Luis Ángel de las Heras: «No podemos sostenernos como Iglesia con esta estructura»
La diócesis de Mondoñedo-Ferrol acaba de lanzar el Plan Diocesano de Unidades Pastorales, que supondrá pasar de 422 parroquias a 24 unidades pastorales. Hablamos con su obispo, el claretiano Luis Ángel de las Heras, de esta iniciativa que, además, va a servir para organizar la vuelta a los templos durante esta pandemia y que ya ha suscitado el interés de algún obispo. Será «un medio para llegar más lejos»
¿Por qué es necesario un plan de estas características?
La misión de la Iglesia no permite paños calientes… Es algo crucial en lo que nos jugamos mucho. Hemos elaborado este plan después de analizar la realidad social y eclesial de la diócesis y reflexionar cómo podemos y debemos responder con una perspectiva de futuro. En la diócesis llevan funcionando las unidades pastorales (UPA) desde hace años. Sin embargo, ha llegado el momento de reconocer que todas las parroquias pasan por situaciones similares, aunque haya diferencias sustanciales entre las zonas rurales, las de costa y las urbanas. Este reconocimiento nos ha llevado a una reorganización de estructuras pastorales y puede ser el fundamento de una reforma organizativa más profunda si es necesaria y conviene hacerla en el futuro.
¿Se consideran pioneros?
No nos consideramos pioneros. Los planes de UPA existen en todas partes y quizá haya alguna diócesis que vaya por delante. No hay ninguna competición. Aquí hemos querido señalar que es algo para todas las parroquias, evitar agravios comparativos y presentarlo como un modo de caminar juntos todos los diocesanos con el mismo horizonte.
¿Le ha pedido algún obispo el plan?
Me lo ha pedido un hermano obispo de Portugal que se enteró de la difusión que hacíamos y me escribió enseguida. En su diócesis están realizando también una reorganización por medio de UPA a gran escala. Nos hemos conocido en los encuentros de obispos del norte de Portugal y Galicia, de las provincias eclesiásticas de Braga y Santiago.
¿Cómo se agrupan 422 parroquias en 24 unidades pastorales?
Se hace teniendo en cuenta, como es lógico, diversos factores. Los concellos a los que pertenecen, el número de habitantes que agrupa una UPA, las poblaciones hacia las que tienen tendencia los vecinos de las parroquias. El resultado final de 24 ha sido producto de combinar todos estos elementos.
¿Cómo ha sido el proceso hasta llegar aquí?
El proceso comienza hace mucho tiempo. Tenemos que remontarnos a la primera experiencia de equipo y unidad pastoral hace más de 30 años. Han sido experiencias ricas de trabajo en equipo y configuración de comunidades cristianas vivas y comprometidas, aunque con diferencias de proceso y resultado. Han llegado hasta nuestros días con el bagaje de una trayectoria en la que se ha aprendido mucho de aciertos y fallos, y que ha propiciado que haya sacerdotes y laicos que miran al futuro con fe y esperanza por este camino.
Cuando llegué a la diócesis en 2016 y nos propusimos realizar el plan diocesano de pastoral. Hubo muchas aportaciones de grupos de laicos, sacerdotes y personas consagradas que contribuyeron a hacer el análisis de la realidad y descubrir los desafíos evangelizadores, las debilidades y las fortalezas de la diócesis. De ese trabajo sinodal surgieron propuestas para caminar como Iglesia particular y una de ellas fue la de avanzar en la reforma de las estructuras, que exige la conversión pastoral tal y como señala Evangelii gaudium.
En 2017 ya nos pusimos a estudiar el diseño de lo que denominamos «mapas» de las unidades pastorales para toda la diócesis. Les pedí a los sacerdotes que lo estudiaran en cada arciprestazgo, pues ellos conocían bien las parroquias y el territorio diocesano. En reuniones arciprestales se han ido elaborando y modificando esos mapas por arciprestazgo y, finalmente, hemos podido ofrecer un «mapa general» para toda la diócesis en el plan que presentamos ahora. Como decimos en la introducción del documento, caminar hacia un lugar nuevo nos exige elaborar mapas.
¿Qué ventajas tiene esta organización?
Responde al objetivo general de nuestro plan diocesano pastoral, que llamamos plan para la misión, y que es «la transformación misionera de nuestra Iglesia diocesana de Mondoñedo-Ferrol, en comunión con la Iglesia Universal y en estado permanente de misión». El plan se llena de sentido y contenido con este objetivo misionero que implica conversión personal, pastoral y misionera.
Una de las ventajas que hemos de descubrir es que se trata de una alternativa factible a una estructura organizativa pastoral que no es sostenible en la actualidad, por la disminución de miembros de la Iglesia y su edad avanzada. Hay que recordar que esto se da tanto en sacerdotes, como en consagrados y laicos. A esto hay que añadir la dispersión de las parroquias en nuestro territorio y, por otra parte, la necesidad de aumentar la identidad y el compromiso de los bautizados como discípulos misioneros de Jesús.
