Este lunes, 18 de abril, comienza el Cónclave

Por unanimidad, el sábado pasado, la Congregación general de los cardenales decidió dejar de conceder entrevistas a los medios de comunicación. Según aclaró después Joaquín Navarro- Valls, portavoz vaticano, esta invitación «no debe ser interpretada como una actitud de descortesía o desinterés hacia los medios de comunicación, sino como un gesto de gran responsabilidad. Es más, los cardenales no dejan de agradecer el enorme interés con el que están siguiendo este período».

De hecho, este Cónclave es el que más interés ha suscitado entre los medios de comunicación de todo el mundo. Unos 3.500 periodistas están garantizando su cobertura. Este silencio no es normativo, a diferencia de lo que sucederá este lunes, tras la Misa votiva Por la Elección del Pontífice, cuando comience un Cónclave que vivirá algunas novedades formales, según estableció Juan Pablo II en la Constitución apostólica Universi Dominici gregis, de 1996.

Las nuevas normas contemplan «espacios más amplios» para los cardenales encerrados en el Vaticano, aunque se mantiene la misma rigidez por lo que se refiere al carácter secreto, explicó el arzobispo Piero Marini, Maestro de Ceremonias de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, en un encuentro con la prensa en el que participó Alfa y Omega.

El Cónclave se desarrollará en la Ciudad del Vaticano, entre la Casa de Santa Marta, una nueva residencia en la que serán acogidos los cardenales, diferentes capillas para las celebraciones litúrgicas, y la Capilla Sixtina, donde tendrán lugar las votaciones.

«Los espacios utilizados por los cardenales permanecerán inaccesibles a las personas no autorizadas» y, de hecho, «nadie podrá acercarse a los cardenales», señaló el arzobispo italiano. La organización de esta reunión antes «era más fácil», reconoció, «pues los cardenales estaban encerrados incluso con planchas de madera y las ventanas estaban selladas. En definitiva, no era posible entrar donde se encontraban ni podían salir». Ahora bien, según reconoció monseñor Marini, «todo esto provocaba muchos problemas, con oficinas transformadas en habitaciones en las que dormían hasta cinco cardenales, pocos baños, y sin agua corriente. A esto se debe la decisión de adaptarse a los tiempos».

Se mantiene la prohibición para los cardenales de escuchar la radio, ver la televisión, leer los periódicos, o hablar por teléfono, y se amplía también a la posibilidad de comunicarse por Internet.

Se mantendrá el rito de la fumata blanca para el anuncio de un nuevo Papa. El humo es provocado al quemar las papeletas en una estufa de la Capilla Sixtina, añadiéndoles un producto para que alcance color negro o blanco. «Trataremos de que funcione mejor que la última vez», confesó monseñor Marini, pues en 1978 el color gris de la fumata creó confusión. «Además, haremos que las campanas repiquen a fiesta; así los periodistas estarán seguros», afirmó.

Entre las novedades introducidas, se encuentra también el que el voto sea exclusivamente secreto, mientras que en el pasado se preveía también el que pudiera ser elegido por aclamación de la asamblea de cardenales.

Otra de las novedades que introdujo Juan Pablo II es la particular tarea encomendada a los cardenales no electores –han cumplido los ochenta años y no participan en el Cónclave–, de ser «como guías del pueblo de Dios» en Roma y en las diócesis del mundo, organizando «intensas oraciones y súplicas al Espíritu Divino» por el Cónclave.