Papa de un mundo agrietado - Alfa y Omega

Desde hace años, Francisco advierte que «no estamos en una era de cambios, sino en un cambio de era». Ahora, la inesperada pandemia de COVID-19 acelerará procesos económicos, tecnológicos, culturales, sociales y espirituales cuyo alcance todavía no vislumbramos.

No es posible predecir siquiera la evolución de los aspectos sanitarios, pues el mundo hace frente a un virus muy distinto a los anteriores. Se podría ganar la batalla médica en dos años, pero costará mucho más la recuperación económica y, sobre todo, la laboral. En época de cambios es mas importante aprender que saber. Y vital mantener la esperanza.

A comienzos del confinamiento en Europa, Francisco concedió la indulgencia plenaria sin necesidad de confesarse a todos los fieles en peligro de muerte, e impartió la bendición urbi et orbi desde una plaza de San Pedro completamente vacía a decenas de millones de personas pegadas a la pantalla del ordenador o el televisor en el encierro de sus casas.

El 29 de marzo se sumó al llamamiento de Naciones Unidas a un alto el fuego global para no agravar el martirio de millones de personas en países asolados por guerras civiles, muchas instigadas por intereses extranjeros. Hace poco, ha invitado a rezar «por la unidad de la Unión Europea, para que todos vayamos adelante como hermanos» pues, en un mundo falto de liderazgo, la UE debe ser un ejemplo positivo.

En definitiva, el Papa intenta reparar las grietas en el alma de las personas, en el interior de los países y ahora en la comunidad internacional.

Por desgracia, la ofensiva del presidente Donald Trump contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y contra China aumenta las fracturas externas y dificulta el trabajo en equipo contra la pandemia justo cuando cada retraso cuesta la vida a muchos seres humanos.

El domingo pasado, Francisco urgió a «estimular la colaboración internacional» y a «compartir la capacidad científica de modo transparente y desinteresado para encontrar vacunas y tratamientos». Pontífice significa «constructor de puentes».

También propuso «que el próximo 14 de mayo, los creyentes de todas las religiones se unan espiritualmente en una jornada de oración y ayuno para implorar a Dios que ayude a la humanidad a superar la pandemia de coronavirus». Ante un mundo visiblemente agrietado, el Papa llama a la unidad.