Confinada en casa con el Santísimo: la misión de Patricia - Alfa y Omega

Confinada en casa con el Santísimo: la misión de Patricia

Patricia Encinas es una madre de familia argentina, inmigrante en España, que tiene el privilegio y la responsabilidad de tener al Santísimo en su casa durante estos días de confinamiento. «Mi misión es exponerle las necesidades de la gente para que Él llegue a mis hermanos», afirma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Cuando empezó el confinamiento, hacía Adoración espiritual al Santísimo, pero sin el Santísimo», cuenta Patricia Encinas, argentina, madre de nueve hijos —tres en el Cielo—, que hace 17 años llegó a España huyendo de una situación económica muy precaria, y en medio de una crisis matrimonial grave.

La misión de Patricia es rezar por, entre otras, las 52 familias de inmigrantes y refugiados que atiende estos días la Delegación de Migraciones de Valencia, una atención material con comida y medicinas que también comprende la dimensión espiritual. En esta clave se encuentra el privilegio de Patricia, que gracias al delegado de Migraciones, Olbier Hernández, tiene en su casa reservado al Santísimo para poder rezar por todas estas familias y por otras muchas intenciones.

«Cuando vino el Señor a mi casa, no me lo creía. Fue algo muy grande e inmenso, un regalo, porque Dios da regalos, no premios, nosotros no nos merecemos tenerle aquí», reconoce.

Casada con Hugo desde hace 33 años, su matrimonio no ha sido fácil, en muchas ocasiones por problemas económicos. Además, ella traía consigo un largo historial de exorcismos que le ha hecho sufrir mucho, a ella y también a su familia.

Llegó a España «de manera providencial, porque no teníamos dinero y en 15 días logramos reunir lo suficiente para pagarnos el pasaje. Juntos hemos pasado muchas tristezas y muchas alegrías. Aquí en España nació nuestro noveno hijo, y siempre hemos vivido bajo el mismo techo, todos unidos».

Durante estos años, Patricia ha profundizado en la sobriedad, porque «a las cosas básicas las llamo lujos: poder comer, poder pagar el alquiler, tener un coche… Vivimos con lo que nos da Dios, con lo que simplemente necesitamos».

Patricia conserva al Santísimo muy cerca de su cama, porque «en el salón hay mucho ruido, y está la televisión. El mejor sitio, el más digno que le he podido encontrar, es una habitación contigua a nuestra habitación matrimonial. Ahí tengo un altarcito, y ahí estoy todos los días rezando al Señor. Le he preparado un lugar con todo mi amor, porque Dios mide a las personas en amor», explica.

Ante el Señor en la Eucaristía pone cada día sus intenciones. «No hace falta que haya una pandemia para pedir. Mi intención principal es la conversión de la humanidad y la conversión en la familia, porque si no hay conversión de la familia no hay conversión en la humanidad, ni habrá sacerdotes, ni iglesias… Pido también por el Santo Padre y por Benedicto XVI. Y sobre todo por los enfermos y por todas aquellas personas que mueren solas».

En este sentido, Patricia recuerda el dolor de «todos aquellos que mueren cruzando el desierto de México, que mueren cruzando el mar, que mueren tirados en el desierto de África viniendo a Europa, todos los que mueren solos en la calle por la droga, o en sus casas porque no tienen un familiar, un amigo o un vecino que les llame. Y sobre todo rezo por los que mueren solos sin aceptar a Dios, que es la soledad más grande».

Junto a eso, admite tener la misión de rezar «por muchos enfermos y agonizantes» en estos días de la pandemia: «Tengo una lista muy larga de personas por las que rezo. Y a todos también quiero transmitir el amor del Señor. Quiero que Él llegue a ellos, a mis hermanos».

Patricia lamenta que «la gente se acuerda de Dios ahora con esta pandemia porque no pueden comprar comida, porque han perdido el trabajo…, pero no se acuerdan de que Él estuvo en una Cruz por nosotros y está ahora en el sagrario por nosotros». Por eso recuerda que «el Señor nos prometió: “si doy de comer a las aves del cielo y a los lirios del campo, ¡cuanto más cuidaré vosotros!” Todo lo que se pide a Dios con amor y fe Él te lo entrega. Él te alimenta el alma y el cuerpo, pero para vivir bien el día, no para el lujo».

De todos modos, «si el mundo está falto de amor, más falto de amor está Jesús», admite Patricia. «Hoy la gente está pendiente solo de los móviles, del mundo… Cuando tú te pones a hablar con Él, sientes en tu interior que te está pidiendo más consuelo, más amor». Por eso, cada vez que se pone a los pies del Señor en su propia habitación, reza: «Señor, no estás solo. Estamos muchos contigo rezando y en comunión. Nadie nos va a separar de Ti».