Un testimonio de piedad y vida santa - Alfa y Omega

Un testimonio de piedad y vida santa

Extracto del Rogito, pergamino sobre la vida del Papa, introducido en su ataúd

Redacción

En la luz de Cristo resucitado de los muertos, el 2 de abril del año del Señor 2005, a las 21:37 horas, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en el Día del Señor, Octava de Pascua y Domingo de la Divina Misericordia, el querido Pastor de la Iglesia, Juan Pablo II, pasó de este mundo al Padre. Toda la Iglesia acompañó en oración su tránsito, especialmente los jóvenes. Juan Pablo II fue el Papa número 264. Su memoria se queda en el corazón de la Iglesia y de toda la Humanidad.

El pontificado de Juan Pablo II ha sido uno de los más largos de la Iglesia. En este período, bajo diferentes aspectos, se ha asistido a muchos cambios. Entre los cuales, la caída de algunos regímenes, a la que él mismo contribuyó. Con el objetivo de anunciar el Evangelio realizó muchos viajes a diferentes países.

Juan Pablo II ejerció el ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías movido por la sollicitudo omnium Ecclesiarum y por la caridad abierta a toda la Humanidad. Más que todos sus predecesores se ha encontrado con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones, en las celebraciones, en las audiencias generales y en las visitas pastorales. Su amor por los jóvenes le llevó a comenzar las Jornadas Mundiales de la Juventud, convocando a millones de jóvenes de varias partes del mundo.

Ha promovido con éxito el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en ocasiones en encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís. Como Sacerdos magnus ha ejercido el ministerio litúrgico en la diócesis de Roma y en todo el orbe, en plena fidelidad al Concilio Vaticano II. Ha promovido de manera ejemplar la vida y la espiritualidad litúrgica y la oración contemplativa, especialmente la adoración eucarística y la oración del santo Rosario.

Bajo su guía, la Iglesia se ha acercado al tercer milenio y ha celebrado el Gran Jubileo del año 2000. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, ha promovido la renovación espiritual de la Iglesia. Ha dado un impulso extraordinario a las canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de aliento a los hombres de nuestro tiempo. El magisterio doctrinal de Juan Pablo II es muy rico. Custodio del depósito de la fe, se entregó con sabiduría y valentía para promover la doctrina católica, la teología moral y espiritual, y a enfrentarse durante todo su pontificado a las tendencias contrarias a la genuina tradición de la Iglesia. Juan Pablo II ha dejado a todos un testimonio admirable de piedad, de vida santa y de paternidad espiritual.