M.ª García Escudero publicó en 1975, resume bien el proyecto político al que se lanzaban los españoles en los albores de la transición. La pregunta entonces no era otra que esta: «La convivencia que no conseguimos, ¿podremos tenerla ahora?».

La situación presente merecería un buen repaso histórico. Nos ayudaría a comprender qué ha sucedido en los últimos 45 años y cómo hemos ido construyendo esa convivencia que, por primera vez en decenios, se edificaba con unos y con otros, y no contra unos y contra otros. La recuperación de nuestra memoria más reciente nos daría nuevos detalles acerca del por qué las derechas y las izquierdas, o lo que queda de ellas, acaban siempre segmentando y perforando la cohesión del pueblo español. Yo lo llamo politización indebida, que es la que fuera de las instituciones busca atizar el fuego de las discordias. La mala política acaba aplastando siempre a los españoles, incapaces de resistir los envites de los inquisidores de turno. «¿No tendrá esta situación remedio alguno?», se preguntaba Gil Robles en su obra No fue posible la paz. Ciertamente no fue posible en el 36, pero sí lo fue en el 75. Los españoles encontramos un terreno de convivencia en el que poder desplegar nuestra sociabilidad sin caer en exclusivismos estériles. Ese terreno fue preparándose durante años a base de encuentros y diálogos. Ruiz Giménez fue uno de los grandes hacedores de encuentros. Y junto a él fueron muchos los españoles que desde generaciones y posiciones políticas distintas fueron creando una red de relaciones de convivencia sobre las que pudo sostenerse el proceso de transición y consolidación de la democracia en España. Esos vínculos cooperativos, los que hicieron posible que en las Cortes del 77 «nos encontráramos los amigos de Cuadernos para el Diálogo», como me dijo una vez Ignacio Camuñas, están rotos. Urge restaurarlos. A la convivencia de ayer, los católicos que he citado, y otros, aportaron la convicción firme de que la convivencia se construye desde la justicia pero, más aún, desde la amistad cívica. Ese es el verdadero fermento de la democracia, el que hunde sus raíces en la palabra fraternidad.

Si alguno sigue preguntándose qué hacer por nuestra convivencia, creo que en el fomento de la amistad cívica estará nuestro gran servicio.