Recuperemos la subsidiariedad - Alfa y Omega

La verdadera subsidiariedad va mucho más allá de una distribución vertical de competencias entre niveles territoriales del Estado. Esta última cuestión, tratada en los últimos días con relación al papel de las comunidades autónomas, diputaciones provinciales y ayuntamientos en el proceso de desescalada, es solo una de las dimensiones de un viejo principio que algunos líderes han desempolvado en defensa de sus competencias ejecutivas. El origen histórico del principio de subsidiariedad, al igual que el principio de solidaridad, está en la filosofía de inspiración cristiana y en el estallido de la vieja cuestión social, y no en el derecho administrativo ni en el derecho constitucional.

Al jesuita H. Pesch debemos la noción de solidaridad como principio de ordenación de la sociedad entendida como una red de relaciones de interdependencia entre comunidades, asociaciones e instituciones nacidas de la dimensión social del ser humano. Esta concepción que ha recibido el nombre de solidarismo tuvo su eco en la encíclica Quadragesimo anno (1929) de la mano de G. Gundlach y O. Von Neil Bruning, ambos discípulos de Pesch. Pío XI no solo incorporó a la encíclica el principio de subsidiariedad, sino que hizo de la subsidiariedad la raíz de la concepción cristiana del orden social. «Toda actividad social, por su misma esencia es subsidiaria; debe ayudar a los miembros del cuerpo social y nunca puede quebrantarlos o romperlos». La sociedad se estructura solidaria y subsidiariamente a partir de asociaciones intermedias cuyo soporte es la persona. Esta es la propuesta de Pío XI frente a la desintegración social causada por la crisis económica y frente al auge del estatismo corporativista y del modelo totalitario.

Una propuesta que ayer, como hoy, sostiene que el ser humano, lejos de ser objeto y elemento pasivo del orden social es su agente, su fundamento y su fin. Lo que significa que la primera responsabilidad en la integración del orden social es de la persona que en el ejercicio de sus derechos se asocia con otros para el mejor desempeño de sus deberes sociales. Dicho en román paladino: es de esperar que la acción social de la Iglesia que alumbró el principio de subsidiariedad se oriente, como lo hizo el primer catolicismo social, a la creación de iniciativas que sean capaces de responder a la dramática situación del presente y en las que el poder ceda el lugar al servicio, el interés al beneficio y la gratuidad al precio.