Los museos se reinventan - Alfa y Omega

Los museos se reinventan

El Día Internacional de los Museos, que se celebra el 18 de mayo, se produce entre la preocupación por su viabilidad y la ilusión por crear un nuevo modelo que dote de «más sentido» a las visitas

María Martínez López
Una sala del Museo Diocesano de Zaragoza. Foto: Museo Diocesano de Zaragoza

El confinamiento a causa de la pandemia de COVID-19 sorprendió al Museo Diocesano de Zaragoza Alma Mater con 2.000 personas inscritas para visitar su muestra La ruta de la Pasión. Se truncó así el que iba a ser el trimestre con más afluencia de su historia: hasta el 14 de marzo, habían recibido a 5.000 personas. En ese momento, optaron por trasladar la exposición a su página web, aunque tuvieron que hacerlo «con el material fotográfico que ya teníamos. Con el estado de alarma era muy complicado entrar al museo», comparte Sergio Blanco, su director. También ofrecieron en su web actividades educativas para niños y adultos. Como resultado, sus interacciones en Facebook se triplicaron, y en Instagram llegaron a casi 18.700 usuarios.

La exposición se podrá seguir visitando cuando den el paso de abrir. Algo que, después de hablar con los demás museos de Zaragoza y con los diocesanos de Aragón, no cree que ocurra hasta junio aunque la comunidad ya esté en la fase 1. «Es un gasto tremendo para que no venga nadie o vengan con miedo», reconoce. A Blanco también le gustaría retomar «en algún momento» dos exposiciones que estaban pendientes: una en colaboración con El Heraldo de Aragón sobre artistas aragoneses contemporáneos de temática religiosa, y otra sobre pintores del entorno de Goya gracias a un préstamo. Pero la inversión necesaria hace adivinar que no será a corto plazo.

Hasta la reapertura, los trabajadores recién reincorporados harán especial hincapié en renovar los contenidos. Ante la caída del turismo, también tienen por delante retos como «ofrecer alternativas culturales para que la gente de la ciudad, que quizá no pueda viajar, descubra un museo al que quizá habitualmente no iría», apunta su director. Reducir en lo posible el impacto económico no es importante solo para poder seguir mostrando al público el patrimonio de la Iglesia, sino también para su misma conservación. Como es habitual entre museos, al recibir una pieza en préstamo Alma Mater la limpia y restaura; algo que en este caso contribuye a preservar, por ejemplo, los tesoros de iglesias y cofradías.

Museos con valor social

Otro desafío de cara al futuro será mantener y reforzar el programa Resiliarte, que ofrece visitas adaptadas a personas con distintos tipos de discapacidad o en riesgo de exclusión social, haciendo hincapié en «acogerlas con especial sensibilidad». Aunque «supone un coste importante» por los cambios en las instalaciones y la formación del personal, Blanco subraya que «lo hacemos por un sentido cristiano y social».

Ante los múltiples desafíos a los que se enfrentan los museos de la Iglesia, la asociación que los agrupa está preparando ya un esquema de trabajo para el escenario pos-COVID-19. En él, se quiere incluir no solo recomendaciones prácticas para la reapertura (en líneas muy generales, pues «no es lo mismo el Museo de la Almudena de Madrid, que está al lado del Palacio Real, que el de un convento»), sino «alguna sugerencia sobre cómo poder seguir cumpliendo la función de un museo eclesiástico», explica su presidente, Fran Alegría. «Nos vamos a encontrar con muchas situaciones de dolor y sufrimiento», es consciente el director de Alma Mater. «Como institución cuya función es transmitir el Evangelio a través de las obras de arte, esperamos a través de ellas poder consolar y dar esperanza».

Cambio de paradigma

El proceso de reflexión sobre el futuro afecta a todos los museos del mundo, que el próximo lunes celebran su día. El Consejo Internacional de Museos (ICOM por sus siglas en inglés) y la OCDE están acompañando este debate por ejemplo mediante el seminario online Impacto, innovaciones y planificación poscrisis, que se celebró hace unas semanas, y en el que participó Joan Roca, director del Museo de Historia de Barcelona.

Más allá de algunas consideraciones compartidas en diversos ámbitos, como el previsible declive del modelo de grandes exposiciones temporales con obras en préstamo, Roca considera que «es un buen momento para pensar en el futuro». Y empieza con las implicaciones a largo plazo que puede tener la «construcción virtual» de los museos, acelerado por el confinamiento. Cree que este cambio ha llegado para quedarse, y espera que quienes a partir de las próximas semanas o meses crucen las puertas de alguno de los 18 centros de su museo repartidos por la ciudad condal lo hagan con «muchos más referentes» previos, de forma que la experiencia sea «más intensa y significativa», confiesa a Alfa y Omega.

Pero el proceso de reflexión debe ir más allá hasta confluir, en su opinión, en un cambio de paradigma. Alimentará, por ejemplo, el debate ya en curso sobre «si es sostenible un turismo de estar a la una en Bruselas y a las cuatro en Amsterdam». Es una oportunidad para «crear un modelo alternativo de turismo», que huya de una cierta compulsión de «ver las cosas por obligación», para dotar de «más sentido» a lo que se contempla.

Los museos, un servicio público

Ahí entra en juego un segundo cambio en la mirada, que afecta a la identidad y el papel de los propios museos. Un rol que «va mucho más allá del turismo» y de una imagen anticuada de ellos «como una concentración de objetos para mirar», que atraen a mucha gente, miden su valor por el número de visitantes y «animan la economía de los alrededores». En este cambio de paradigma, Roca defiende que se debe reforzar la idea de que son «parte del sistema público cultural». Suponen «un estímulo para investigar lo que ha existido y ha sido importante»; un patrimonio cuyo valor antecede al propio museo como la función de una catedral es previa a su valor cultural.

En este sentido, es importante revalorizarlos «en primer lugar para la gente de alrededor», pues son un potente motor para «construir ciudadanía». Por todo ello habría que apostar por ellos como «un servicio público, sean públicos o privados». Y deberían estar más presentes en el debate educativo que en el debate sobre el sector turístico. Roca propone, por ejemplo, pensarlos «más ligados a otras instituciones» como las universidades, pues pueden servir como «lugares donde estas compartan su conocimiento», además de generarlo ellos mismos. Todo ello, matiza el director del Museo de Historia de Barcelona, sin «obviar que tenemos que pagarlos entre todos. Hablo de repensar el futuro, no de cómo sobreviviremos en el intento».