Historia y espiritualidad bíblica, sin examen - Alfa y Omega

La edad brinda la ocasión de aprender con mayor profundidad y enriquecidos por la experiencia. Existen cosas que no deberían estudiarse sin cierta experiencia de vida. Así, se enseña que la Cabalá no debe estudiarse antes de los cuarenta años, aunque también en esto hay discusión entre los maestros.

Tengo la suerte de ser profesor en la Universitas Senioribus CEU, y mis alumnos se encuentran entre los 40 y los 90 años. En ningún lugar he visto cumplida con tanta rotundidad la vieja enseñanza del Talmud: «He aprendido mucho de mis maestros, más aún de mis colegas, pero mucho más de mis alumnos». Entre mis alumnos, hay algunos que han conocido un mundo que ya no existe –la Guerra Fría, la Guerra Civil, otras guerras–, y cada clase que comienzan es un canto a la vida sonoro y decidido. Hay en ellos esa voluntad insaciable de aprender que inspiró las escuelas talmúdicas y las academias filosóficas, las universidades medievales y las exploraciones, los laboratorios y las bibliotecas. Entre todos, mis alumnos de la Senioribus lo saben todo. O casi todo.

Este año se conmemora el centenario del Genocidio Armenio, como ha recordado con valentía el Papa Francisco. Las comunidades cristianas del Imperio Otomano fueron exterminadas entre 1915 y 1921. Donde pudieron resistir, los cristianos resistieron y parte de esa resistencia fue salvar los libros, es decir, la memoria y el espíritu de sus comunidades.

La Escritura adopta un sentido profundísimo cuando se lee en tiempos de persecución. Por salvar los evangeliarios y las obras de espiritualidad, los armenios dieron su vida. Se hicieron custodios de páginas sueltas que, después, reunieron de nuevo reviviendo los volúmenes salvados. Si visitan el Matenadarán, en Yerevan, la capital de la República de Armenia, podrán admirarlos. Un pueblo que salva sus libros está destinado a sobrevivir, porque proyecta su memoria hacia el futuro.

La Biblia ha iluminado los momentos más luminosos y los más oscuros de la historia de la Humanidad, las guerras, la trata de esclavos, los genocidios, el Holocausto. Sus pasajes han inspirado resistencias y sacrificios. Tenerla ha sido –y en algunos lugares es– motivo de sospecha y de castigo.

A partir del curso que viene, mis alumnos de la Senioribus podrán emprender un viaje a la espiritualidad y la tradición de esta biblioteca inagotable que llamamos La Biblia. Sus textos han cambiado la faz de la Humanidad y nos siguen transformando cada día. Ellos inspiraron a los constructores de catedrales y a los esclavos que, en las plantaciones, mantuvieron la esperanza de la liberación, porque, ya en una ocasión, el Señor liberó a otro pueblo de la esclavitud en Egipto. Desde la altura que dan la vida y la experiencia, mis alumnos se sumergirán en una tradición cuya riqueza es inagotable. Y yo tendré la felicidad de acompañarlos.

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