Francisco: «No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto, Él sigue amándonos» - Alfa y Omega

Francisco: «No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto, Él sigue amándonos»

Durante la audiencia, el Papa ha vuelto a reflexionar sobre la oración cristiana, que es la que se atreve «con confianza» a llamar a Dios «con el nombre de «Padre»»

José Calderero de Aldecoa
Foto: Reuters/VaticanMedia

La oración no es patrimonio exclusivo de los cristianos sino de todos, incluidas las personas que no profesan ninguna religión. Así lo ha asegurado el Papa en una nueva audiencia general celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico en la que también ha explicado que «la oración es un impulso, es una invocación que va más allá de nosotros mismos, algo que nace en lo profundo de nuestra persona y se proyecta porque siente la nostalgia de un encuentro».

En la oración del cristiano, sin embargo, ese encuentro no permanece «envuelto en el misterio» porque el «cristianismo es la religión que celebra continuamente la manifestación de Dios, es decir, su epifanía». De hecho, «las primeras fiestas del año litúrgico son la celebración de este Dios que no permanece oculto, sino que ofrece su amistad a los hombres».

Lejos queda la época en la que los hombres se acostumbraron «a acercarse a Dios un poco intimidados, un poco asustados por este misterio, fascinante y terrible. Se habían acostumbrado a venerarlo con una actitud servil, similar a la de un súbdito que no quiere faltar al respeto a su Señor». El cristianismo ha desterrado este tipo de relación, por lo que «en el patrimonio de nuestra fe no hay expresiones como «sometimiento», «esclavitud» o «vasallaje», sino palabras como «alianza», «amistad», “promesa”, «comunión», “cercanía”».

De esta forma, la oración cristiana es la que «entra en relación con el Dios de rostro más tierno», la que se atreve «con confianza» a llamar a Dios «con el nombre de «Padre»». Y en este ámbito de confianza, «a Dios podemos pedirlo todo, todo, explicarle todo, contarle todo. No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto, Él sigue amándonos».

Por último, Francisco ha invitado a «todos» a «meternos en oración entre los brazos misericordiosos de Dios, a sentirnos envueltos por ese misterio de felicidad que es la vida trinitaria, a sentirnos como invitados que no se merecían tanto honor».