Diaconisas, un paso al frente en su estudio - Alfa y Omega

Diaconisas, un paso al frente en su estudio

El escollo se encuentra, especialmente, en la comprensión del diaconado femenino como un «sacramento» en sentido estricto, o más bien como un «sacramental». «Hay partidarios tanto de una valoración como de otra», asegura Santiago del Cura, teólogo burgalés miembro de la nueva comisión instituida por el Papa Francisco para el estudio del papel de las diaconisas en la Iglesia del siglo XXI

Victoria Isabel Cardiel C.
Foto: Cathopic.

Las diaconisas eran mujeres devotas y consagradas al servicio de la Iglesia primitiva. Se ocupaban de la instrucción en la catequesis; ayudaban en la unción corporal de otras mujeres en el ritual del Bautismo y cuidaban a las que estaban enfermas y vivían solas; algunas acabaron asumiendo la responsabilidad de monasterios femeninos, de un modo semejante a las abadesas actuales. Nadie pone en duda su existencia. Sus huellas están en la Biblia. En las cartas de san Pablo a los romanos aparece Febe, una mujer a la que el apóstol llamada diácono, en masculino, porque la palabra en griego no se desdobla en género. Pero sabemos más bien poco de ellas. ¿Cuántas hubo?, ¿cómo era su ordenación?, ¿tenían algún papel en el altar?, ¿por qué desapareció su figura a partir del siglo VII?

En 2016 el Papa decidió poner luz a estas incógnitas después de que una de las monjas de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), a la que pertenecen más de 2.000 congregaciones religiosas femeninas de todo el mundo, le preguntase en una audiencia en el Vaticano por la imposibilidad hoy de que las mujeres accedan a esta dignidad eclesiástica.

Francisco recogió el guante e instituyó por primera vez en la historia de la Iglesia una comisión con seis teólogos y seis teólogas para descubrir el porqué. Dos años de sesudos estudios después, le entregaron un informe de conclusiones con el aval del jesuita mallorquín Luis Ladaria, entonces número dos de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El asunto no es baladí y como explicó el propio Pontífice ante la prensa extranjera en su viaje de regreso de Macedonia, exige más análisis.

La cuestión sacramental

Por eso ha vuelto a convocar a biblistas y expertos en teología para que sigan escarbando en la documentación disponible del papel de estas mujeres en los primeros siglos de vida eclesial. «Es una historia compleja en sus fuentes y debatida en la interpretación teológica de las mismas. Su conocimiento sigue siendo en parte fragmentario», apunta el sacerdote Santiago del Cura Elena. El teólogo burgalés, uno de los grandes expertos españoles en el estudio del ministerio ordenado y, en particular, del diaconado, es miembro de esta segunda comisión y resume así su objetivo: «La existencia de diaconisas es un hecho histórico incuestionable, que tuvo una recepción eclesial durante bastantes siglos en el cristianismo. No es el hecho, por tanto, lo que hoy se debate, sino la interpretación y valoración teológica del mismo». El principal escollo es la cuestión del rito sacramental. El Código de Derecho Canónico no contempla la ordenación femenina, pero tampoco está claro que sea necesaria para crear diaconisas. «Hay que ver si el ministerio diaconal femenino se acaba reconociendo como parte integrante del sacramento del Orden, en el mismo plano que el diaconado masculino, o si debería comprenderse como un ministerio no sacramental, aunque sin duda de relevancia eclesial y corroborado con una bendición semejante a la que hoy día tiene lugar en el caso de abadesas de monasterios», apunta. «Usando términos más técnicos del lenguaje teológico-canónico, hay que ver si el diaconado femenino debería comprenderse como un “sacramento” en sentido estricto, o más bien como un “sacramental”». Y en esta interpretación «es donde nos hallamos lejos de unanimidad entre los diversos estudiosos del cristianismo, ya que hay partidarios tanto de una valoración como de otra», añade. La Iglesia católica mantiene una compresión del ministerio ordenado como realidad sacramental. Un punto que, por ejemplo, comporta una diferencia notable con las iglesias protestantes.

El Papa Francisco durante el encuentro de la Unión Internacional de Superioras Generales, en el Vaticano, en 2016
El Papa Francisco durante el encuentro de la Unión Internacional de Superioras Generales, en el Vaticano, en 2016. Foto: CNS.

