Un camino de sentido - Alfa y Omega

El domingo pasado proclamábamos el texto de los discípulos de Emaús. En él se nos plantean dos caminos: uno que da pleno sentido a la vida, el de Jerusalén, que nos invita a ir siempre hacia adelante, y otro, el de Emaús, que nos hace caminar hacia atrás, que no da sentido, sino que nos lo hace perder. Viendo lo que había pasado en Jerusalén, los discípulos deciden volver para atrás. Les entra el desánimo y, abandonando la ciudad del sentido, marchan a la aldea sin sentido, a Emaús. Ante la decepción, el sufrimiento o la dificultad, todos tenemos la tentación de tomar caminos sin sentido que no devuelven la esperanza. Precisamente por esto, os propongo que dejemos que el Señor se acerque a nuestra vida. Dejémonos acompañar por Jesús en todos los momentos de nuestra vida, también ahora que se empieza a hablar de la desescalada del confinamiento. Dejemos que Él nos pregunte: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ante esta pregunta, podemos dar muchas respuestas; quizá muchas de desesperanza, de desilusiones, de sufrimientos, de sinsentidos… Pero, cuando se tiene al Señor al lado, las respuestas son diferentes, son las que daría Jesús: «¿Qué quieres que haga por ti?». Son las que escuchaba el lunes por la mañana, en una reunión virtual con los responsables de Caritas Diocesana de Madrid: ha aumentado el número de personas que se ofrece para colaborar con Cáritas, muchos jóvenes se han prestado a trabajar en este tiempo y también muchos mayores, que han querido acompañar y prestar su saber. Menos mal que en estos momentos, cuando lamentamos un altísimo número de fallecidos por coronavirus y vislumbramos las graves consecuencias sociales de la pandemia, podemos contar con las obras sociales de Cáritas, que atienden a las personas en exclusión, a los más olvidados. Niños, jóvenes, ancianos, mujeres, familias… Todos tienen un lugar en la ciudad del sentido, que es la que el Señor nos pide que hagamos entre todos en esta salida de la pandemia. La crisis sanitaria trae una crisis económica y, como consecuencia, una crisis social: muchos se están quedando sin trabajo, otros sin casa donde vivir. Entre las obras y servicios residenciales de Cáritas hay casi 1.500 personas albergadas. Entre todos, administraciones, empresas, sociedad civil, hemos de hacer un esfuerzo y ser creativos y generosos con quienes se quedan sin casa, sin nido. Hemos de permanecer atentos a quienes se quedan sin trabajo. Debemos ser generosos con quienes no tienen qué comer y mantener nuestros comedores abiertos. Tenemos que ser misericordiosos y acogedores con quienes están en la calle, con nombre e historia. Seamos siempre creadores y valientes para hacer posible que todos mantengan su dignidad de hijos de Dios.

Desde aquí quiero dar las gracias a quienes, de modos muy diferentes, colaboráis con Cáritas Diocesana de Madrid, en cuyo territorio se ha ensañado la pandemia. Ayudad a Cáritas. Os pido ayuda a los empresarios, a las familias, a los más mayores y a los jóvenes: todos podemos hacer una desescalada con sentido.

Volvamos a Jerusalén. Volved la mirada a Jesucristo, miradlo de frente. Es el mismo que partió el pan. Os lo aseguro, Cristo no quita nada al hombre. Quiero recordar aquel 22 de octubre de 1978, cuando el Papa san Juan Pablo II inició su ministerio en la plaza de San Pedro y dijo: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo». Decía estas palabras a todos los hombres, fuertes y débiles, poderosos y sin nada. Y es necesario que en esta desescalada acojamos a Cristo, que nos recuerda la dignidad suprema del hombre, a imagen y semejanza de Dios, y la necesidad de edificar una sociedad justa.

No tengamos miedo a devolver a Madrid y a España la belleza; devolvamos a la vida humana la belleza que tiene. Os lo aseguro a todos: quien deja entrar a Jesucristo en su vida, no pierde nada y, con esa amistad, abre las puertas a todos los hombres. A los discípulos de Cristo os pido que devolvamos la belleza de la libertad. Como exclamaba el poeta, ¡qué belleza da la libertad! Dejadme deciros que, cuando se vive con el amor mismo de Dios, que es para todos los hombres, se es libre de verdad. La libertad de un ser humano es la libertad de un ser humano limitado y, por ello, es limitada. La libertad solo la podemos poseer como libertad compartida en la comunión de libertades: solo puede desarrollarse si vivimos unos con otros y unos para otros.

¿Por qué os digo todo lo anterior? Vamos a comenzar la desescalada. Aunque se suspendió el culto, respetando absolutamente la normativa que dio el Gobierno de España, las puertas de nuestras Iglesias han estado abiertas. Cumpliendo estrictamente y escrupulosamente las normas, las Cáritas parroquiales han estado abiertas, gracias a lo cual muchos pueden comer y ser acompañados en este tiempo duro de la pandemia. Los sacerdotes han entregado su vida tal y como suena. Todos los días han celebrado la Misa y os han tenido a todos junto al Señor en el altar. Han estado presentes en los hospitales y sanatorios, en los cementerios y en los lugares donde eran necesarios. Un innumerable número de cristianos se ha puesto al servicio de los demás. Con sus gestos, han sido capaces de hacer ver que es inmoral atentar contra la vida de los otros y por ello han tenido, con dolor, que estar alimentando a la comunidad cristiana de otros modos, han sido creativos. Es cierto que la Eucaristía es el alimento de la verdad y de la libertad, pero, como dijo san Agustín cuando le preguntaron sobre lo que puede mover al hombre por encima de todos y en lo más íntimo, exclamó: «¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?». Todos llevamos en lo profundo de nuestra existencia el deseo de la verdad. Y en esta pandemia Jesús se ha dirigido nosotros para decirnos una vez más: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».

Con el deseo de que nos acerquemos a Cristo, los obispos de España estamos viendo cómo emprender la desescalada en conversaciones con el Gobierno de la nación y, en mi caso, con el Gobierno autonómico. Después, en nuestra archidiócesis de Madrid daremos la normativa necesaria para que a nadie le falte la atención a la que, como cristiano, tiene derecho, sabiendo que su derecho, en este tiempo de pandemia, no puede atentar contra la vida de nadie. Pronto os dirigiré algunas disposiciones.