Nakba, la catástrofe: la Iglesia ante el éxodo palestino y la amenaza de la anexión de Cisjordania - Alfa y Omega

Nakba, la catástrofe: la Iglesia ante el éxodo palestino y la amenaza de la anexión de Cisjordania

En los territorios palestinos, la Iglesia se suma este viernes a los actos en conmemoración de la Nakba, la «catástrofe» humanitaria que supuso la creación del Estado de Israel hace 72 años. Una fecha que este año está aún más ensombrecida por el compromiso del nuevo Gobierno israelí de impulsar a partir de julio la anexión parcial de Cisjordania. Una decisión unilateral frente a la que la Iglesia de la región pide a Europa y el resto de la comunidad internacional sanciones y que se impulse un proceso viable de paz

María Martínez López
Protesta con motivo de la ‘Nakba’ en Jaffa en 2013. Foto: Tal Smith

Los días 28 y 29 de abril Israel celebró su Día de la Independencia o Yom Ha’atzmaut, recordando cuando en 1948 David Ben-Gurión proclamó el nacimiento del Estado de Israel. En realidad fue el 14 de mayo según el calendario gregoriano, pero en este país se celebra siguiendo el hebreo. La distinción implica, además, que el mismo acontecimiento, ocurrido el mismo día, se celebre en distintas fechas y con un significado totalmente distinto: en los territorios palestinos es el 15 de mayo, y se denomina la Nakba.

Esta palabra árabe que significa «catástrofe» conmemora, «no celebra, la tragedia humanitaria como resultado de la guerra de 1948» que siguió a la proclamación del Estado de Israel, y tras la cual este «se estableció sobre las ruinas del pueblo palestino que vivía aquí», explica el franciscano Ibrahim Faltas, responsable de los colegios de la Custodia de Tierra Santa.

Comenzó entonces el éxodo de «cientos de miles de palestinos» que huían de las consecuencias de la guerra y de los «brutales crímenes contra ellos, como la demolición de decenas de aldeas y la masacre de decenas de miles de personas». Un desastre social en el que «los cristianos, parte muy importante del pueblo palestino árabe, pagaron el precio igual que los musulmanes». Estos refugiados de 1948 y sus descendientes siguen siéndolo. Hoy, 72 años después, suman cuatro millones de personas.

La conmemoración de la Nakba hace memoria de todo ello, sobre todo con actividades culturales en colegios y universidades. Distintas entidades sacan comunicados públicos, y «también hay algunas actividades sociales y manifestaciones aquí y allí que intentan recordar al mundo cada 15 de mayo que este sigue siendo un caso sin resolver». Desgraciadamente, fray Faltas reconoce que las manifestaciones, pacíficas en origen, pueden derivar a veces en altercados con los soldados israelíes que vigilan su recorrido.

Campo de refugiados palestinos de Jaramana, en Damasco (Siria), 1948. Foto: hanini.org

También la Iglesia

En los actos sociales pacíficos no falta la presencia de representantes de las iglesias cristianas; fundamentalmente por el «elemento humanitario que tiene la Nakba, además de los elementos de política nacional e internacional». También se conmemora con actividades culturales e históricas en las decenas de colegios pertenecientes a las distintas iglesias, y en los que estudian 50.000 niños y jóvenes.

Dada su responsabilidad al frente de los colegios franciscanos, fray Faltas conoce bien esta vertiente: «Queremos ayudar a que esta cuestión siga viva en las mentes y los corazones de las futuras generaciones». Eso sí, siempre fundamentándola en «la justicia, la dignidad humana y los derechos, no en el odio».

En muchas parroquias se celebran misas o rosarios por la paz, y otras actividades. Algo similar ocurre el 25 de octubre, día de Nuestra Señora de Palestina, cuando decenas de miles de cristianos palestinos se congregan en el convento de Rafat, en Jerusalén, y celebran una gran procesión pidiendo la paz «y que el Señor ilumine las mentes de los líderes mundiales para que pongan fin a esta cuestión de forma que todos podamos convivir en paz y armonía».

Voz de paz

Esta implicación social de la Iglesia es para sus miembros y representantes la consecuencia lógica de su misión en general, y de su larga historia en Tierra Santa. Sus parroquias, conventos, escuelas, universidades, hospitales, centros vocacionales, viviendas, residencias de ancianos, hospederías, etc. «han estado aquí desde el día de la Nakba y mucho antes», atendiendo las necesidades del pueblo palestino.