Muchos ven en la cuestión del diaconado femenino un tema inherente a la igualdad con los hombres en la jerarquía de la Iglesia. Así se plantea no solo en ambientes externos, sino también en numerosos ámbitos de la Iglesia católica, por parte de hombres, pero también por parte de asociaciones de mujeres y de grupos con perspectivas feministas. Una visión parcial, pero relevante. «Se ha de admitir que el reconocimiento público y eclesial, en plano de igualdad, del papel de las mujeres en la Iglesia sigue siendo una tarea pendiente, a favor de cuyo reconocimiento están la inmensa mayoría de los católicos, empezando por el Papa. Y yo creo que las posibilidades son muchas ya hoy y que serán mayores en el futuro», señala el sacerdote español que, sin embargo, objeta a este argumento dos observaciones. La primera tiene que ver con el recurso al diaconado femenino de los primeros siglos. «Con ello no se pretende restaurar para hoy un ministerio de anticuariado, ya que cualquier mujer sin ordenación alguna puede realizar y realiza hoy en la Iglesia más tareas y funciones que una diaconisa de los siglos antiguos; el recurso puede servir de inspiración para recrear hoy día ministerios eclesiales de la mujer que confirmen su reconocimiento en plano de igualdad, no de sometimiento o subordinación», señala. La segunda observación está relacionada con el planteamiento de la cuestión en términos de derechos. «No es correcto plantearlo así, pues tampoco vale para el caso de los ministerios ordenados masculinos: nadie, tampoco ningún varón, tiene derecho a tales ministerios. No es suficiente, por tanto, invocar deseos personales, anhelos íntimos o convencimientos subjetivos; en rigor la vocación solo es efectivamente tal cuando se produce la verificación y la llamada por parte de la Iglesia», concluye.

No es un tema nuevo

El tema del diaconado femenino no es nuevo. Fue fundamental durante el Concilio Vaticano II y volvió a tener protagonismo en el Sínodo de la Amazonia. El texto final de la reunión episcopal produjo ciertas frustraciones en quienes habían dado por descontadas algunas propuestas avanzadas durante su celebración. Para otros representó una postura pastoralmente adecuada y teológicamente justificada.

En cualquier caso, el diaconado femenino es un tema que implica a toda la Iglesia en conjunto y no solo a las mujeres. Así lo asevera la presidenta de la Coordinación de Teólogas Italianas, Cristina Simonelli: «La pregunta es: ¿Por qué en una comunidad en la que se entra a través del Bautismo, tanto los hombres como las mujeres, el servicio de estas últimas no viene reconocido como un ministerio? La Iglesia católica afirma que es fiel a la tradición. ¿Entonces, por qué no quiere retomar la ordenación diaconal de mujeres que está documentada históricamente en los siglos III y IV de la Iglesia?». La estudiosa apunta a que existen unas «resistencias drásticas a esta cuestión» a las que el Papa también puso nombre: «clericalismo y feminismo». Para Simonelli, dentro de la Iglesia rige una «caricatura del feminismo». «De lo contrario, es incomprensible que la misma persona que pide mayores roles de autoridad para las mujeres en la Iglesia, que las invita a prestar un servicio que no sea servidumbre, que dice que los hombres no deberían hacer el viejo truco de Adán de culpar a Eva, tema aprobar las solicitudes de reconocimiento que hacen las mujeres», describe. Asimismo, desgrana los efectos que el clericalismo podría ejercer en las diaconisas. «Algunos sostienen que si las mujeres fueran ordenadas diaconisas, caerían presas de los peores defectos clericales de centralización de poder y visión miope, así como en los excesos de abuso de poder como denunció Francisco en la Carta al Pueblo de Dios (2018). Es justo ponerse en guardia», señala. De otro lado, habla de un «triste clericalismo» que prefiere abandonar el tema de los ministerios femeninos y no reconocer «el papel que las mujeres ya están realizando en muchas comunidades». Esta perspectiva fue ampliamente deliberada en las reuniones del Sínodo. Sobre la mesa se puso la escasez de sacerdotes y misioneros en la Amazonia y la importancia de considerar el papel de la mujer como líder en las comunidades eclesiales.

En la exhortación apostólica Querida Amazonia el Papa no pasó de largo. Se explayó al desarrollar «la fuerza y el don de las mujeres» y reconoció que «durante siglos, las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe». A renglón seguido, advirtió contra el peligro de reducir la Iglesia a estructuras funcionales: «Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un estatus y una participación mayor en la Iglesia solo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esa mirada nos orientaría a clericalizar a las mujeres». Sin embargo, el debate no ha terminado.