Además, en aras de ese objetivo de transformación misionera, tiene la ventaja de ser un medio de reorganización que nos puede llevar a un nuevo modo de acercamiento a la Iglesia, de participación corresponsable, de formación imprescindible, de celebración comunitaria de la fe con profundidad y sentido, de compromiso coherente con los más necesitados. Todos esto es lo que nos permitirá hacer y ahora se hace difícil. Lo que se puede percibir como disminución o debilidad —que no propicia el plan, sino que es una realidad actual— es un camino de fortalecimiento y continuidad de la Iglesia y una Iglesia misionera.
En el texto se habla de un nuevo modelo de comunidad, al estilo del que aparece en los Hechos de los Apóstoles…
Pienso que ese debe ser el modelo de las comunidades cristianas que hemos de ir alumbrando. Ojalá lográramos esa vuelta a los orígenes, con la frescura, la autenticidad y la parresía de los primeros cristianos: fuertes en la fe, movidos por la caridad con los demás, llenos de esperanza, discípulos misioneros de Jesucristo y testigos suyos dispuestos incluso al martirio.
Como todo cambio, implica renuncias a nivel comunitario y personal. ¿Ha habido resistencias?
Implica renuncias, pero cuando se dialogan, se ven razonables y razonadas. No obstante, hay resistencias, claro, y las habrá. Es lógico y hay que comprenderlo. Hemos dicho muchas veces que si alguien tiene un plan mejor que lo proponga. Pero no ha habido alternativas y ya he dicho que no podemos sostenernos como Iglesia particular con esta estructura. En algunos casos, aunque hubiera más sacerdotes, tampoco podríamos convocar un número suficiente de bautizados para formar una comunidad cristiana parroquial. Hay que ayudar a descubrir las ventajas que hemos señalado antes.
¿Cómo lo ha recibido el clero? ¿Y los fieles?
Cada cual lo ve según su situación y según le afecta, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos. Hay resignación, hay ilusión, hay resistencia, hay convicción, hay pena, hay esperanza… Se percibe añoranza de otros tiempos, aunque ya se ha llegado a la certeza de que no van a volver. Los sacerdotes quieren continuar su servicio ministerial hasta el final. Están dispuestos a colaborar en lo que puedan. Algunos reconocen que no están preparados para lo que estamos presentando, pero tienen buena actitud. Otros saben que estos cambios ya casi no los van a ver. Pero yo destaco, sobre todo, el interés por colaborar, por apoyar, por dejar que se vaya realizando, por formar parte corresponsable del plan tanto en los laicos como en las personas consagradas, como en los sacerdotes.
¿Cuáles son las fases de aplicación?
El confinamiento a causa de la pandemia ha afectado en el sentido de que habíamos programado realizar presentaciones del plan convocando a todos los que quisieran asistir por arciprestazgos y no ha sido posible. Por eso hemos preparado el texto del plan y un breve vídeo explicativo y los hemos enviado por correo electrónico y mensajería telemática, de modo que lo reciban y conozcan un buen número de diocesanos, comenzando por los más implicados. Aún queda tiempo para completar esta difusión y seguirá esta fase de sensibilización, con encuentros de diálogo y formación, que será una formación continua, invitando a asumirlo corresponsablemente.
Después, está previsto que el Equipo de Acompañamiento del Plan Diocesano de UPA revise el momento en el que se encuentran las que ya vienen funcionando hace años y las que están en proceso de configuración. También llegará la encomienda del obispo para iniciar el proceso de alguna otra nueva, misión que se irá dando paulatinamente en todas. Esto dependerá de las posibilidades que tenga el Equipo de Acompañamiento. Queremos que sean procesos acompañados. En cada UPA tendrá que darse un momento de constitución del consejo pastoral y después vendrá la elaboración del proyecto pastoral.
¿Tienen algún horizonte temporal para que estén todas las Unidades Pastorales implantadas?
Hemos calculado que dentro de ocho años estará muy avanzada o casi completada su implantación. Es un margen de tiempo que nos permitirá dar pasos adecuadamente, pero se pueden dar situaciones que aceleren el proceso o lo retrasen; sólo Dios sabe.
Utilizarán el plan para la vuelta a los templos tras el desconfinamiento… ¿Será un modo de probarlo?
El plan es también un mapa, como ya he explicado detenidamente, y nos orienta en el camino. Efectivamente, en esta encrucijada nos ha servido para tomar como referencia las iglesias indicadas en los Centros de Atención Pastoral para la reapertura del culto público que estamos llevando a cabo. En este sentido va a servir de ensayo y ha sido ya útil en la organización diocesana de este momento inédito que confiamos no se repita.
¿Cree que este modelo se va extender en las sociedades más secularizadas como la nuestra?
De momento es el modelo que estamos siguiendo todos y, ante los mismos retos, se irán extendiendo respuestas similares. Hay que afrontar los desafíos con realismo y con audacia, con nuevos modos de vivir y celebrar la fe, sin dejarnos esclavizar por una nostalgia paralizante o por una resistencia a la conversión que nos haga dejar todo como está, aunque sepamos que no ha de ser así. Considerándolo todo, creo que es un modelo transitorio que va perfilando no solo una nueva estructura organizativa, sino un nuevo modo de ser y edificar la Iglesia en estado permanente de misión, con la alegría del Evangelio por el gozo del encuentro con Cristo.