Hasta el punto de que «es bien sabido que a veces incluso ha asumido el papel del Estado, cuando este estaba ausente. Combatir la pobreza, ofrecer oportunidades laborales y de aprendizaje, abrir nuevas perspectivas a los jóvenes… todo ello son formas de construir un futuro mejor y de reducir el odio y la violencia». Pero, en paralelo con ello, los cristianos no han dejado de alzar la voz, reclamando «justicia, paz, y una paz justa, siempre de forma no violenta. Su voz es la del Señor Jesús que no dudó en condenar las acciones erróneas e injustas ni en apoyar a los pobres y oprimidos».

Una Nakba más sombría

Este año, probablemente, la celebración de la Nakba tendrá un tinte más político y reivindicativo. Después de 17 meses de bloque político hace poco más de una semanaBenjamín Netanyahu logró formar un Gobierno de coalición con el centrista Benny Gantz. A pesar de haber justificado este acuerdo con la emergencia relacionada con la pandemia de COVID-19, entre sus compromisos hay otros que no tienen nada que ver con la lucha contra el coronavirus, como la anexión parcial de Cisjordania a partir del 1 de julio.

El franciscano palestino fray Faltas niega la mayor: «No existe la anexión de “algunos” territorios», recalca. «La anexión de los asentamientos ilegales construidos en Cisjordania y del valle del Jordán significa que se anexionará toda Cisjordania, dejando a los palestinos en islas aisladas y sitiadas, rodeadas al oeste por el Muro, al este por los asentamientos, y con controles militares entre medias». Es decir, Israel quiere hacerse con «el tesoro de la tierra palestina», pero no con la gente que vive en ella, considerada «una carga».

«¿Qué vida será esa? ¿Qué perspectivas y qué esperanza quedan para los palestinos?», se pregunta el franciscano, que cree que si esta amenaza llegará a cumplirse significará «perder la esperanza para siempre. Y si llega un punto en el que los palestinos no tienen nada que perder, puede pasar de todo, una explosión, porque nadie puede detener a un pueblo sin esperanza». Pero entonces, ahí seguirá la Iglesia, «fiel a su misión y a su pueblo, con la ayuda de nuestro Señor».

Sanciones similares a las rusas por Crimea

Esta diagnóstico lo comparten todos los representantes de la Iglesia sobre el terreno, que recibieron con preocupación el arranque del nuevo Ejecutivo. «La anexión unilateral de aún más parte del territorio que les queda a los palestinos no puede llevar a la justicia o la paz, sino solo a más injusticia, desposesión, escalada de las tensiones, desestabilización regional y una mayor erosión del respeto por el Derecho internacional», subrayaban el Consejo Mundial de las Iglesias y del Consejo de las Iglesias de Oriente Medio en una carta conjunta a la Unión Europea.

En este documento, afirmaban que «la UE no debe ser cómplice por inacción o por una reacción inadecuada de este resultado». Por ello, le pedían que «dicha anexión se encuentre con consecuencias reales, al menos proporcionales a las que adoptó la UE como respuesta a la anexión de Crimea por parte de Rusia».

«Un círculo vicioso de tragedia»

Los patriarcas y cabezas eclesiales de Tierra Santa extendían el llamamiento a Estados Unidos, la Federación Rusa y Naciones Unidas, a las que pedían «una iniciativa de paz con plazos y fases delimitados en línea con el Derecho internacional y las resoluciones» de la ONU. En un comunicado fechado el mismo día de la formación del Gobierno, los representantes católicos, protestantes y ortodoxos de la región insistían en que el plan de anexión «plantea cuestiones graves y catastróficas sobre la viabilidad de cualquier acuerdo pacífico que acabe con este conflicto de décadas». Se perpetuará así «un círculo vicioso de tragedia e injusticia» que sigue costando muchas vidas.

Al mismo tiempo, exigían a la Organización para la Liberación de Palestina, «única representación legítima del pueblo palestino, que resuelva sus disputas internas (así como cualquier conflicto con otras facciones que no están bajo su paraguas) para presentar un frente unido dedicado a lograr la paz y la construcción de un Estado viable fundado sobre el pluralismo y los valores democráticos».