Ser íntimo en público - Alfa y Omega

Ser íntimo en público

Javier Alonso Sandoica

El consejo del director de escena y pedagogo ruso Konstantín Stanislavski a los actores era siempre el mismo: «Sed íntimos en público». Les invitaba a lo más difícil. Porque uno suele hablar en un estrado, o simplemente mostrarse delante de los demás, con acopio de burladeros. Ahí están la máscara del fingidor, la timidez no deseada, los nervios desencadenantes de distracciones estructurales, muletillas de principiantes, sonsonetes de mal profesional, etc.

Juan Pablo II rezaba en público, José María Rodero era su personaje sin intermediarios. Hay pocos casos así, de gente que dice con autenticidad en público lo que le pasa, sin traicionar a la verdad. La semana pasada, Juan de Dios Vial Correa, ex Rector de la Pontificia Universidad Católica Chilena, quien a su vez fuera presidente de la Academia Pontificia para la Vida durante el pontificado de Juan Pablo II, cumplía unos espléndidos 90 años. Como pedagogo, fue uno de los fundadores de la Facultad de Ciencias Biológicas y pionero en el desarrollo de la histología. En su onomástica, pronunció un discurso académico mínimamente académico. Eran las suyas palabras de agradecimiento a Dios por su trayectoria profesional. Cada dos por tres, colaba su pasión por la ciencia.

Me he detenido estos días en leer el texto, no es muy largo. Allí no hay recuento de datos ni fechas, los ancianos que quieren ganarse la fama de contadores de batallas son aquellos que los años les pueden, y piensan que la lucidez sólo viene de atrás. En cambio, el anciano que lleva dentro una vela encendida sin apagarse no se detiene en anécdotas, se dirige siempre a los hechos trascendentales que continúan marcando su vida.

Juan de Dios Vial contó su enfermedad, la tuberculosis que padeció siendo estudiante: «Por entonces me dejó marcado el contacto con la tuberculosis. Ella fue contraída mientras hacía mi memoria de médico, inyectando arterias coronarias en cadáveres. Yo tenía una manera productiva pero descuidada de trabajar, en material muy séptico que remató en una infección tuberculosa en el dedo índice que luego dio origen a una adenopatía». Pero la enfermedad le ayudó para realizar un cambio en el programa de estudios, le cambió su manera de enseñar y aprender desde la fragilidad de la enfermedad y la dignidad del enfermo. Y recordó las palabras de Pablo VI: hoy, más que nunca, la Iglesia necesita universidades católicas. «Y esto es lo que denominamos una verdadera tradición, aquello que definimos y defendemos como nuestro modo de ser».