Francis Collins, secuenciador del genoma humano, Premio Templeton por aunar ciencia y fe
«La fe en Dios puede ser una opción totalmente racional. Los principios de la fe, de hecho, son complementarios con los de la ciencia», asegura el nuevo ganador del Premio Templeton. En una entrevista concedida horas antes, pedía que si en Estados Unidos se logra desarrollar una vacuna contra el COVID-19, esta se ponga lo más rápido posible a disposición de los países con menos medios
El genetista y físico estadounidense Francis Collins, que en su día lideró el Proyecto Genoma Humano hasta su finalización en 2003 es el nuevo ganador del Premio Templeton. Así lo ha anunciado este miércoles la Fundación John Templeton, que promueve la integración entre fe y ciencia.
Esta institución, con sede en Pennsylvania, justifica su fallo en cómo a lo largo de su carrera, así como en sus intervenciones públicas y sus escritos de divulgación Collins «ha demostrado cómo la fe religiosa puede motivar e inspirar una rigurosa investigación científica». Así ocurre por ejemplo en su popular libro El lenguaje de Dios, publicado en 2006.
En su prólogo, el genetista afirma que «la fe en Dios puede ser una opción totalmente racional. Los principios de la fe, de hecho, son complementarios con los de la ciencia». Luego, a lo largo de la obra anima a las comunidades religiosas a acoger los nuevos descubrimientos de la genética y las ciencias biomédicas como elementos que pueden enriquecer su fe.
Una vacuna para todos
Pocas horas de conocerse su victoria, Collins declaraba a la agencia AFP que «si [en Estados Unidos] obtenemos una vacuna que sirva» frente al COVID-19, «me encantaría que estuviera disponible lo antes posible en África y en América del Sur. Mirad lo que está ocurriendo en Brasil», que se ha convertido ya en el tercer país con más casos de coronavirus. «Tenemos una gran responsabilidad. Somos el país más rico del mundo. No podemos contentarnos con ocuparnos de nosotros mismos, eso sería terrible».
Entre 1993 y 2008, Collins dirigió el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI) y lideró el Proyecto Genoma Humano, que logró secuenciar los tres mil millones de bases (letras) que forman el ADN, el libro de instrucciones del cuerpo humano.
El «cazador de genes»
Antes de incorporarse a los Institutos Nacionales de Salud, la red de centros de investigación de la que forma parte el NHGRI y que ahora dirige, Collins fue profesor de Medicina Interna y Genética Humana en la Universidad de Michigan. Allí llegó a ser conocido como el «cazador de genes», debido a su técnica pionera de clonación posicional, capaz de señalar los genes relacionados con enfermedades.
Sus grupos de investigación han logrado identificar los genes responsables de la fibrosis quística, la neurofibromatosis, la enfermedad de Huntington y la progeria o síndrome de Hutchinson-Gilford. Estos descubrimientos, entre otros, «han contribuido al despegue de una nueva de medicina de precisión en la que los investigadores pueden adaptar los programas de tratamiento a los pacientes individuales y han arrojado nueva luz sobre el bienestar humano y la naturaleza y posibilidades de la especie humana», aseguran desde la Fundación John Templeton.
La ciencia y las preguntas más profundas
Dotado 1,1 millones de libras esterlinas (1,23 millones de euros), el Premio Templeton es uno de los galardones anuales más importantes. Se otorga a individuos cuyos logros contribuyan a aplicar el poder de la ciencia para explorar las cuestiones más profundas sobre el universo y el lugar que en él tiene la humanidad. Entre los anteriores ganadores se encuentran la madre Teresa de Calcuta, el Dalai Lama, monseñor Desmond Tutu, Martin Rees, John Barrow, George Ellis, Freeman Dyson y Paul Davies.
El año pasado, su ganador fue el físico teórico Marcelo Gleiser. En entrevista con Alfa y Omega, este científico brasileño que se define como agnóstico explicó por qué, a pesar de ello, es tan crítico con los científicos materialistas que utilizan la divulgación para negar la existencia de Dios: «Me parece bastante ridículos que un puñado de varones anglosajones blancos afirmen desde su superioridad académica que todo [lo que aporta la religión en las distintas culturas] es inútil sin ofrecer nada constructivo a cambio. Afortunadamente, este tipo de superateísmo está en decadencia, como debe ser».