Nuestra Señora de Valverde

El viajero que salga de Madrid por la carretera de Colmenar verá a su izquierda unos edificios de aire antiguo y noble. Al conjunto se accede por una vistosa portada barroca de cinco arcos de medio punto, compuesta por sillares de granito y una rejería de forja.

El topónimo de Fuencarral se debe a una fuente —según algunos historiadores, origen del asentamiento— donde abrevaban las bestias de los carreteros. Otros hablan de una fuente real, de la que se surtirían los reyes de paso por el pueblo, anexionado a la capital a mediados del siglo XX.

La leyenda mariana sitúa la aparición de la Virgen de Valverde en 1242, fecha en que se erigió la ermita primitiva, sustituida en el siglo XVIII por una mayor que restauró Ventura Rodríguez en 1770.

Junto al santuario están los edificios de la casa palaciega que perteneció a los marqueses de Murillo y del antiguo convento dominico, a cuyo cargo estuvo el culto desde el siglo XVI hasta la desamortización, en 1836.

Tras múltiples sucesos, daños bélicos y litigios, en 1990 un grupo de fieles fundó la Hermandad de Nuestra Señora de Valverde y logró que los terrenos del santuario pasasen a ser propiedad municipal el año 2000.

La fiesta de la Virgen, con romería incluida, da comienzo cada año el 25 de abril por la mañana en el santuario. No pueden faltar el reparto de los tradicionales bocadillos de pan y queso, la Misa y el baile. La celebración, suspendida este año por la calamidad que nos aflige, se extiende desde la procesión de la Virgen a la iglesia de San Miguel, antiguo patrón del pueblo —el mismo 25 de abril—, hasta el 3 de mayo, cuando el cortejo de fin de fiesta hace el camino de regreso.

Son días especiales para los fuencarraleros, que se engalanan, adornan calles, farolas y balcones, y, ante todo, viven su fe y devoción cantando, recitando poemas y compartiendo su alegría en loor de María.

Hagamos votos para que la fiesta retorne en 2021.